Malos ejemplos
La casa:
Las Fuerzas armadas y la religión
católica fueron, por muchos años, el
alimento en lo fue la casa histórica de la familia. El bisabuelo Arnaldo había
sido miembro de la Corte Suprema de Justicia. La casa, ya en el siglo pasado,
estaba enclavada en la zona alta de las lomas de San Isidro, muy cerca del río.
Amplios jardines sobre las lomas y frondosas arboledas daban la bienvenida. El
salón de los recuerdos, decía siempre mi padre. En esa familia siempre hubo
militares, jueces y curas. La bisabuela Teresa no se quedaba atrás: socia
fundadora de la sociedad de beneficencia “Hijas de Cristo rey”. Las paredes con
sus retratos de San Martín, Belgrano, Saavedra y fotos del almirante Rojas, amigo personal de
padre.
Así fue la vida
de Bona, a la espera de su adolescencia
para ingresar al Liceo. Luego,
seguramente, al Colegio Militar. El legado familiar era ser general del ejército.
El padre, almirante en actividad en la Armada Argentina, colgaba sobre la
inmensa chimenea de la casa su pistola reglamentaria.
-
¿Sabes qué, hijo? Estamos pasando momentos difíciles. Por ahí
nos atacan los apátridas subversivos y tenemos que defender la familia.
Cuando ingresó
al último año del colegio militar, el padre le regaló una pistola automática Bereta
italiana.
-
Tenela siempre cerca, hijo.
Vidas paralelas:
Por los mismos años, otro fue el derrotero de Federico. Cuando en
1972 se recibió de subteniente lo enviaron a cursos de formación en la escuela
de las Américas, en Panamá. Tal vez allí y sin saberlo se cruzó con el futuro
Teniente Bona. Años después, Federico regresó con sólidos conocimientos sobre la lucha antisubversiva y técnicas
especiales de torturas. Siendo ya capitán, lo enviaron a cumplir funciones al
monte tucumano a las órdenes del General Menéndez. En la primera acción comandó
un grupo de tareas y tomó por asalto
una casa con militantes políticos de izquierda. Tras el intenso tiroteo,
capturó a tres hombres y a una mujer embarazada. Cuando regresó al cuartel, dejó
detenidos a los cuatro, preparó un informe del hecho y asentó el estado físico
de los prisioneros: “heridas leves en las piernas y brazos”.
Por la noche, mientras brindaba con sus compañeros por el bautismo
de fuego, el General Menéndez lo convocó a ir juntos a ver a los detenidos.
El pacto de sangre:
Ya
frente a los detenidos, le dijo al General:
-A esos
detenidos yo no los traje así de maltrechos y torturados.
Entonces, el
General sacó su arma y agregó:
- Capitán, son
sus detenidos, termine con el tema.
El Capitán Federico acomodó su prolijo bigote,
se pasó la palma de la mano sobre su pelo cortado al ras y dijo:
Yo soy un soldado, señor. Y si mato lo hago en combate.
El odio del General no se hizo esperar:
-Acaba de firmar
su baja del ejército, Capitán Federico.
Por
esas cosas que tiene la vida, el gringo Bona estaba detrás de escena. Dio un
paso adelante y tomó el arma. Disparó contra los indefensos y se ganó un lugar de
privilegio con el General. A partir de allí, el Bona formaba parte del grupo
selecto del Tercer cuerpo de ejército e
intervenía en casos especiales, como oficial de inteligencia. Se especializó en
torturas a mujeres.
A comienzos de
los años 80, sin la protección de la dictadura militar y perseguido
judicialmente por crímenes de lesa humanidad, entró en crisis psicológica y lo
enviaron a tratamiento.
El tratamiento:
Cada vez que
pretendía tener sexo con una mujer, fuera quien fuera, no podía evitar recordar
imágenes de mujeres desnudas y torturadas. Los gritos de las víctimas, los
golpes, la sangre formaban parte de su imaginario estable.
