lunes, 25 de junio de 2012

Textos de Mónica Maravini, 2012



GUARDIANA
La casa estuvo siempre, o casi siempre.
Con las enredaderas que corren como arterias por las paredes anchas,
con el sol que se filtra por entre las columnas de la gran galería.
Sus tejas salpicadas de musgo y de pajitas.
Y la campana verde al borde del camino y la aldaba que custodia la puerta de madera.

Estuvo incluso el día en que naciste. Y se llenó de rezos y murmullos, de tensa expectativa y llantos estridentes.
Con olor a colonia, a leche y a galletitas transcurrieron los días.
Y la casa era el mundo, limitado recinto donde ensayar la vida:
el jardín como selva, los charcos como ríos.
Y después de la lluvia corrían caracoles carreras interminables sobre las hojas.
Escenario de guerras y de fiestas, de rayuelas, de manchas, de escondidas.
Aún alberga, en sus recónditos rincones, una  princesa, un pirata, una española.
Supo disimular, para cuidarte, la oscuridad que asusta, la sombra que obsesiona y el susurro del viento que despierta en medio de la noche.

Y, cuando llegó el día del final de los juegos, la primavera corrió por sus pasillos, como por tus mejillas los colores. La sangre transportaba confusión y deseos.
 Y el naranjo embriagó con su perfume.
Se pintó de pasión y de ilusiones, guardó cartas de amor y flores secas y,
en el viejo bahut de la sala, quedaron olvidados los poemas.
Y aquel chico y aquellos ojos verdes y aquel nombre que, mientras esperabas,
 grabaste al costado del umbral.

El día que te fuiste se inundó de silencio, se quemaban las luces y perdían las llaves.
Se marcharon los grillos y, como en  vísperas de muerte, aullaron los perros.
El otoño llegó antes de hora y ya no florecieron los geranios.

La casa estuvo siempre, o casi siempre.
Hoy está cerrada, pero no vacía.
Fantasmas, voces viejas, cantares de otros tiempos, lejanas alegrías, pasiones y pesares, la habitan, la recorren, la arrullan, la consuelan.

Como un guardián celoso vigila, porque sabe.
Como un faro en la noche se enciende, por si acaso.













Vainillas para Emma

De azúcar y de asombro,
de par en par
los ojos donde se posan
dejan preguntas y sorpresa.
                      
De tanta amapola en las mejillas
      el llanto aviva el fuego y
                           corre por la casa,
de roja seda, tibia.

De andar y andar sin tregua,
manitas sucias,
por donde pasan,
quedan huellas,
                          arrugas.

Pequeña puerta al cielo,
                el mundo se te abre.
Y no se salva nada.
Y nada se te esconde.

Te traje de colores
       papeles y brillantes.
          Huída de un cometa
                          tras las nubes.

Si el sol de la merienda,
              se trepa a la ventana
tenemos chocolate,
          almendras y vainillas.

Si acaso cae la tarde,
puedo leerte un cuento
que dibuje en el aire
      castillos y princesas.

Te traje miel rosada.
        Te traje miel y leche
por si se pone oscuro
y no te llega el sueño.

De azúcar,
          cielo y mundo.
De huellas,
seda y leche.
                        


CORAZONES DE HIERRO

¿Cuándo se comienzan a descascarar los muros?
¿Cuándo, a borrarse la tinta de los papeles?
En la Vieja Europa los novios escriben sus nombres en un candado,
 lo cierran y tiran la llave al fondo de un río.
               Y ahí quedan, sujetos a las orillas para siempre,
lápidas oxidadas, añejas armaduras.
Cerrados eternamente, corazones de hierro
 exhiben las palabras cargadas de deseo y
destilan el orgullo de no saberse solos.
Nombres, a cadena perpetua,
espejos de ilusiones, que la vida no alcanza.
                       Las llaves yacen en el fondo,
                                                                   quietas.
De noche,  los ojos de los peces las iluminan.
De día, el sol se filtra entre las algas y las entibia.
Y ellas brillan, estrellas sobre un firmamento de arena y barro.
Si hay tormenta, apenas se mueven y vuelven a acostarse.
Si hay luna llena, viran del amarillo ocre al verde plata.
Y ellas duermen tranquilas, como amantes.
Lo mejor del amor está a salvo.
Ajeno a los muros derruidos,
                        a los papeles viejos
                                            y al tiempo que desgasta.






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