miércoles, 29 de octubre de 2014

Prosa poética de Santi Resnik, octubre de 2014

Sus manos acariciaban levemente el césped,  solían acompañarse por los puños de una camisa a cuadros rojos y negros, pero esta vez, físico al viento, alzó la mirada perdida y pasó de largo todo el resto del patio. Llegó a la estrellada noche y se clavó en una triada de astros. 
Hace rato estaba sentado ahí, ya había visto el sol bajar y las luciérnagas salir de sus nidos.  Así, mezclaba luciérnagas con estrellas arriba y luciérnagas con reflejos abajo, todo envuelto en frescos hedores y una suave melodía de fondo.
Entumecido, una gran cantidad de bichos de luz lo sorprendió.  La nube amarilla  subía por entre sus más pequeñas titilaciones hermanas, dobló hacia la izquierda en el aire y apuntó curso directo hacia su cara. Tanteó por el piso que tenía cerca, nada. Ahora sus manos, ya despegadas del césped, lanzaron dos bofetadas abiertas a la nube. Cuando abrió los ojos, la danza entre el campo y las estrellas había restablecido otro orden.

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