jueves, 14 de junio de 2012

Textos de Claudio Luchetti, 2012



         FRAGMENTO DE "EL BARRIO"

       El barrio tiene lo suyo. Cuando llego, un universo se abre ante mí: el enorme postre helado intacto  ofrecido sin nada a cambio.
        Vengo de un sitio rodeado de fábricas, talleres y una ruidosa avenida., no parece  el lugar adecuado para un niño de siete años. ¿Amigos? ¡No existían! ¡Los tenía que inventar! Así pasaba las tardes imaginando chicos con los que jugaba y hablaba a solas, donde era el actor principal y siempre salía airoso de todo conflicto.
        Cuando veo por primera vez el barrio, la felicidad me toma de la mano y me lleva a pasear. Los pibes salen de abajo de las baldosas. Ahí sello la amistad que me acompañará hasta la adolescencia. Es grandioso, apenas salgo de mi nueva casa, ya estoy jugando al fútbol, escondidas, manchas, cachurras ¡Increíble!. El tiempo no alcanza, los días se hacen muy cortos.
         Los primeros que se acercan son el “Tano” , líder, el mayor de la barra: flaco, alto y muy fuerte, de cabello corto, lacio, castaño, tez blanca y una enorme protuberancia nasal igual a una manija antigua caprichosamente incorporada en una puerta moderna;  y el “peti”, el más chico en tamaño pero no en edad: de frágiles brazos y piernas, el pecho menudo y hundido, abultado abdomen, tez tostada y rostro de gnomo con un gran sentido del humor y   picardía. Él será mi mejor amigo durante trece años, hasta que decida alejarme y romper con su amistad para siempre.
         Con ellos juego y hablo por primera vez, veo que manejan otros códigos, otras palabras,  putean, hasta sus gestos me cuesta descifrar. Son más rápidos, tienen algo que yo desconocía por completo, la calle. Me doy cuenta entonces: ese mundo en el que vivía con personajes imaginados a mi justa medida y con historias que siempre me beneficiaban desaparece como el maquillaje del actor que termina ante su verdadero rostro frente al espejo, al final de cada función.
          La barra la completan los cuatro menores : “Turu” , el hijo del alemán, cabello lacio y flequillo a lo “Beatles”; su cuerpo delgado, estilizado y ágil; “El Colo”, hijo de “paisanos”: cabello rojizo, tez bien blanca y centenares  de manchas rojas en su cara -que aparecen seguramente al teñir su cabeza-; el más estructurado y formal del grupo. “Josesito”, gordito y fanfarrón, el más pesado, ñañoso y malo ; y el “nano”- mi hermano- que debido a su corta edad esperará varios años para incluirse en alguna aventura.
    La casa del “Turu”, antigua,  fachada descascarada; con el jardín como antesala, es el lugar de reunión de la barra. Allí planificamos la agenda  y decidimos a qué jugar, contamos con la gran persuasión del “Tano”- si alguien se niega , él sutilmente se acerca entrechoca la frente con la del desertor, y apretando los dientes, dice…Así que no vas a jugar,. mientras aplica fuertes golpes en estómago y flancos, “en segundos, evita que la barra no sufra bajas” De este modo “democrático y participativo”, logra unanimidad en todos los juegos.
       La cuadra,  “nuestro campo de operaciones”, son dos amplias veredas, interrumpidas por ese maldito río de adoquines, donde transitan enormes ballenatos mecánicos y cardúmenes de cuatro ruedas. Nos permite carrera de bicicross, karting, fútbol, escondidas…
        Mi casa está enfrente a la de mis amigos, ser el último en llegar al barrio y estar de la otra orilla del pétreo río me da un aire foráneo. A dos casas de la mía, está  la playa de estacionamiento. Eso me beneficia, ya que todos deben  cruzar cuando decidimos jugar en ella, allí podemos estar tranquilos sin el peligro de los autos, la única contra es caer en ese asfalto lleno de pozos y pequeñas piedras que favorecen el “patinaje”. Recuerdo la vez que el “Tano” me levantó por el aire con un patadón. Jugábamos  al fútbol y los demás contabilizaron mis veinticinco puteadas, mientras recorrían todo su árbol genealógico, hasta que mi pecho y manos tomaron contacto con el suelo. También siento el ardor que provocaban las curaciones con alcohol y merthiolate de mi vieja..  Los insultos seguían y se incrustaban como dardos en un único blanco, el “Tano”.
