sábado, 16 de junio de 2012

Canción de viejos Anartistas, Jorge Hardmeier

En esta sección aparece material de quienes fueron miembros de la revista de cultura, "El Anartista". La preciosa y querida publicación duró ocho años. La escritura, en manos de algunos de sus participantes, queda como un territorio elegido para siempre...o hasta que dé, bah.

Textos de JORGE HARDMEIER, secretario de redacción




DEL ARTE DE CLAVAR UN CLAVO
            Ninguna frase más desacertada, lectores, que la siguiente: es más fácil que clavar un clavo. Clavar un clavo no es fácil, es más: requiere de pericia y de un alto grado de especialización. Esto lo transforma en un arte. Un clavo es un elemento por todos conocidos, ahora bien, lectores: ¿qué fue primero, el clavo o el martillo? Todo artista de clavar el clavo tiene en claro, como ley primera, que el clavo y el martillo se necesitan recíprocamente, tal como el pie y el zapato, el policía y el ladrón o el artista y su receptor. Incorporada esta ley en el espíritu del artista, este deberá concentrarse en el perfeccionamiento de su labor. La superficie donde se clavará el elemento clavo puede ser: pared, madera o sustancias especiales, según la Asociación Artistas del Arte de Clavar el Clavo (AAACLACLA también denominada 3ACLA2), incluyendo, dentro de las sustancias especiales:
-carne (de personas o animales; no es recomendable)
- telas (demasiado sencillo, no constituye gran desafío artístico; no es recomendable)
- vidrios (el tal elemento se romperá y / o astillará; no es recomendable)
- aire (el practicante del arte puede, en tal situación, ser tildado de loco, insano o mimo y ser conducido a un neuropsiquiátrico o a un estudio de televisión, respectivamente; no es recomendable)
-frutas (es tarea sencilla; puede ser utilizada como práctica en el mejoramiento de la técnica del artista)
-otros (no recomendable)
            Un artista de clavar el clavo (desde ahora claelcla) debe perfeccionar, en un principio, su técnica de sostenimiento del clavo, lo que debe realizarse con la mano izquierda. Para esto, sostendrá el elemento clavo entre el dedo pulgar y el índice, aproximadamente en el punto medio de la longitud del clavo, pues si lo sostiene en un punto cercano al extremo que posee punta es probable que el clavo caiga de su mano o bien que desvíe su dirección y, si por el contrario, lo sostiene en un punto cercano a la cabeza corre el peligro, el artista, de impactar con el martillo en sus propios dedos y llorar a mares. Esta tarea, si bien ha sido descripta de modo sucinto, consume horas y horas de paciente práctica. Y aquí nos remitiremos, lectores, a otra frase popular, en este caso, feliz: dar en el clavo. Justamente, esto contadas veces ocurre, si entendemos por dar en el clavo lograr la perfección en este difícil arte. Mucha gente golpea con el martillo sobre clavos diversos, mas muy pocos elegidos dan en el clavo. Continuemos con la descripción del hecho artístico que nos ocupa. Al levantar el martillo, el artista, a modo de conjuro dirá las siguientes palabras: Pablito clavó un clavito, ¿qué clavito clavó Pablito? Luego, el movimiento hiperbólico que deberá hacer el martillo en su recorrido antes de impactar en la cabeza del clavo deberá responder a la siguiente ecuación:
@ = y 2 Öx
            Donde:
            @: curvatura de la trayectoria del martillo
            y: distancia entre el punto de arranque del movimiento ejecutado con el martillo y la cabeza del clavo a impactar.
            X: la otra distancia, ustedes saben.
            Pocos logran responder a esta ecuación en su ejercicio artístico de claelcla. Existen situaciones que descalifican, desde ya, al aspirante a artista, como las siguientes:
- impactar en la pared o elemento a ser penetrado en lugar de la cabeza del clavo propiamente dicho.
- Caer el martillo al ejecutar el movimiento oscilatorio.
- Impactar en los propios dedos que sostienen el clavo o en otro sector de la mano.
- Estornudar.
- Impactar, con el martillo – al ejecutar el movimiento anteriormente descrito – en la cabeza de alguno de los observadores que se encuentran detrás.
- Emitir quejidos o gemidos, cual tenista, al realizar el movimiento.
            Una vez el clavo ha sido impactado este deberá haber ingresado hasta el punto medio de su longitud total, para cuyo fin el golpe deberá ser de una precisión extrema. Desde ya, el clavo no deberá perder su carácter rectilíneo y, si esto sucede, es decir si el clavo se dobla, aunque sea mínimamente, el artista no deberá largarse a llorar ni pataleará, so pena de ser expulsado de AAACLACLA.
            Pocos artistas han logrado la perfección en el arte de claelcla. Lo han logrado: Edward Hass (británico, profesión: albañil, fecha de la hazaña: 4/8/1974, Luxemburgo), Miguelito Medina (panameño, profesión: desocupado; fecha de la hazaña: 14/8/1989; Marruecos) y Karina Vila (española, profesión: maestra jardinera, fecha de la hazaña: 1/10/1996; Escocia).
            Aquellos que logren la perfección en este arte un tanto olvidado no deberán permitir, bajo ningún punto de vista o circunstancia, dejar que el clavo en cuestión sea utilizado para colgar cosas tales como cuadros, cadenitas, relojes, bombachas, diplomas o etc. pues es bien sabido que ley general de todo arte es su carácter de inutilidad práctica; por lo cual si el tal clavo fuese utilizado para los menesteres arriba mencionados, el carácter artístico de la clavada quedará perimido.
            Como pueden observar, distinguidos lectores, el arte de claelcla no es tarea sencilla. Yo no clavo clavos nunca, ni en mi casa y si resulta imprescindible llamo a un electricista.


