martes, 7 de octubre de 2014

Prosa poética de Isabel D´Amico, octubre de 2014

Ella no acentuaba con rojo, siempre dudaba con los acentos. Cuando era chica jugaba a acentuar diferente a todas las palabras que se le cruzaban por la cabeza. Algunas sonaban tan hermosas. Como "Ábrazame". No era una orden, era una súplica. Rara vez ella acentuaba. La música del otro lado se derrite, desespera  para entrar por debajo de la puerta, por el ojo de la cerradura. Prepotente, se mete en mi refugio y suena, no quiero escucharla. Busco los tapones en el cajoncito izquierdo del escritorio y los enchufo en mis oídos. Veo todo más grande, el silencio ensancha la habitación y el gris se evapora. Es el vapor del gris, quiere tejerse conmigo y hurgar con su aguja en alguna trama de la que yo no soy responsable. A modo de homenaje, el mismo día que se fue, cosí a Oki en un tapiz dorado, y me dieron ganas de hacerlo con alas. Lo hice y me detuve en sus ojos, a él no le pegué botones, a él le bordé dos líneas. Intenté, desesperada, dibujarle una voz y no pude, por eso su boca la hice en forma de beso. Hace seis meses tengo mi taller en el primer piso. Apenas lo adquirí pinté las paredes de color salmón. Salvo los techos. Los techos me gustan blancos.  

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