Mensaje
encontrado en una botella
Mi salvación fue una gran mentira. Hace
mucho estoy en esta islita desierta.
Vine por voluntad propia, harto del hombre y de la mujer. Si hubiera sabido, ante esta extrema
necesidad de escribir, hubiese traído un libro de cómo hacer más hojas. Mi casa
tiene forma de escritura. Este pedacito de papel es el último. No obstante,
tendré las piedras, la corteza de los árboles, la arena para seguir con las
marcas de las letras. Y entonces es a vos al que invoco, lector, a venir y
morir en este punto en el medio del océano. Sólo así escribirás. De mí, puede
que ya no quede más nada.
Robinson Crusoe
El Pensador
Un político de estos años pasó cerca de
la estatua del pensador y, mientras se rascaba la cabeza, se preguntó: ‘¿No
estará poniendo todos sus esfuerzos, en cuerpo y alma, para cagar?’. Un
ladrón de casas que arrastraba su
carro, repleto de muebles y libros, lo
reconoció. Tirado por el carrero, un
huevazo estalló en la frente del político. Antes de darse cuenta quién había
sido, el ladrón dobló en la esquina y se fue. Desde un tercer piso un juez
enardecido vio pasar al ladrón, corrió y bajó por la escalera. En la calle los
dos hombres se enfrentaron con las miradas. El hombre de leyes era víctima de
sus robos y acechos permanentes. Enfurecido, sacó un arma y le apuntó al
carrero en el pecho. El ladrón, antes que lo matara, exclamó: ‘¡Corazón! ¡No me
cagués la vida! Piensa, luego existe’.
Alicia sin el país de las maravillas
Cuando la niña sin nombre y distraída
cayó al agujero sin fondo, sus sueños fueron infinitos. Cuando salió del pozo
fue Alicia, se casó, tuvo hijos, casa, un auto y se aburrió de la vida.
Entonces buscó al agujero roto, pero sólo encontró uno con fondo y muchas paladas de tierra sobre su cabeza.
Prioridades: Primero un lavarropas y después
el amor
Una
mujer coqueta y de clase media se
enamoró de un pobre mecánico de autos. Llegó a su casa de chapa y madera, entró por una cortina de tela rasgada y horrorizada
le tiró en la cara al tipo, de un sopetón, una serie de exclamaciones y
preguntas antes de irse: ¡Te quiero mucho! ¡Pero hay prioridades! Al final,¿
cuántos años tenés? ¿Tenés heladera? ¿No tenés lavarropas? ¿Por qué no me
dijiste nada de vos antes de traerme acá? ¿Qué será de mi futuro, del futuro de
mis hijos? ¿Dónde están las puertas?’ El hombre de barba larga y blanca,
todavía vestido con su mameluco sucio de grasa, se sobrepuso le contestó:
‘Dentro de tu corazón’.
Sin cara fuera de la pantalla
Las prisiones se han modernizado mucho.
Ahora los reos, clandestinamente, pueden usar computadoras y establecer miles
de conexiones con gente amiga, ya sea por facebook o por otros medios. Cuando
Santiago Apoliyo escapó de la cárcel ayudado por las manos unidas en forma de
cuenco por Solís Puente, al saltar una
pared, nada encontró fuera. Solís había muerto por las balas
de los poli contra su espalda antes de
trepar el muro. La mujer de Apoliyo
estaba juntada con otro, sus hijos se casaron y lo olvidaron, algunos amigos
habían estirado la pata y los que quedaban le dieron la espalda como si hubiera tenido una enfermedad contagiosa. Un día una mujer rica le ofreció el oro y el
moro a cambio de sexo. Santiago aceptó, pero buscaba otra cosa. Al poco tiempo
se separó de ella y le robó todo lo que tenía, incluida su perra salchicha.
Ella hizo la denuncia a la policía y lo buscó por todos lados sin éxito. Él se
fugó a una pequeña zona perdida del África. En un campo de la Cruz Roja, daba
una mano a los enfermeros de todo el mundo para combatir la plaga del ébola.
Allí se hizo cambiar de nombre. Se puso uno largo igual a una frase. En Kulu
Kulu todo está permitido. Ahora, su nuevo documento, sin fotografía, y parecido
a una tarjeta de navidad, dice en letras azules y brillantes coronadas por
estrellitas blancas: Puente caído te ama, lejos de lo virtual.
Corazón delator
Soy mudo. Si no lo fuera, todo lo que dijera
podría ser usado en mi contra. Todos mis gestos son contenidos en uno: la
sonrisa irónica. Mis manos las contraigo hasta hundirlas en mis mangas, no quiero que se vean
tembleques. Mis piernas cojean, entonces, uso zapatos especiales. El cuchillo
lo llevo escondido en el fondo de mi bolso negro. Soy ciego pero lo disimulo
sin usar el bastón: conozco cada piedra de mi camino al trabajo. En los trenes
y colectivos escucho las voces. Todas me alteran, por eso, uso tapones en los oídos. De vuelta a casa las
moscas me reciben en medio de la oscuridad mientras las ratas duermen en el
tejado y, cuando el ruido de la lluvia tapa mis gritos sordos de rabia y miedo,
hay una sola cosa que me delataría : si me acariciaran mi corazón agitado
lloraría y hablaría.
