jueves, 20 de septiembre de 2012

Nuevo texto de Josefina Bravo, septiembre de 2012


UNA GOTA DE TIEMPO

Hay quienes dicen: mejor guardar las fotos en un cajón o en una caja, todas desordenadas, para no advertir el paso del tiempo. Los álbumes pueden ser muy crueles, ese modo de regodearse en el desgaste del cuerpo, foto a foto.. Una foto-película de la cara, donde las arrugas se forman de a poco, primero unas líneas, luego piel más holgada, en caída, hasta el piso. Las orejas más grandes, la nariz más ancha, más puntiaguda, las ojeras más pronunciadas. Eso dicen quienes temen a los álbumes. Supongo que mi bisabuela Clara le temía a los álbumes, le temía a las fotos, al paso del tiempo. Se ve que, un día, de repente, se despertó y ya no quiso fotografiarse más. Quizás en el reflejo de la mañana, pudo ver la sombra, el fantasma de una línea, que luego sería arruga. Y  pudo ver, en un segundo, todo el proceso devastador de la edad en el espejo. Entonces, ya no quiso sacarse fotos. Por eso, quizás, sus hijas y nietas tienen tan pocas fotos de ella. Y las guardan desordenadas, en una caja o en un cajón. De mujer adulta, de abuela, sólo un par. En la mayoría de las fotos se la ve joven, hermosa, etérea.
En una de las fotos, con unos trece o catorce años, está de blanco, su pelo negro recogido, cubierto de tul, vestido hasta los pies, guantes, rosario y evangelio en mano. Los antebrazos sobre el respaldo de una silla elegante, de tapiz floreado. Ella, en el centro de la foto, blanca, casi pálida, la vista en las manos. El fondo tranquilo, opaco hacia los bordes. Al verla, no la reconocí y creí que era una foto de postal.  Luego supe: fue el día en que tomó la primera comunión. Su tía Amelia, quien había cumplido el rol de madre, detrás del fotógrafo. El pelo tirante, recogido hacia atrás. Los ojos húmedos. Su pequeña, a quien amaba como a una hija, estaba creciendo.
Esta otra foto se la tomaron sin que se diera cuenta. Tendría alrededor de cincuenta años. La pequeña  en brazos es su nieta Silvina. Le tira las manitos a su madre, Blanca, esa mujer de basto pelo negro, corte al hombro, que sonríe tan abiertamente. Las otras dos criaturas son las hijas de Iris, su hija mayor. Hablando de Iris, acá hay una foto de su casamiento. Tan parecida a su madre, sobre todo, si la comparo con la foto de la primera comunión, las dos de cara redondeada, blancas y pelo negrísimo. La diferencia está en los ojos azules de Iris en contraste con los ojos oscuros de su madre. El ramo en la mano derecha, la mirada azul a la cámara. Bellísima. Atrás de ella se ve un cuadro, una pintura. Una mujer tan bella y tan joven como la novia. Esa mujer tan parecida a la novia, blanca la piel, de pelo negro, es Rosa. A quella abuela que nunca conoció, aquella abuela que se fue tan joven y tan bella. Para su hija Clara, tan pequeña cuando ella murió, sólo quedó esa imagen, congelada en la pintura: una gota de tiempo.

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