Pájaros periódicos
El desvelo de las hojas de invierno tirita
al mundo. Esconde sus garras el león debajo de las camas y despedaza las máscaras
junto a él. Te llaman las flores, los animales, las piedras a enjuagar tu boca
a la orilla de algún río. Vomitás sangre y te negás a entregar el orgullo de
haber matado el día anterior. Te supuran los oídos, pero estás contra el viento
y tus labios gotean rabia, desencanto.
Las sábanas mojan un barquichuelo y lo hunden. ¡Son tan largos los resortes de
conchas y piedras preciosas!
El tiempo golpea esteros. Matices de arco
iris en la nada de la lluvia.
Vos
vivís de eso, de mucha más savia que tormentos.
Una alondra, un murciélago
inmigran a tu país por la noche.
Saltás a la calle,
extendés
los
brazos en medio de la plaza y esperás al perro de la mañana mear
tu
tronco hongueado.
Busco una mortaja para seguir. Tiro del hilo,
del silencio, del blanco. Hoja
sobre hoja,
cálido espanto.
Nada me recuerda a vos. Ni los vacíos de
trenes entre la
medianoche
y la madrugada. ‘¡ Yo que canté a los unicornios despecha-
dos
por una margarita! ¡Y yo que blandí mi espada de niño sobre el techo
de
mi casa!’
La sucesión de palabras, la sucesión de palabras.
Nada sos.
Te maté sobre la
aurora.
A la altura de una hormigonera, Clarís y los
párrafos desarreglados me tiran un montón de piedras. Junto las sillas de las
discordias, nombro a todos los ciegos, los siento, construyo un pentagrama de
la locura. Magdalena, Oscar, Homero, Borges no están aquí. Cemento los
ladrillos confortables.
Traiciono a los huracanes y despoblados. Por
un momento agito el piercing en el medio de tu lengua. Te lo muerdo.
¿Qué hay? ¿Qué hay?
Llaman a las puertas los podridos viejos que
despreciaste ayer. Una humareda de los eucaliptos quemados en la esquina. Pasan
y pasan
basureros.
El remolino de la primera hora. Ya
es mucho pedir. Bomberos y policías
a la deriva de sus ululares. No
querés apagar este incendio.
Las llamas crecen al ritmo de tu voz.
Amás los cementerios, el cortejo de
colectivos por la avenida Corrien-
tes,
la basura desparramada por las calles. Pisás mierda de los perros,
desgranás en enfermedades. Tu reloj ya no se
ve. No hay tic-tac o cro-
nómetros que esperen. Juntás latas de coca y las
vendés. Nadie te reco-
noce.
Una bandada de cuervos azuza tu memoria. Bebés la hiel del tejido
de
Morticia. Sos eterno, una paloma caga en tu pecho. ¡Mil años de suer-
te!
Las llamas crecen al ritmo de tu sangre.
-¿Nabucodonosor?, ¿Quién es?,¿Un guerrero?
¿un Don Juan?, ¿un de-
samorado?,
¿Un demonio? ¿pero importa? ¡Dame un vaso de agua!
El fuego no para.
Quien entra a tu cuarto no se esconde debajo
de las sábanas, a tu lado, te toca el
sexo. Se sienta junto a vos y pide que le hablés. Te toma tu
mano.
Sentís el trueno de la roca. La abuela del odio que te parió no te
lleva,
te amamanta con sus tetas lúbricas. ¡Para qué más días o noches!
La
imagen descansa sobre tu piel.
Hay noticias inconformes, inconexas. Ay, Ay,
una colibrí sobre la ca—
beza
de este papel, sobre todas las edades.
Chupa.
Deja un ala de terciopelo en
tu mejilla.
Sopla un beso toda la ternura sobre el
fuego. Las ciudades se van. Te levantás. La lengua del amor secciona tu carne.
No tenés cabeza.
Yo aclaro los fragmentos del dolor , la
alegría, la noche. Un zorzal canta a la luna. Ay, Clarís, los primeros
vestigios del sol de la mañana. Y huye.
Pájaro de color
Pájaro azul de las estrellas vuela alto y
baja.
Torsionado por el rayo de las ruedas y el
sol entre los edificios, va cuesta a-
bajo con su joroba
y muda de ropa como montaña. Llega la víbora metálica a
la estación. Atrae,
come todo. Entra el hombre, levanta polvareda. Al mirarlo
nacen estepas, la Patagonia agranda el pecho de los pasajeros. Vende medias
para el invierno.
Su mugre lo protege del frío. Canta lento, arremolina el vien-
to alrededor de
cada frase, la escupe. Te entrega la mercancía que no pediste.
No quiere
disculpas.
Pájaro azul de las estrellas tu ala anda
rota.
De las ventanillas salen acordes de un bajo
y una acústica de diez cuerdas.
Son los músicos de
la legua en el vagón. Siguen el compás los pasos de la gen-
te. Tamborilean los
tacos, los empeines contra el suelo del escenario. La me—
lodía terminó.
Nadie tira un peso en la gorra. Estación Tropezón, Lourdes. Es-
trofa uno y dos.
Escuchan y bailan. Les entran el ritmo en sus cuerpos pero no
dan las gracias.
Pájaro azul, vuela alto y canta.
Entre las muelas, un escarbadiente, frente
suyo la luna engominada, atrás de ellos, una chica con un cachorro dentro de un
bolso. Se ponen a ladrar a los
cráteres del señor
de los negocios. Olor a pescado circula por los pasillos lar—
gos y se pierde en
la cola de la ballena. Afuera cae el frío. Adentro los cuerpos
están calientes.
Una gorra pasa y se roba las billeteras. Cachiporras en el aire.
Ya es tarde, se
tiró del tren.
Pájaro azul de la mañana, las estrellas te
extrañan y se pierden por vos.
El anuncio de los poetas hacen los cielos
amarillos, los infiernos con gusto
a tortas fritas.
Pasa un ciego con un acordeón y zarandea otra cajita de música
colgada de su mano.
Le caen monedas. ‘¡Mucha suerte en este día!’ Estira los
brazos hasta abrir
los aires de pereza. Más atrás esperan los vendedores de las
cinco de la tarde.
Lamparitas, almanaques, cintas, hebillas, libros para colorear
le caen a los
chicos en sus rodillas. Ríen. Suenan a eternidad.
Pájaro azul de lo olvidado, vuela bajo y
aparece.
Entre ustedes va el tren de los conjuros,
la barca inmunda de lucifer. Embal-
sama la tierra de
los pueblos. Después de siglos, la tritura y sopla al viento ba-
jo el influjo del
primer lucero.
-Pájaro azul, ¡volviste! ¡Sacude tu cuerpo
de tiempo! Plumífero de la noche sin fin, dime, ¿cuál es tu porvenir?.
-Dormir, dormir, mientras creo tu ilusión
por lo alto y lo bajo.
- ¡Pájaro azul!, ¡pájaro azul! Mira acá
¡Acá!, debajo de la tierra. Soy el que
no ríe y nuca río.
¡Deja el horizonte! El sol puede quemar tus alas.
-Ya bajo y te llevo una imagen de lo más
alto.
Los terraplenes corren a las vías. Todo el
mundo descansa. Entre sueños,
pierde el sol su
esperanza. Cada uno en su asiento agita su esplendor, los ojos tiemblan, las
frentes sudan, los paisajes bailan y estallan en soledades.
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