Los ojos de Celan
Tú estás
donde tu ojo está
La poética de Celan avanza “…la bebemos al atardecer / la bebemos a
mediodía y en la mañana y en la noche /
bebemos y bebemos. Avanza en el tiempo como la música. No sobrevive
si se detiene, es la nada en la inmovilidad.
Y, en el avance, encontramos sus ojos que pueblan sus poemas. Los de
Celan están más allá de la idea, más lejos de la mirada, más lejos de la
capacidad de decir; están en la acción permanente de ver. Tanto más lejos que
de cualquier cielo, tal vez, donde nacen las estrellas o en la inacabable
profundidad de la noche del hombre. Un instante después del infinito, “se nos
abre el mundo a través / de nosotros”.
No es el mundo el que revela la verdad, sino la acción del acto de ver
en el cambio perpetuo. La mirada sólo
cuenta con los convencionalismos sociales, culturales, históricos y su
desesperación se apura de certezas. Es el poder del ojo que recibe a cada
instante cambios minimalistas. Así, imperceptible, termina diferente del motivo
original. Ahí encontramos en la poética de Celan la salida o algo más parecido
a la verdad.
estás
arriba, estás
abajo, yo
encuentro salida.
En el centro, en el equilibrio en lo fijo estamos perdidos, arrojados a nuestra suerte
de dados mezclados unos con otros en un cubilete raso
Oh ese
centro errante, vacío,
hospitalario. Separados,
te caigo en suerte, me
caes en suerte, uno del otro
caído, vemos
a través:
Lo
Mismo
nos ha
perdido, lo
Mismo
nos ha
olvidado, lo
Mismo
nos ha –
En lo inconcluso de
este último verso, radica la acción: Lo perdido, lo olvidado, lo
indecible, una vez dicho, como una nota musical ya ejecutada, pierde su
veracidad, sólo vive mientras transcurre.
Los ojos de Celan son la acción pura frente a
la mirada estancada, capaces de sacar
algo valioso de un todo revuelto.
En el
venero de tus ojos
el mar mantiene su promesa.
En ella arrojo yo,
un corazón que entre los hombres ha morado,
lejos de mí mis vestiduras y el resplandor de un juramento.
En la capacidad de ver, hasta un muerto se desquita de su asesino
En el
venero de tus ojos
estrangula su cuerda un ahorcado.
Tan sólo
al desertar soy fiel.
Yo soy tú cuando soy yo.
La propia verdad, al
revelarse, pierde su categoría. El ojo observa y busca sin descanso. Tal vez
por eso Celan utiliza el énfasis por repetición. Estribillos, motores indispensables
de la música, dan ritmo a sus poemas, los catapultan lejos de las cenizas que
deja la palabra. Carga su poética de sentido y su música corre y perdura, aun
después de la lectura. Su música es la acción de ver. El ritmo: acción
permanente. Una nota no es triste ni alegre, puede expresar tristeza o alegría,
sólo el oyente es capaz de endilgarle una emoción concreta. Y allí, tal vez, pierda un significado más
profundo, indecible. Celan busca con el estribillo romper la palabra, hasta lograr
que salte del poema y pierda su dominio. Nos libera de ella, para que su
connotación no nos haga mirar el mundo que connota, si no para ponerle ritmo a
nuestra la capacidad de ver; en continuo asombro, en la profundidad más alta de
nuestra capacidad.
En la repetición, las palabras cantan y- como un arte poética- escribe
en el poema: Argumentum e silentio
A cada
uno la palabra.
A cada uno la palabra que le cantó,
cuando la jauría le atacó por la espalda -
A cada uno la palabra que le cantó y quedó helada
Porque la palabra está muerta en su fijación
Cualquier
palabra que pronuncies-
das las gracias
a la corrupción.
Las palabras te dicen lo que ellas quieren, Celan va por más. Con su
canto vuelan más allá de las estrellas,
se “sobrebañan” en el mar
¿Quién
dice que se nos murió todo
cuando se nos quebraron los ojos?
Todo despertó, todo comenzó.
El ojo nunca muere, tiene el don de percibir el permanente cambio y escapa del
lugar común de un inconsciente colectivo, de un atravesamiento cultural. Celan
parte las palabras al repetirlas, les quiebra el sentido, las acciona como a
una nota musical arrastrada por el ritmo. La música siempre avanza
tiempo
es de que se sepa,
tiempo es de que la piedra pueda florecer,
de que en la inquietud palpite un corazón.
Tiempo es de que sea tiempo.
En el ojo no está la tristeza, tal vez esté en la mirada
No
busques en mis labios tu boca,
ni en la puerta al extraño,
ni en el ojo la lágrima.
En
el ojo está el pulso vital
En la
fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores de la mar del extravío.
En la fuente de tus ojos
el mar cumple su promesa.
Tan sólo
al desertar soy fiel.
Yo soy tú cuando soy yo.
La personalidad- la verdad-
es la mentira. Sólo en el movimiento soy verdad.