viernes, 31 de octubre de 2014

prosas poéticas por Gaby Ramos, octubre de 2014


El hielo

Tras la silla, la sombra de tu cuerpo forja una palabra dulce para escuchar, tu sombra proviene de la brisa cálida desde  el océano, densa como él. Me mirás a los ojos, tus ojos, grano de café melodían desde la caja de música escondida en el cajón de la cómoda.  Espero atenta la dulzura de tu voz, espero que se abra tu boca, que tu lengua haga el ademán  para “decir”.
Entonces, en la plaza central se hacía de noche, se entonaban melodías, como las de tu boca y los chicos salían a jugar y los viejos se sentaban en los bancos y nosotros nos quedábamos, para quedarnos más. Y comenzaba a tocar la orquesta y el verde brillante de los árboles en la noche nos regalaba cierta calma.
Y miré la luna, que estaba entera, blanca como la leche y fría.
Tu boca: cuando amanece desde la torre del castillo el paisaje, mar abierto, pulmón en expansión; yo respiro, abrís tu boca, boca chocolate, boca de selva, boca salvaje, boca animal.
Cuando nos besemos, el beso.  Nocturno, deviene con aire denso, cálido, trópico, línea anclada en mi comisura, a tientas en la oscuridad, tus manos  bajan: mi cintura se hace diminuta, mi espalda de hielo, se derrite todo de a poco.
Una noche entre tus brazos, camina como cucaracha, brillante, en excursión. Como tiempo de arena entre los dedos y todo parece volver a empezar: la luna es de chocolate.
Abrís la boca para “decir” y sé que la melodía viene del sur, promesa, cuento de antaño y todos cierran las puertas en el pueblo y la cucaracha echa a andar hasta volar. Y entre tus labios surge la palabra final, decís:
-Hie-lo

Los dos sonreímos y la luna vuelve a ser blanca y  ya es carcajada.


En flores negras

                Tu boca se esconde hoy en flores negras y la tenue sombra de tu cuerpo gris en las palomas: trepa a las nubes, muda. Bajo la última estrella que vimos, dibujada en la arena con el índice sobre la duda: un corazón y una raíz abierta. Un pájaro de acero parte el horizonte en tres y nos hundimos en la tierra tierna de semillas y esperanzas. En las orillas del mar o del río hacemos la figura del cielo, algo azul o verde,  témperas niñas en papeles de horas tarde.
Cuando crece la brisa, el viento se arrulla y nos envolvemos entre el cielo y la tierra: coquear, susurro. Un silencio de estrellas enteras en la noche fugaz y redonda como tu mano. Se tiñe tu voz de tormentas, relámpagos, tiernas lloviznas  nutren la humedad de los vuelos de pájaros y reptiles en el hueco en que entra nuestro secreto, en la gris hora del tiempo y del adiós.
Los perros ladran y se escuchan en las paredes roídas de la ciudad y duermo, entre telas de araña y gusano, como una niña de satén.
En flores negras se ocultan nuestros días de barro y hielo, de sol y luz.


De papel

Las horas de papel
entre maníes y cigarrillo,
El vino en la garganta, en el mantel,
 en la frente.
                         Tu boca húmeda, intenta un secreto:
 se acorta la luz tenue de la lámpara verde
Entre tus manos  inventa un impasse,
suspiro
Hace años nos encontrábamos a escondidas
de tu sombra,
y fue difícil:
Logramos jugar con piedras,
las horas, de papel.

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