miércoles, 22 de octubre de 2014

Malos ejemplos, un cuento de Pepe Carvalho, octubre de 2014

Malos ejemplos 


La casa:
                Las Fuerzas armadas y la religión católica  fueron, por muchos años, el alimento en lo fue la casa histórica de la familia. El bisabuelo Arnaldo había sido miembro de la Corte Suprema de Justicia. La casa, ya en el siglo pasado, estaba enclavada en la zona alta de las lomas de San Isidro, muy cerca del río. Amplios jardines sobre las lomas y frondosas arboledas daban la bienvenida. El salón de los recuerdos, decía siempre mi padre. En esa familia siempre hubo militares, jueces y curas. La bisabuela Teresa no se quedaba atrás: socia fundadora de la sociedad de beneficencia “Hijas de Cristo rey”. Las paredes con sus retratos de San Martín, Belgrano, Saavedra y  fotos del almirante Rojas, amigo personal de padre.
Así fue la vida de Bona,   a la espera de su adolescencia para ingresar al Liceo. Luego,  seguramente, al Colegio Militar. El legado familiar era ser general del ejército. El padre, almirante en actividad en la Armada Argentina, colgaba sobre la inmensa chimenea de la casa su pistola reglamentaria.
-          ¿Sabes qué, hijo?  Estamos pasando momentos difíciles. Por ahí nos atacan los apátridas subversivos y tenemos que defender la familia.
Cuando ingresó al último año del colegio militar, el padre le regaló una pistola automática Bereta italiana.
-          Tenela  siempre cerca, hijo.
               

Vidas paralelas:
Por los mismos años, otro fue el derrotero de Federico. Cuando en 1972 se recibió de subteniente lo enviaron a cursos de formación en la escuela de las Américas, en Panamá. Tal vez allí y sin saberlo se cruzó con el futuro Teniente Bona. Años después, Federico regresó con sólidos conocimientos  sobre la lucha antisubversiva y técnicas especiales de torturas. Siendo ya capitán, lo enviaron a cumplir funciones al monte tucumano a las órdenes del General Menéndez. En la primera acción  comandó  un grupo de tareas y tomó por asalto  una casa con militantes políticos de izquierda. Tras el intenso tiroteo, capturó a tres hombres y a una mujer embarazada. Cuando regresó al cuartel, dejó detenidos a los cuatro, preparó un informe del hecho y asentó el estado físico de los prisioneros: “heridas leves en las piernas y brazos”.
Por la noche, mientras brindaba con sus compañeros por el bautismo de fuego, el General Menéndez lo convocó a ir juntos a ver a los detenidos.

El pacto de sangre:
  Ya frente a los detenidos,  le dijo al General:
-A esos detenidos yo no los traje así de maltrechos y torturados.
Entonces, el General sacó su arma  y agregó:
- Capitán, son sus detenidos, termine con el tema.
 El Capitán Federico acomodó su prolijo bigote, se pasó la palma de la mano sobre su pelo cortado al ras y dijo:
Yo soy un soldado, señor. Y  si mato lo hago en combate.
El  odio del General no se hizo esperar:
-Acaba de firmar su baja del ejército, Capitán Federico.
  Por esas cosas que tiene la vida, el gringo Bona estaba detrás de escena. Dio un paso adelante y tomó el arma. Disparó contra los indefensos y se ganó un lugar de privilegio con el General. A partir de allí, el Bona formaba parte del grupo selecto del Tercer cuerpo de ejército  e intervenía en casos especiales, como oficial de inteligencia. Se especializó en torturas a mujeres.
A comienzos de los años 80, sin la protección de la dictadura militar y perseguido judicialmente por crímenes de lesa humanidad, entró en crisis psicológica y lo enviaron a tratamiento.
  
El tratamiento:
Cada vez que pretendía tener sexo con una mujer, fuera quien fuera, no podía evitar recordar imágenes de mujeres desnudas y torturadas. Los gritos de las víctimas, los golpes, la sangre formaban parte de su imaginario estable.

