martes, 7 de octubre de 2014

Prosa poética de Vivi García, octubre de 2014

EL CAZADOR

El sol se asomó y, junto con él, el cazador saltó de la cama. Vistió camisa y pantalón terroso, se calzó las botas y se abrigó con una chaqueta de lana, vieja de tanto uso. La escopeta esperaba el gran día arriba del ropero, bien guardada. El cazador la tomó. Sacó las municiones del fondo de un cajón y cargó.

Llegó al lago cuando los primeros rayos del sol comenzaban a rozar la superficie. En el fondo, las gotas de agua se mantenían apretadas. Esperaban el calor que las llevaría hacia las alturas. Los peces acariciaron la superficie del agua deslumbrados por la incipiente luz. En el cielo, se dibujó la silueta del pájaro, grande, majestuoso.  Hizo un giro en el aire mientras se miraba en el espejo del agua. Hacía frío. Con la llegada del día nacían los  rumores: las copas de los árboles se agitaban bajo el peso de los benteveos, mientras su grito atravesaba el bosque. Un susurro, apenas un roce,  sobre el colchón de hojas a su izquierda llamó la atención del cazador. Cuando miró, vio la cola de una ardilla  desaparecer tras el tronco de un árbol.

Se preparó, agazapado detrás de una piedra, escopeta en mano. Inmóvil, silencioso, se confundía con la tierra. Miró hacia el cielo y vio acercarse otra vez al pájaro. Esta vez volaba en picada, con la urgencia y la concentración de quien ha visto a su presa y está decidido a tomarla. Apenas rozó el agua, su cuerpo giró en sentido contrario y se alejó, otra vez, hacia lo alto. Por un instante, el cazador pudo ver en su pico la silueta de un pez  agitado. Había llegado el momento. Fijó su mirada en el pájaro, apuntó, contuvo apenas la respiración y disparó. Mientras el pájaro caía, una estampida de aves se desprendió de la copa del árbol y la ardilla corrió, asustada,  hacia arriba, por el tronco.

* * *

Siempre le había gustado esa piedra plana que se asomaba sobre el espejo del lago. Era una plataforma ancha como para que un hombre se pudiera sentar a caballo y quedar, de esa forma, suspendido sobre la superficie del agua. Si se lo miraba de lejos, el cazador parecía flotar entre la tierra y el cielo. A un lado, varias aves esperaban el desplume. Él se dedicaba a arrancarle las plumas a ese pájaro, el primero en morir esa mañana. Cuando terminó, su chaqueta de lana estaba pegoteada con plumas, por efecto de la humedad. Delante de él, había quedado el cuerpo desnudo del pájaro. Sin su principal atributo parecía una sombra de sí mismo, como esos rellenos de los almohadones que pierden su forma cuando se los priva de la funda.


El cielo se había cubierto de nubes. Las gotas de agua volvieron al lago en forma de lluvia.

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