DEL ARTE DE CRUZAR LA CALLE

            La mayoría de la gente, los desentendidos en estas cuestiones que pasaremos a tratar, dice, por ejemplo: cuando crucé la calle, o vamos a cruzar la calle o el otro día, al cruzar la calle, utilizando estas expresiones sin otorgarle la debida importancia al acto del cruce de la calle. Claro que se puede cruzar la calle, así de sencillo, esto es: ir de la vereda en la cual uno se encuentra a la opuesta utilizando como medio de locomoción las propias piernas, ejecutando la acción de una forma meramente mecánica; pero aquí me referiré, sin más, al verdadero arte de cruzar la calle. Este arte de cruzar la calle se refiere a la acción de pasar de una vereda a la otra, la de enfrente, mediante la acción de caminar. Se excluye terminantemente el cruce en automóvil, en motoneta, en monopatín y hasta en patines. Las leyes internacionales que rigen nuestro arte no hacen referencia, al momento, a los zancos. Me inclino, personalmente, por excluirlos también en el arte de cruzar la calle, apoyando la tesis del doctor Wittlin, ya que constituyen un suplemento, favorezcan o no la actividad. Tampoco serán tenidos en cuenta dentro de la categoría del arte que nos ocupa cruces tales como: en diagonal, cruzar de una esquina a la contraria pero en dirección oblicua, cruzar acompañado por un perro (pues estos seres ya de por sí practican el arte de cruzar la calle, en forma innata, lo cual transformaría la acción, de ser llevada a cabo en estos términos, en absolutamente nula, justamente por la ayuda de este animal) y cruzar cuando llueve. El cultivador de esta actividad artística no es un simple peatón, es un artista del cruzar la calle. La generalidad de la gente no sabe reconocerlos pero un artista del cruzar la calle reconoce inmediatamente a un ser de su misma especie. El artista en cuestión deberá estar parado en la esquina, tranquilo, en posición de firme pero atento. Es muy posible que otras personas lo rodeen aguardando la apertura del semáforo. Él no deberá hacer caso a estas presencias. Y viene a colación lo siguiente, distinguidos lectores: huelga decir que el arte de cruzar la calle sólo incluye aquellos cruces que presentan semáforo, pues de lo contrario sería un obstáculo – y de suma importancia – menos y es bien sabido que la grandeza de cualquier arte radica en salvar la mayor cantidad de escollos posibles. Es conocido el caso de un artista de cruzar la calle que se mudó a un departamento ubicado en un edificio cuya esquina no contaba con semáforo. Por lo tanto, este insobornable artista para, a modo de ejemplo, ir al kiosco del frente de su casa, debía hacer un rodeo con el fin de tomar un cruce que contara con semáforo. Finalmente, luego de muchas negociaciones, logró que la municipalidad instalara un semáforo en su esquina. Continuando, nuestro artista deberá aguardar, de pie, en la esquina seleccionada para practicar su arte, la apertura del semáforo. Todos sabemos, lectores, que en esa instancia la figura del hombrecito del semáforo permanece en rojo. Cuando dicha figura empiece a titilar, variando su coloración al amarillo, el artista debe comenzar a parpadear al ritmo de la titilación respectiva. Al aparecer el hombrecito