“Los 33 orientales”:
EL ex Capitán Federico comenzó otra vida fuera de los cuarteles. Informado de la baja del ejército, primero superó el repudio de sus camaradas, que en distintas oportunidades lo trataron como a un traidor a la Patria. Se enteró después que no había sido el único que se comportó como un auténtico soldado. Junto a él hubo otros 32 oficiales dados de baja a quienes popularmente se  llamó “los 33 orientales”.  Comenzó a estudiar sociología en la UBA y también cursó algunas materias en Ciencias Económicas. Ya no vivía en barrios militares y podía leer cualquier cosa para informarse sobre el mundo, libre ya de la parcialidad de la información proporcionada por  las minutas que había recibido en las fuerzas armadas durante los años anteriores.
-Hay otra vida y otra gente, me doy cuenta que durante la carrera militar se debería estudiar en la universidad estatal, como complemento a la preparación castrense.

Juicio y castigo:
Con la llegada de la democracia, Federico comenzó a desarrollar actividad política. Puso en conocimiento público lo sucedido y las verdaderas causas de su baja del ejército.
El General Menéndez fue juzgado y condenado a tres cadenas perpetuas.

Una vida de torturas:

                Para el gringo Bona,  la vida cambió incluso más.  Años después, a causa del tratamiento psiquiátrico, lo separaron de la fuerza por inservible.

 El tratamiento:
                EL gringo Bona, tres años después de su baja, tuvo tres intentos de suicidio. Solo y sintiéndose una piltrafa humana, volvió a vivir en la casa paterna, donde los recuerdos e imágenes de la vida militar lo sumergieron en una depresión enorme. Acomodado en el viejo cuarto que había usado cuando adolescente, tenía siempre a mano su pistola Bereta automática.

La venganza de la memoria:
“En el cuarto, en medio de la oscuridad total, me llamaba la atención un punto de luz, ¿qué era? Qué raro, nunca había prestado atención a este detalle, ¿de dónde venía la luz? A pura brazada y a puro vuelo, me acerqué a esa luz y un susurro de niño me dijo: vení por aquí, este es mi lugar, soy yo, vení, no temas, soy tus sueños. ¿Recordás qué querías ser? Qué pena me das, continuaba el susurro y se adentraba más aun en aquel punto de luz. De golpe, el  susurro se transformó en un abrazo, y luego en un beso en la mejilla. Antes de irse, antes que se apague el punto de luz, mis sueños me abofetearon.”

Y después:
En la oscuridad del cuarto, la mano abrió el cajón de la cómoda y, como tantas veces lo simuló, tomó el arma y la explosión resolvió las dudas.
Enterado del desenlace de la vida del Gringo, Federico dijo:
-          Ese fue el acto más digno de su vida.
                                                                Jony del Monte de Robles

Nota al pie:

     En la historia de la Patria, las Fuerzas Armadas se nutrieron de los hijos de los sectores sociales dominantes. Ganaderos, agricultores y comerciantes disponían de los espacios de poder, aparte de manejar  enormes fortunas. Las fuerzas armadas, como  los grupos  de la iglesia católica y romana, poblaron el ejército de Roca para quedarse con las inmensas extensiones de tierra de los indios. Con posterioridad y por cuestiones de intereses económicos, pretendieron jugar a la democracia  hasta que, en 1930, haciendo uso del poder militar, se hicieron dueños de la estructura del gobierno desde el manejo del Colegio militar. Desde ahí en adelante comandaron los destinos de la Patria con el aval- una vez más- de la estructura de la Iglesia católica y apostólica y romana. Por supuesto, batieron una bandera de defensa de sacrosantos valores. 
l nivel de descomposición de sus cuadros  fue creciendo de acuerdo a cada uno de sus socios circunstanciales: burguesía nacional, grupos económicos nacionales, neoliberalismo internacional. Esto llevó, durante las décadas del 60 y del 70, a la instalación de dictaduras militares.  El proyecto neoliberal y financiero que inundó el mundo durante esos tiempos y durante los del 80 y 90 sumió a las Fuerzas Armadas en la peor de las crisis. Se quebró de esa manera la estructura de cuadros.

Los personajes de esta historia intentan reflejar el nivel de descomposición y mostrar que no era cierto que todas las órdenes debían cumplirse

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