viernes, 19 de septiembre de 2014

maravillosa sucesión de microrrelatos encadenados, por Roberto Aguilar, septiembre de2014

                                      


                                                           Mensaje encontrado en una botella
       Mi salvación fue una gran mentira. Hace mucho  estoy en esta islita desierta. Vine por voluntad propia, harto del hombre y de la mujer.  Si hubiera sabido, ante esta extrema necesidad de escribir, hubiese traído un libro de cómo hacer más hojas. Mi casa tiene forma de escritura. Este pedacito de papel es el último. No obstante, tendré las piedras, la corteza de los árboles, la arena para seguir con las marcas de las letras. Y entonces es a vos al que invoco, lector, a venir y morir en este punto en el medio del océano. Sólo así escribirás. De mí, puede que ya no quede más nada.
                                                                                                  Robinson Crusoe

                                                                        El Pensador
       Un político de estos años pasó cerca de la estatua del pensador y, mientras se rascaba la cabeza, se preguntó: ‘¿No estará poniendo todos sus esfuerzos, en cuerpo y alma, para cagar?’. Un ladrón   de casas que arrastraba su carro, repleto de muebles y libros,  lo reconoció.  Tirado por el carrero, un huevazo estalló en la frente del político. Antes de darse cuenta quién había sido, el ladrón dobló en la esquina y se fue. Desde un tercer piso un juez enardecido vio pasar al ladrón, corrió y bajó por la escalera. En la calle los dos hombres se enfrentaron con las miradas. El hombre de leyes era víctima de sus robos y acechos permanentes. Enfurecido, sacó un arma y le apuntó al carrero en el pecho. El ladrón, antes que lo matara, exclamó: ‘¡Corazón! ¡No me cagués la vida! Piensa, luego existe’.

                                                            Alicia sin el país de las maravillas
       Cuando la niña sin nombre y distraída cayó al agujero sin fondo, sus sueños fueron infinitos. Cuando salió del pozo fue Alicia, se casó, tuvo hijos, casa, un auto y se aburrió de la vida. Entonces buscó al agujero roto, pero sólo encontró uno con fondo y muchas  paladas de tierra sobre su cabeza. 

                                                 Prioridades: Primero un lavarropas y después el amor
       Una mujer coqueta y de  clase media se enamoró de un pobre mecánico de autos. Llegó a su casa de chapa y madera,  entró por una cortina de tela rasgada y horrorizada le tiró en la cara al tipo, de un sopetón, una serie de exclamaciones y preguntas antes de irse: ¡Te quiero mucho! ¡Pero hay prioridades! Al final,¿ cuántos años tenés? ¿Tenés heladera? ¿No tenés lavarropas? ¿Por qué no me dijiste nada de vos antes de traerme acá? ¿Qué será de mi futuro, del futuro de mis hijos? ¿Dónde están las puertas?’ El hombre de barba larga y blanca, todavía vestido con su mameluco sucio de grasa, se sobrepuso le contestó: ‘Dentro de tu corazón’.

                                                                 Sin cara fuera de la pantalla
    Las prisiones se han modernizado mucho. Ahora los reos, clandestinamente, pueden usar computadoras y establecer miles de conexiones con gente amiga, ya sea por facebook o por otros medios. Cuando Santiago Apoliyo escapó de la cárcel ayudado por las manos unidas en forma de cuenco por  Solís Puente, al saltar una pared, nada encontró fuera. Solís había muerto por las   balas de los poli  contra su espalda antes de trepar el muro.  La mujer de Apoliyo estaba juntada con otro, sus hijos se casaron y lo olvidaron, algunos amigos habían estirado la pata y los que  quedaban le dieron la espalda como si  hubiera tenido una enfermedad contagiosa.  Un día una mujer rica le ofreció el oro y el moro a cambio de sexo. Santiago aceptó, pero buscaba otra cosa. Al poco tiempo se separó de ella y le robó todo lo que tenía, incluida su perra salchicha. Ella hizo la denuncia a la policía y lo buscó por todos lados sin éxito. Él se fugó a una pequeña zona perdida del África. En un campo de la Cruz Roja, daba una mano a los enfermeros de todo el mundo para combatir la plaga del ébola. Allí se hizo cambiar de nombre. Se puso uno largo igual a una frase. En Kulu Kulu todo está permitido. Ahora, su nuevo documento, sin fotografía, y parecido a una tarjeta de navidad, dice en letras azules y brillantes coronadas por estrellitas blancas: Puente caído te ama, lejos de lo virtual.

                                                                          Corazón delator
       Soy mudo. Si no lo fuera, todo lo que dijera podría ser usado en mi contra. Todos mis gestos son contenidos en uno: la sonrisa irónica. Mis manos las contraigo hasta hundirlas  en mis mangas, no quiero que se vean tembleques. Mis piernas cojean, entonces, uso zapatos especiales. El cuchillo lo llevo escondido en el fondo de mi bolso negro. Soy ciego pero lo disimulo sin usar el bastón: conozco cada piedra de mi camino al trabajo. En los trenes y colectivos escucho las voces. Todas me alteran, por eso,  uso tapones en los oídos. De vuelta a casa las moscas me reciben en medio de la oscuridad mientras las ratas duermen en el tejado y, cuando el ruido de la lluvia tapa mis gritos sordos de rabia y miedo, hay una sola cosa que me delataría : si me acariciaran mi corazón agitado lloraría y hablaría. 