      La “playa” tiene el  singular atractivo del “sector selva” un terreno abandonado lleno de cañas, montañitas, pastos y malezas, ideal para jugar a los cazadores, Tarzán o a las escondidas. Con el “Peti” construimos allí una “choza” muy bien camuflada, donde podemos escondernos y pasar  largas horas sin ser vistos. S oñamos con llevar algún día a las hermanas de nuestros amigos y tener el primer contacto sexual,. Este deseo se cumplirá  recién en nuestra adolescencia, la choza carecerá ya de todo atractivo.
       El verano es la estación esperada. Llenamos  baldes plásticos con nuestras armas más poderosas, las bombitas de agua;  nos escondemos detrás de la baja pared de la casa abandonada,  contigua a la mía y, desde allí- con el cuidado de no ser vistos- atacamos a los increíbles monstruos que se atreven a cruzar nuestro río. Igual a Ulises y su séquito, creamos nuestra particular Odisea, aunque sabemos que “Itaca” está muy cerca con un mínimo de esfuerzo.
        Esta casa abandonada es ideal también para nuestras sesiones “espiritistas”. Contamos con la presencia de un “médium”, mi primo el “fabul”, que viene  seguido y se queda unos días en casa. En determinado momento simula irse, se viste para la ocasión, saluda a todos  y salta por el paredón de la playa a la vieja casa. Allí se esconde dentro de un mueble olvidado y nos espera. Todos conocemos el truco, menos “Josesito”;  así que alguien decide invocar a los espíritus, vamos al fondo de la  ruinosa casa y nos desparramamos encima del desvencijado mueble; nos tomamos de las manos y comenzamos a invocar a el ser del más allá.
         -Espíritu, si estás aquí, da tres golpes-
      Por supuesto, el “Fabul” contesta con  percusión desde adentro. Los ojos de “Josesito” salen de sus cuencas impulsados como  resortes. Sus gordos cachetes se inflan y sonrojan, dan la idea de que reventarán en cualquier momento, bañándonos en saliva. Su corazón se escucha con la misma intensidad que el puño de mi primo en el interior del mueble. Los demás agachamos la cabeza y contenemos la carcajada,  algunas lágrimas afloran inevitables, ayudan a la escena. Aunque lo sabemos:  un solo error rompería el momento mágico.
       Entonces el “Tano”- el único que puede fingir y lograr que las palabras no tiemblen- continúa con las preguntas al médium. Su elevada altura, rostro huesudo, su enorme nariz, todo él parlotea en penumbras y da el toque necesario para lograr, al fin, que “Josesito” se cague en las patas y huya desaforadamente a su casa.
       El asunto se distiende, las contenidas risas se liberan como un dique al abrir sus compuertas. El “Fabul” sale de su oscuro escondite, mientras seca cientos de “burbujas” adheridas a su colorado rostro. Levanta su remera y  nos muestra los distintos ríos de sudor desde el delgado tórax hacia un desfachatado “Pupo”.
        Al caer la tarde, un manto especial nos roza y sensibiliza, los temas serios y profundos se desvisten ante asombrosas miradas.
         El “Peti” confiesa haber visto el día anterior a la “Mary”- La mamá de “josesito”- matándose a besos, dentro de un auto, con un flaco bigotudo, desgarbado y viejo que frecuentaba el barrio. Nos costaba creerle, pero enseguida el “Colo” ,con su sofisticado lenguaje, contó que semanas atrás vio una escena similar,  debajo de la lluvia y “escudados” en el paraguas. No puedo entender cómo una mujer tan hermosa –a todos nos calentaba en el barrio- ha elegido como amante semejante esperpento. Máxime con un marido joven, de cuerpo apolíneo...Practica deportes, pesas,  boxeo entrena a su hijo al “Peti” y a mí en esta disciplina enseñándonos a pegar en la bolsa-
      -¡Qué injusticia!- Dice el “Colo” juntando los dedos de una mano- ¡Hacerle eso a Jorge!  el papá de “Josesito”¡Siendo joven y apuesto!
     -¡Sí! ¡Apuesto! ¡Apuesto a que es un cornudo! -Acota el “Tano” y genera estentórea carcajada.
          Por primera vez, siento que las mujeres exigen del amor cosas intangibles y veladas a nuestro género.

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