blanco en el semáforo, el artista en cuestión deberá adelantar su pie derecho evitando los empujones y codazos de los transeúntes, pues si alguno de ellos lo roza, aunque sea mínimamente, el hecho artístico quedará inmediatamente invalidado. El arte de cruzar la calle es una cuestión de calidad y no de velocidad. Existen diversos casos de artistas que fueron atropellados por automóviles en su compromiso con el arte practicado pues, lentificando su accionar para responder a las leyes del arte, fueron sorprendidos por una nueva apertura del semáforo. Continuando, el artista deberá ubicar su pie derecho en la primera de las franjas blancas de la senda peatonal, encaminándose por el exacto centro longitudinal de dicha senda, luego apoyará su pie izquierdo en la segunda de las franjas y así sucesivamente. Esto debe ser ejecutado manteniendo la vista al frente, dirigida al hombrecito blanco del semáforo y conservando siempre el andar por el centro de la referida senda peatonal. El artista deberá enfrentar, también – note el lector que diversidad de obstáculos – al grupo de peatones que cruzan la calle en sentido contrario, evitando codazos, roces o empujones. Esto deberá ser ejecutado, como ya ha sido dicho, sin abandonar el centro de la senda para lo cual, nuestro artista, deberá realizar los movimientos necesarios, con su torso y cintura, ya que sus pies no podrán abandonar dicha línea central y tampoco el ritmo de las pisadas en las diversas franjas blancas que constituyen la senda. Si bien no ocurre en demasiadas ocasiones, puede darse el caso que nuestro artista se enfrente con un colega en su arte de cruzar la calle, sin poder abandonar ninguno de ellos el centro de la senda. En estos casos ambos artistas se deben estrechar las manos y se van a tomar un cafecito. Es interesante referir, a modo de ayuda a la cultura general de los ávidos lectores, que las sendas peatonales eran, anteriormente al surgimiento del arte que nos ocupa, planas aunque también de color blanco. Es decir: eran un plano continuo de pintura blanca que conectaba a una vereda con la otra. Luego, los fundadores de este arte decidieron que la división en franjas de dicha senda enriquecería la belleza del arte por ellos creado. La primera de las sendas peatonales divididas en franjas fue inaugurada en Zurich, el 25 de Agosto de 1895. Prosiguiendo con la descripción del arte que nos ocupa: una vez el artista haya pisado la última de las franjas, deberá dar un pequeño salto cayendo con ambos pies sobre el cordón y bajo ningún punto de vista debe perder el equilibrio, si no, no vale. Ejecutado este último acto, no deberá mirar hacia atrás, sino que, indiferente, ajeno al contexto, enfrascado en su humildad de gran artista, irá al kiosco más cercano y comprará un chocolate o se apoyará en el palo de la parada de colectivos o le preguntará la hora a un desconocido, sabiendo, en su fuero íntimo, que ha acabado de ejecutar un acto artístico harto complicado. Como pueden entender, lectores, el arte de cruzar la calle no es en absoluto sencillo, por eso yo cruzo las calles con el semáforo en rojo, en diagonal y esquivando los autos que circulan a toda velocidad, aceptando toda clase de insultos.