                                                                          Pedido
       Se busca a la menor Ayelén Ríos de 15 años de edad, quien se ausentó de su domicilio el  domingo 24 de Agosto. Es delgada, de estatura mediana, ojos marrones y padece de esquizofrenia. Cualquier información comunicarse con la comisaría Nº 0 de Azul. La última vez fue vista con alas en los pies y de la misma edad que las montañas y los océanos.


                                                                      Barquero de los sueños
       Las olas de mis sueños iban y venían. No sabía si era rico, pobre o la madera de una balsa a la deriva. Cuando abrí los ojos, el beso de mi madre fue tan caliente, tan amoroso, que las olas hirvieron y se llevaron a todos los muertos de mi infierno. Navegué sin temor y no desperté más.

                                                                      Las dudas de Homero
       Hubo una pelea mortal entre Aquileo y Héctor. ¿Cuál fue la suerte de Héctor? ¿Cuál, la de Aquileo? Todavía hoy desmenuzo las respuestas en función de estas preguntas: ¿Mortales o inmortales? Mortales, porque detrás y lejos de sus espaldas están los dioses, inmortales porque cuando mueran los reviviré en una próxima historia. ¿Y Atenas? ¿Y Troya? ¿Qué serán de ellas?: El desierto me lo dirá.

                                                                        De ricos y pobres
       Mi madre fue sirvienta de los ricos y burgueses. Obtenía de ellos, después del trabajo, aparte de un sueldo en negro, algo de comida y ropa de regalo. Cuando cumplió 84 años, ya no pudo trabajarles más debido a la debilidad de su corazón. Entonces, para esa gente, perdió su nombre, el apellido, su casa y la existencia misma. Nunca la vieron, nunca más la recordaron. Sin embargo, ella me dijo antes de morir, con toda la rabia de su voz: ‘Contale a todo el que esté a tu lado que alguna vez existió una vieja sola y de gran corazón que te crió y crió los hijos ajenos. Y siempre, en la soledad y en la compañía, pedile al viento, al sol, a las estrellas, a la luna y a los árboles que sean tu fuerza, guía y hermanas de tus brazos, piernas, manos y cuerpo. Prolongá  la naturaleza. Escuchala. Ella, cuando guardes silencio, dejará el polvo de quienes murieron pobres nacidos de buena familia o ricos nacidos pobres-el azar nos bambolea sobre el mar,  de una orilla con palmeras a otra desértica- sobre el cuenco de tus manos, el viento traerá sus desgracias y felicidades, la tierra donde nacieron, el crepúsculo de sus dioses y la memoria se despertarán en vos como un hacha cortadora de cadenas de esclavos’.

                                              Las flores de la vida, las artificiales y de las otras
      A Inés Inocencia, por su belleza y simpatía, nunca le faltaba un compañero a su lado. Era amorosa y daba todo su cariño a cuanta persona se le cruzara en el camino. Su vida resultaba un cuento de hadas salido de un libro con dibujos y maquetas de papel, hadas saltarinas por cada página abierta. Un día vino un señor de saco, corbata, bien perfumado y con botas en los pies, agarró el libro de Inés Inocencia, lo abrió y sin titubear arrancó una por una todas las hojas. Hizo un gran bollo con ellas y las tiró a la basura.


                                                                      El muerto olvidado
       Dicen que el aleteo o el vuelo de una mariposa en el Japón puede provocar un terremoto en Chile o Argentina. ¿Qué será de mí cuando alguien me nombre?


                                                               Exterminio por sacrificio
       Cuando Juan de Solís desembarcó en las costas del Río de la Plata, para los guaraníes nada fue lo mismo. Les cambiaron el oro por platos, cubiertos y cuchillos, su religión por otra de buenos modales y, ante todo, evitaron que las indias siguieran con el sacrificio de sus hijos a los dioses. Juan de Solís puso a las embarazadas contra las paredes de adobe de sus casas y las mató, una por una. Después del último fusilamiento, exclamó: ‘¡Muerta la perra, muerta la rabia!’


                                                                   Sufragio bajo el sol
       Todas las encuestas dan por terminada la era del pueblo o los días de la llama de los humildes. Las encuestas en el cuarto oscuro y frío de los burócratas, burgueses y ricos. Pero siempre, bajo el sol, una mano sucia, callada y llena de fuego se alza por encima de sus votos y hunde sus cabezas en el fondo de las urnas.


                                                                    El fuego del escritor
       Ni bien Prometeo robó el fuego a los dioses, los mortales crearon sus cosas e inventaron el tiempo. Y, con él, la mañana, la tarde y la noche. La llama nueva los calentaba en el invierno y les daba las armas para el verano. Una vez que todo esto sucedió, Prometeo se retiró conforme del lado de los hombres.                                                                                                                                                                            
En la mitad de la noche del día de todos los muertos, un escritor soñó con Prometeo:          -¡Qué querés!’, le reprochó el titán por haberlo despertado de su siesta.
-Devolverte el fuego- respondió el escritor.
-¡De ningún modo! ¡Es tuyo!- le recriminó Prometeo.
-Me arreglo con la noche-
-¡Desagradecido! ¡Te maldigo para siempre!- gritó el titán enfurecido.
       Y al escritor  le sacó las armas, las estaciones del año, las noches, las tardes y las mañanas. Le dejó la llama, en donde se consumió por el resto de su vida. 

                                             




        

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