Pedido
Se busca a la menor Ayelén Ríos de 15
años de edad, quien se ausentó de su domicilio el domingo 24 de Agosto. Es delgada, de estatura
mediana, ojos marrones y padece de esquizofrenia. Cualquier información
comunicarse con la comisaría Nº 0 de Azul. La última vez fue vista con alas en
los pies y de la misma edad que las montañas y los océanos.
Barquero
de los sueños
Las olas de mis sueños iban y venían. No
sabía si era rico, pobre o la madera de una balsa a la deriva. Cuando abrí los
ojos, el beso de mi madre fue tan caliente, tan amoroso, que las olas hirvieron
y se llevaron a todos los muertos de mi infierno. Navegué sin temor y no
desperté más.
Las dudas de Homero
Hubo una pelea mortal entre Aquileo y
Héctor. ¿Cuál fue la suerte de Héctor? ¿Cuál, la de Aquileo? Todavía hoy
desmenuzo las respuestas en función de estas preguntas: ¿Mortales o inmortales?
Mortales, porque detrás y lejos de sus espaldas están los dioses, inmortales
porque cuando mueran los reviviré en una próxima historia. ¿Y Atenas? ¿Y Troya?
¿Qué serán de ellas?: El desierto me lo dirá.
De ricos y pobres
Mi madre fue sirvienta de los ricos y
burgueses. Obtenía de ellos, después del trabajo, aparte de un sueldo en negro,
algo de comida y ropa de regalo. Cuando cumplió 84 años, ya no pudo trabajarles
más debido a la debilidad de su corazón. Entonces, para esa gente, perdió su
nombre, el apellido, su casa y la existencia misma. Nunca la vieron, nunca más
la recordaron. Sin embargo, ella me dijo antes de morir, con toda la rabia de
su voz: ‘Contale a todo el que esté a tu lado que alguna vez existió una vieja
sola y de gran corazón que te crió y crió los hijos ajenos. Y siempre, en la
soledad y en la compañía, pedile al viento, al sol, a las estrellas, a la luna
y a los árboles que sean tu fuerza, guía y hermanas de tus brazos, piernas,
manos y cuerpo. Prolongá la naturaleza.
Escuchala. Ella, cuando guardes silencio, dejará el polvo de quienes murieron
pobres nacidos de buena familia o ricos nacidos pobres-el azar nos bambolea
sobre el mar, de una orilla con palmeras
a otra desértica- sobre el cuenco de tus manos, el viento traerá sus desgracias
y felicidades, la tierra donde nacieron, el crepúsculo de sus dioses y la
memoria se despertarán en vos como un hacha cortadora de cadenas de esclavos’.
Las flores de la vida, las artificiales y de
las otras
A Inés Inocencia, por su belleza y
simpatía, nunca le faltaba un compañero a su lado. Era amorosa y daba todo su
cariño a cuanta persona se le cruzara en el camino. Su vida resultaba un cuento
de hadas salido de un libro con dibujos y maquetas de papel, hadas saltarinas
por cada página abierta. Un día vino un señor de saco, corbata, bien perfumado
y con botas en los pies, agarró el libro de Inés Inocencia, lo abrió y sin
titubear arrancó una por una todas las hojas. Hizo un gran bollo con ellas y
las tiró a la basura.
El muerto olvidado
Dicen que el aleteo o el vuelo de una
mariposa en el Japón puede provocar un terremoto en Chile o Argentina. ¿Qué
será de mí cuando alguien me nombre?
Exterminio por
sacrificio
Cuando Juan de Solís desembarcó en las
costas del Río de la Plata, para los guaraníes nada fue lo mismo. Les cambiaron
el oro por platos, cubiertos y cuchillos, su religión por otra de buenos
modales y, ante todo, evitaron que las indias siguieran con el sacrificio de
sus hijos a los dioses. Juan de Solís puso a las embarazadas contra las paredes
de adobe de sus casas y las mató, una por una. Después del último fusilamiento,
exclamó: ‘¡Muerta la perra, muerta la rabia!’
Sufragio bajo el sol
Todas las encuestas dan por terminada la
era del pueblo o los días de la llama de los humildes. Las encuestas en el cuarto
oscuro y frío de los burócratas, burgueses y ricos. Pero siempre, bajo el sol,
una mano sucia, callada y llena de fuego se alza por encima de sus votos y
hunde sus cabezas en el fondo de las urnas.
El fuego del
escritor
Ni bien Prometeo robó el fuego a los
dioses, los mortales crearon sus cosas e inventaron el tiempo. Y, con él, la
mañana, la tarde y la noche. La llama nueva los calentaba en el invierno y les
daba las armas para el verano. Una vez que todo esto sucedió, Prometeo se
retiró conforme del lado de los hombres.
En la mitad de la noche del día de todos los muertos, un escritor soñó con
Prometeo: -¡Qué querés!’, le
reprochó el titán por haberlo despertado de su siesta.
-Devolverte el fuego- respondió el escritor.
-¡De ningún modo! ¡Es tuyo!- le recriminó Prometeo.
-Me arreglo con la noche-
-¡Desagradecido! ¡Te maldigo para siempre!- gritó el titán enfurecido.
Y al escritor le sacó las armas, las estaciones del año,
las noches, las tardes y las mañanas. Le dejó la llama, en donde se consumió
por el resto de su vida.