miércoles, 24 de abril de 2013

Cruzar el puente, por Diego Soria


Cruzar el Puente



El silencio inunda los rincones de la noche, mientras la sombra uniforma la ciudad; todo se contrae… es la hora de los desahuciados y los locos, de las ánimas náufragas anhelantes de una costa donde sucumbir… nunca ocurre.
-Bulnes y Las Heras, accidente, herido grave -trona la radio.
-Copiado, me dirijo central –contesta B-. Mira a un costado, su compañero duerme rendido como un bicho en una telaraña, piensa.
La ambulancia arranca pesadamente en el asfalto húmedo de la avenida Rivadavia. Las manos huesudas se aferran al volante con ansias, los ojos inyectados en sangre, parecen tragarse la noche entera.  
 Hace 10 diez años, B maneja la ambulancia, navega todas las noches, casi siempre para ser el gondolero de la muerte.
Afuera los fantasmas de la plaza Miserere deambulan sin rumbo bajo la llovizna de la madrugada, solo la sirena de la ambulancia rompe por segundos la monotonía; Las ánimas de la plaza siguen el paso de la ambulancia. Por un instante. Hasta que se pierde avenida abajo, todos saben su significado.
B se hunde más y más en la noche de la av. Rivadavia hasta que gira en Bulnes, cruza el puente sobre las vías, acelera, acelera sin pensar, maneja como un autómata. El viento de la noche, le recorre las vértebras hasta la nuca.
La ambulancia cruza Santa fe como una exhalación.
-¡Aguantá, flaco! -Dice alguien-.
Una pequeña multitud rodea al maltrecho cuerpo.
-¡Aguantá que ya están aquí! -dice otro-
La ambulancia frena junto al cordón.
-¡Está despertando! –Grita una señora en bata-
La noche se va en los ojos de B, lo absorbe todo, el frio asfalto en la espalda ya no le molesta tanto. Cierta paz, lo deja irse en sueños, apenas siente ya la tibieza del faro del auto que lo arrolló. Se hunde en el agua profunda. El náufrago llega a su playa exhausto.
Afuera la noche cobija a sus ánimas.

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