“Los 33
orientales”:
EL ex Capitán Federico
comenzó otra vida fuera de los cuarteles. Informado de la baja del ejército, primero
superó el repudio de sus camaradas, que en distintas oportunidades lo trataron
como a un traidor a la Patria. Se enteró después que no había sido el único que
se comportó como un auténtico soldado. Junto a él hubo otros 32 oficiales dados
de baja a quienes popularmente se llamó “los
33 orientales”. Comenzó a estudiar sociología
en la UBA y también cursó algunas materias en Ciencias Económicas. Ya no vivía
en barrios militares y podía leer cualquier cosa para informarse sobre el mundo,
libre ya de la parcialidad de la información proporcionada por las minutas que había recibido en las fuerzas
armadas durante los años anteriores.
-Hay otra vida y
otra gente, me doy cuenta que durante la carrera militar se debería estudiar en
la universidad estatal, como complemento a la preparación castrense.
Juicio y
castigo:
Con la llegada
de la democracia, Federico comenzó a desarrollar actividad política. Puso en
conocimiento público lo sucedido y las verdaderas causas de su baja del
ejército.
El General Menéndez
fue juzgado y condenado a tres cadenas perpetuas.
Una vida de torturas:
Para el gringo Bona, la vida cambió incluso más. Años después, a causa del tratamiento psiquiátrico,
lo separaron de la fuerza por inservible.
El
tratamiento:
EL gringo Bona, tres años después
de su baja, tuvo tres intentos de suicidio. Solo y sintiéndose una piltrafa
humana, volvió a vivir en la casa paterna, donde los recuerdos e imágenes de la
vida militar lo sumergieron en una depresión enorme. Acomodado en el viejo
cuarto que había usado cuando adolescente, tenía siempre a mano su pistola
Bereta automática.
La venganza de la memoria:
“En el cuarto,
en medio de la oscuridad total, me llamaba la atención un punto de luz, ¿qué era?
Qué raro, nunca había prestado atención a este detalle, ¿de dónde venía la luz?
A pura brazada y a puro vuelo, me acerqué a esa luz y un susurro de niño me
dijo: vení por aquí, este es mi lugar, soy yo, vení, no temas, soy tus sueños.
¿Recordás qué querías ser? Qué pena me das, continuaba el susurro y se adentraba
más aun en aquel punto de luz. De golpe, el susurro se transformó en un abrazo, y luego en
un beso en la mejilla. Antes de irse, antes que se apague el punto de luz, mis
sueños me abofetearon.”
Y después:
En la oscuridad
del cuarto, la mano abrió el cajón de la cómoda y, como tantas veces lo simuló,
tomó el arma y la explosión resolvió las dudas.
Enterado del
desenlace de la vida del Gringo, Federico dijo:
-
Ese fue el acto más digno de su
vida.
Jony del Monte de Robles
Nota al pie:
En la historia de la Patria, las Fuerzas Armadas se nutrieron de los
hijos de los sectores sociales dominantes. Ganaderos, agricultores y comerciantes
disponían de los espacios de poder, aparte de manejar enormes fortunas. Las fuerzas armadas,
como los grupos de la iglesia católica y romana, poblaron el
ejército de Roca para quedarse con las inmensas extensiones de tierra de los
indios. Con posterioridad y por cuestiones de intereses económicos,
pretendieron jugar a la democracia hasta
que, en 1930, haciendo uso del poder militar, se hicieron dueños de la
estructura del gobierno desde el manejo del Colegio militar. Desde ahí en
adelante comandaron los destinos de la Patria con el aval- una vez más- de la
estructura de la Iglesia católica y apostólica y romana. Por supuesto, batieron
una bandera de defensa de sacrosantos valores.
l nivel de descomposición de sus
cuadros fue creciendo de acuerdo a cada
uno de sus socios circunstanciales: burguesía nacional, grupos económicos
nacionales, neoliberalismo internacional. Esto llevó, durante las décadas del
60 y del 70, a la instalación de dictaduras militares. El proyecto neoliberal y financiero que inundó
el mundo durante esos tiempos y durante los del 80 y 90 sumió a las Fuerzas
Armadas en la peor de las crisis. Se quebró de esa manera la estructura de
cuadros.
Los personajes de esta historia intentan
reflejar el nivel de descomposición y mostrar que no era cierto que todas las
órdenes debían cumplirse