La cabeza bajo el agua
I
Conozco de los muelles
adioses
y esperas infinitas,
y la cabeza bajo el agua.
Y las manos gastadas por tanta piedra,
mentes y espaldas atravesadas por
tachuelas,
horas eternas bajo el látigo del amo.
Y explotados con pan dulces bajo los brazos
con la certeza de : “un día me iré
a saber de jardines,
el sonido de la lluvia entre sien y sien,
un camino mejor
bajo los pies.”
Y conozco la
espera. El barro en mis zapatos.
II
Conozco del rumor y el olor nuevo
de los libros con hojas tan blancas
y el olor a pino seco de los viejos.
Y el fuego y el agua devoradores,
funcionarios
muertos, entre muertos bajo escombros.
Mujeres atrapadas,
entre espejitos de colores.
El amor,
la ternura y la negación de los
besos.
Noches de insomnio, tempestades, la lectura sin
libros
sin luz, sin agua, sin gas ni dinero.
Conozco de tu odio y del mío,
la clara inocencia en la cara de un
niño
y niños viejos con
calculadoras en las manos.
III
Los bosques arden
su alma derretida
en la ciudad vacía.
Los campos
esperan
un cielo tranquilo.
Los ricos escupen
sobre las flores,
las putas descansan
contra los árboles.
Conozco, conocés,
las cruces de madera,
los pueblos grises
con alumbrados
apagados de noche y
bajo las tormentas.
Las vías muertas,
estaciones vacías,
asientos mojados
por las heridas
de un perro.
IV
El sabor es amargo
y sin recuerdos.
Alguien puso dos
veinte a tus nervios.
Llega el padre para
la extremaunción,
tus amigos y amigas para cerrar
el ataúd,
movés los labios,
el color vuelve a las
pupilas.
A todos los echas.
Es de noche. Soñás
que conocés el fondo del mar,
las siestas, los
ojos cerrados,
los cuerpos a flote
de las gaviotas
sobre las olas.
A la deriva de los
espejos, imagino reconocerte.
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