SAN EXPEDITO
Se
aferra al pasamano, avanza un poco, se inclina y entrega una estampita de San
Expedito. Un paso más, otra estampita desciende hasta un pasajero. El colectivo avanza
lento, por momentos frena como camión de carga. Entrega una estampita a un
estudiante al final del pasillo, la rehúsa fastidioso y entonces la frenada, el
intento inútil, los dedos buscan urgente el pasamanos que ya no está, San
Expedito crucifijo en alto se desparrama bajos los asientos, la mano a tientas
quiere levantar el resto del cuerpo. Algunos pasajeros lo incorporan, juntan
las estampitas.
Al
fin se levanta, toma las estampitas con el muñón izquierdo, el pasamanos con la
mano solitaria, entonces, vuelve sobre sus pasos a recoger moneditas.
El
arco silbó en el aire antes de acariciar las cuerdas, entonces el cello sonó, Bach renació en el aire.
Guiño
de eternidad para quien reverdece en cada armonía, en la vibración del abeto
que de memoria propia tiene su música de nieblas, de cantos salvajes y ahora
también de preludios en sol mayor.
¿Qué
otra cosa, la eternidad, si no este ardid a la finitud?
Fuera
Bach a la tierra de la mano de la muerte y de la tierra al abeto de la mano de
la vida, a las cuerdas tensas, a estas melodías, a este ardor en fantasías.
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