DEL ARTE DE DESTAPAR BOTELLAS DE VINO TINTO

            ¿Alguien, lectores, ha destapado una botella de vino tinto como realmente es debido? Si la respuesta es afirmativa, le solicito, a quien sea, me avise, pues se tratará de un hecho inédito. Recuerden que me refiero a las botellas de vino, especialmente en su variante tinto, a la extracción del corcho (este material es obtenido de la zona periférica de árboles, especialmente el alcornoque, de esto deducimos lo siguiente: cuando una persona es torpe o inhábil se le dice: ¡alcornoque!; luego, a la gente de escasa estatura se la denomina corchito, con lo cual inducimos que todas las personas de baja estatura son torpes) que oficia de tapón de dicha botella. Los otros tipos de botellas no cuentan: nada más sencillo que destapar la chapita de una botella de, por ejemplo, gaseosa o cerveza o que desenroscar alguna tapa de otra bebida. También excluiremos de este arte la destapación de aquellas botellas que, si bien son taponadas con el material corcho, presenta este una saliente – una suerte de cabeza – de mayor tamaño, esas en las cuales, haciendo presión con ambos pulgares o con uno sólo de ellos se logra producir ese sonido más o menos llamativo, en general burdamente festejado con aplausos y gritos por los acompañantes. Nada de eso. Aquí, lectores, me estoy refiriendo al verdadero arte de destapar botellas, es decir: utilizando el objeto comúnmente llamado sacacorchos (¿cuál es el plural de la palabra sacacorchos?) para extraer el, justamente, corcho, de las botellas de vino tinto. Para comenzar: no es sencillo tomar, manipular debidamente la botella. Algunos neófitos se la colocan entre las piernas, haciendo presión sobre ella e, insertando el sacacorchos, hacen fuerza en esta posición: esto no es lo correcto y la posición corporal de tal sujeto abridor de botellas es absolutamente ridícula y enfrentada con las reglas de la elegancia en el arte de abrir botellas. La botella debe ser abierta, lectores, adoptando el sujeto dispuesto a extraer el corcho una posición absolutamente elegante, esto es: de pie, utilizando como superficie de apoyo de la botella una mesa o la mesada de la cocina e insertando el tirabuzón en el exacto centro del corcho. Esta tarea no es nada sencilla. Muy pocos artistas de la destapación de botellas de vino tinto logran superar esta primera etapa. A la difícil, de por sí, tarea de insertar el tirabuzón en el centro exacto del corcho – pues de no lograr esto, como ya he dicho, la apertura no será acorde el arte del buen abrir botellas de vino tinto – debe sumársele la no menos ardua tarea de insertar el tirabuzón sin producir ruidos desagradables. Si se logra la hazaña de llegar hasta esta instancia respondiendo a las leyes del arte de destapar botellas de vino tinto, sobreviene lo esencial: de más está decir, lectores, que no es propicio realizar absurdos gestos de esfuerzo en el momento de disponerse a la apertura, ni – de más está decirlo – que se rompa el corcho al producirse la extracción (está muy difundida la vulgar técnica por la cual, si el corcho se quiebra, es empujada por el abridor de la botella, con el dedo meñique, hacia el interior del recipiente: huelga decir que esta actitud no sólo no responde a las leyes del buen arte de abrir botellas, sino que tampoco se condice con las mínimas leyes de civilidad. Si este lamentable hecho se produce, lectores, la botella debe ser inmediatamente desechada. Si sus contertulios insisten en beber el líquido contenido en dicha botella, retírense sin más.) Lo más complicado, si el abridor de la botella ha logrado insertar el tirabuzón en el centro exacto del corcho, es obtener el sonido preciso en la extracción del corcho. Hay un sonido propio para la abertura de cada botella: esto está debidamente catalogado en una planilla al alcance de todos, registro que se puede encontrar en la sede de la Sociedad de Destapadores de Botellas de Vino Tinto y Afines (SoDeBoViTA), cuya casa central tiene asiento en Londres, Inglaterra. Pues, estimadísimos lectores, así como existe una mesa ideal y todos los diseñadores de mesas intentan, en su fabricación, alcanzarlo – y pocos lo logran – existe un sonido ideal para la extracción del corcho de cada respectiva botella de vino tinto. Muy pocos abridores de botellas de vino tinto han logrado el preciso sonido en la destapación. Aquellos que lo lograron son los verdaderos artistas de este difícil arte. De más esta decir que, de ser logrado este sonido único, jamás deberá ser acompañado por una sonrisa ulterior de quien ha abierto la botella ni de ridículos aplausos por parte de el o la o los o las acompañante/ s. Estas actitudes deleznables empañan la apertura de cualquier tipo de botella. Si son realizadas con éxito las diversas etapas, respondiendo a las leyes del arte de destapar botellas de vino tinto, la susodicha botella no debe ser apoyada nuevamente en una superficie plana, tal como mesa o mesada, sino que se debe verter el líquido, sosteniendo la botella con una sola de las manos – la derecha en el caso de los diestros, la izquierda en el caso de los zurdos – en la o las copas ubicadas sobre la mesa. Luego sí, la botella puede ser apoyada sobre una superficie plana y estaremos dispuestos, lectores, para degustar nuestro vinito. Como es posible constatar, el arte de abrir una botella de vino tinto no es tarea sencilla, por eso yo bebo solo o con mi mujer y abro la botella con violencia y luego, a modo de festejo, vacío mitad del contenido sobre la cabeza de mi dama y, bebiendo directamente del pico, degusto lo poco de vino que aún queda, tinto y tibio, dentro de la botella.



3 comentarios:

  1. un grande, jorge, como siempre.


    y...cuál es el plural de la palabra rompenueces? eh?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. el plural de rempenueces es rompenueces, no rompas las avellanas, please

      Eliminar
  2. rompenueces tiene plural rompenueces, no rompas, porfi, las nueces; es igual que cascanueces, rompepelotas, etc

    ResponderEliminar