jueves, 20 de septiembre de 2012

Nuevo texto de Elena Liceaga, septiembre 2012


MARMAR, CHARLY, SANCHO PANZA Y DON QUIJOTE


La fiebre de un sábado azul y un domingo sin tristeza…

Raquel Marmar (nunca saben si se pronuncia grave o agudo) amanece nublada a pesar del sol que abrió sus párpados. Aletargados, esos ojos inmensos y azules nadan en ojeras delatoras de una inquietud al acecho.

Esquivas a tu corazón y destrozas tu cabeza…

Sí, en su cabeza suena, doliente y dolorosa, la voz de Charly en Viernes 3 A.M.

Y en tu voz, sólo un pálido adiós…

Está triste la doctora de “locos”. Agosto fue convulsivo: dicen, quienes saben de esas cosas, que es el mes agitador de desasosiegos, anuncia la parición de la tierra en primavera.
Viene de acompañar al infierno a tres de sus pacientes más queridos y más lúcidos.

Ana tiene un tumor cerebral, se le confunden las palabras, ve destellos de colores. La familia, sus amigos y Raquel la impulsan para publicar sus poesías antes de morir.

Víctor escucha mensajes -sólo dirigidos a él- en las calles, en la radio, la televisión, el ruido de la autopista cercana, el viento; lee mandalas en árboles y veredas.  Insomne y muerto de miedo, exorciza sus fantasmas a través de la belleza cruel de sus pinturas. Sujeta la pasión de “ver más allá” con imágenes y textos: transmuta locura en creación ofrecida. Bello conjuro contra su soledad de número primo.

Y el reloj en tu puño marcó las 3.

Miguel… ¡Ah, Miguel! Es médico, como ella, una de las mentes más veloces que conoció. Interesante amalgama entre pragmatismo y arte. Epidemiólogo, viajó por el mundo con sus mensajes, trabaja para el bien público y se lo toma muy a pecho. “Un idealista”, lo definen quienes le tienen simpatía. Le indigna la desigualdad, el obsceno mapa de mortalidad infantil en su país. Ama el blues y el jazz, es músico y toca el clarinete.

El sueño de un sol y de un mar y una vida peligrosa.
Cambiando lo amargo por miel y la gris ciudad por rosa.
Te hace bien tanto como hace mal…

Miguel salió de una depresión brava, paso a paso, minuto a minuto. Don Quijote y Sancho Panza en el consultorio. Encontraron la salida a través libros y películas. Ficciones, ensayos, filosofía, letras de canciones. Paul Auster y “El palacio de la luna”: el azar, las contingencias, el deseo y el amor. Spinoza y sus pasiones tristes y alegres. Nietzsche, afirmación y potencia. Woody Allen y “Si la cosa funciona”.  “El día de la marmota”, con Bill Murray. Charly García:  ”Yendo de la cama al living” y “Raros peinados”. Y John Berger, “Con la esperanza entre los dientes”. “¡Me quemó la cabeza ese libro!”, diría Miguel (este médico tocayo del arcángel, hermano de Hermes y de Apolo).

Te hace odiar tanto como querer y más…

Seis meses después de salir de su depresión, montó a Rocinante y luchó contra los gigantes creyendo que eran sólo molinos de viento. Los gigantes se asustaron y enfurecieron: Miguel los había desafiado. Raquel dudó de su sensatez como escudera. ¿Nafta al fuego? “Crisis hipomaníaca”. Ese era el diagnóstico psiquiátrico, sin dudas. Ahora tenía que recoger el hilo del barrilete, alejar a Ícaro del sol. Por suerte, Sancho Panza y Don Quijote contaron con la ayuda de buenos amigos, la confianza en la novela escrita “entre-dos”, y el CAUTE spinoziano. Un verdadero “análisis de caballería”.

Se siente muy cansada la doctora Marmar. Este domingo tiene el pulso de quien rema en arena. Un suspiro, dos lágrimas redondas y pesadas. Hoy siente el filo de la soledad a pesar de tanta historia, tanto recorrido.

Cambiaste de tiempo y de amor, y de música y de ideas.
Cambiaste de sexo y de dios, de color y de fronteras.
Pero en sí, nada más cambiará…

¡Cuánta verdad! En el fondo, en la superficie, genio y figura…

Y un sensual abandono vendrá.
Y el fin…

Recuerda a su amigo Roby Wilder. Exactamente hoy, 4 de septiembre, hace 31 años, dos semanas antes de cumplir sus 24…

Y llevas el caño a tu sien, apretando bien las muelas.
Y cierras los ojos y ves todo el mar en primavera.
¡Bang bang bang!, hojas muertas que caen.
Siempre igual, los que no pueden más, se van.

Da rienda suelta al llanto, por su amigo suicidado, por Ana, Víctor y Miguel. Por el amor perdido hoy, otra vez.

De repente, una música garabatea el aire. Charly García le susurra al oído. Le dedica un popurrí de versos.

Quiero verte la cara brillando como una esclava negra, sonriendo con ganas.
“Eiti-leda” le arranca una sonrisa.

Cuando estés mal, cuando estés sola, si estás cansada de tanto llorar, no te olvides de mí porque sé que te puedo estimular. No pienses que estoy loco, es sólo una manera e actuar. No pienses que estoy solo, estoy comunicado con todo lo demás.
Raquel no está sola.

Necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza…

Genio y figura, Raquel Marmar se prepara un café con leche y brinda por Ana, Víctor y Miguel, por Spinoza, Nietzsche, Berger, Woody Allen y Paul Auster. Por Don Quijote y Sancho Panza. Y por el amor que vendrá. Con la esperanza entre los dientes. Gracias a Charly, ese compañero de la cruz del sur.

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