miércoles, 5 de septiembre de 2012

Nuevos textos de Gabriela Ramos, septiembre 2012


La Sonia de Leila
                Sonia camina con su amiga Leila por una calle profunda como ella, extensas manos, cuerpo afilado, algo panzona.
          Sonia, ¿cuándo vas a decirme que tu estrella es mía, mía?
          Sonia deja caer su cuerpo fláccido al primer tropezón con un adoquín de madera.
           Leila insiste.
            Sonia le promete cien estrellas.
         Sonia, ¿cuándo vas a darme aquel vestido caro que te regaló la abuela, que a mí me quedaría tan bien?
             Sonia promete darle todos sus vestidos a Leila.
             Cae el sol en la profundidad de la calle, el barrio o el camino por andar. Sonia se estremece frente al amanecer de la noche o de la Luna (le pican los dedos del pie, huesudos, plenos de hongos y callos). Leila forcejea con las trenzas erizadas de Sonia, piojosas, algo aceitosas y dice: ¡Qué asco! Sonia promete darle también sus libros, los más queridos. Leila tira de la ropa de cama de Sonia, rota, sucia, vieja… Sonia explica a su compañera de camino que le dará todo, todo.  Leila se entretiene jugando con la panza caída de Sonia. Le hace cosquillas y ríe. Sonia se encorva un poco más, le duele, pero salta para darle un caramelo a Leila, quien ríe por la desproporción de Sonia: Trenzas largas, manos enormes y una altura de un metro.
       Leila, esbelta, de ojos negros y piel dorada  ríe mucho y explica: ¡Si no me das todo, te juro que te cortaré las trenzas y las manos!
         Sonia le promete el cielo y salta en su deforme figura sobre su pequeña sombra: ¡Todo, todo te daré!
          Leila, poco conforme, le pide sus palabras, su letra, su voz… Sonia exprime sus pulmones para deslizar por su lengua una palabra minúscula: ¡Todo te daré!
           Erguida sobre su pata de palo más alta, Sonia hace equilibrio y juega. Y  antes de caer, se sobresalta: ¡También quiero tus patas de palo! ¡La quiero, las quiero!
             Sonia cae al suelo, Leila se las quita y Sonia se arrastra. Leila le pega a Sonia: juega, juega… ¡Quiero también…!
            -Todo lo tendrás. Mi estrella te mira, quiere ser tuya.  Sus novecientas amigas te quieren. El vestido que me dio mi abuela es tuyo y todos los que quedan. Mis libros están en la biblioteca de la casita chiquita de la casa de la periferia. Como el caramelo, todo te daré. Pero debo decirte que estamos sobre la Luna, que ya no tiene piernas.
            Y está por caer.

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