miércoles, 24 de abril de 2013

Hábitos urbanos, por Francisco Famá, abril de 2013


Hábitos urbanos.

La hora cercana al mediodía encuentra más gente en el centro.
Horacio está parado en una esquina tratan de comunicarse con alguien. Le gusta mirar el puesto de la florista en el centro de la calle.
Ahí va Alberto, apresurado por ganar el lugar donde le gusta esperar a Agustina para el almuerzo.
            Horacio consigue la comunicación en su celular. La joven florista mira directo a su rostro.
Recibe en ese momento una llamada Alberto atiende.
El rubio Horacio trata de ubicarse de un lado a otro dentro del metro cuadrado donde está.
Alberto con el móvil en su oreja responde.
Horacio se inmoviliza al recibir la llamada. La florista le sonríe.
Con su metro ochenta y cinco el delgado Alberto se abre camino entre la gente.
El sol otoñal pincela en matices a las distintas prendas.
Horacio da un giro lento pero definido para quedar frente al sol. La comunicación la sostiene.
Joven y apuesto Alberto se disculpa cada vez que roza a una persona. Sin dejar de mirar al frente como si reconociera a alguien, se quita el saco.
Mira a una señorita delgada dentro de un traje de sastre. Sin soltar el móvil de su mano, Horacio se compara la altura pegándose a ella, una cabeza más alta, él sonríe a alguien que lo observa.
Alberto tropieza sobre alguna baldosa floja. No saca la mirada hacia el frente. Aliviado se para en el lugar que deseaba. Un metro cuadrado de una esquina donde Agustina lo suele encontrar en este horario. La vidriera de la librería de textos le devuelve la imagen.
Con la mirada fija al norte de la calle Horacio de vez en cuando se pone en puntas de pie para ver más entre la gente.
Alberto deja su celular en el bolsillo de su pantalón y continúa con su mirada sobre las cabezas busca a Agustina.
El sol calienta un poco más a esta hora del mediodía. En el ambiente se mezclan los olores de fritura, empanadas y café.
Va con los dedos desde la frente a casi la mitad de la cabeza, Horacio repite este movimiento una, dos, tres y casi una cuarta vez cuando decide sacarse el saco de color marrón claro como su pantalón.
Alberto de un brazo a otro cambia el saco gris para estar cómodo. Ve  hacia el sur de la calle en que Agustina se abre paso entre la gente. Él levanta las cejas en señal de alivio. La gente parece rebotar en cada paso.
Suena el celular de Horacio atiende al instante.
Agustina, con el móvil en su oreja, habla mientras camina.
Alberto la mirada fija y atento al avance de Agustina quien baja la mano con el celular.
Horacio observa su pantalla. Vuelve a mirar entre la gente otra vez en puntas de pie. Ve a la persona y levanta la mano izquierda para que aquella lo ubique. Parece que si una mujer levanta el brazo a modo de respuesta, lo mismo hace otra mujer más adelante que la primera y otra más cerca de Horacio.
Mira la pantalla del celular. Luego lo guarda. Levanta la cabeza, trata de encontrar entre tanta gente a Agustina, se alivia cuando la encuentra. Agustina también sobrepasa a las cabezas de quienes la anteceden.
Acomoda la rubia cabellera  Horacio, esta vez a ritmo con el de los otros.
Agustina sonríe al ver que Alberto la espera en el lugar de costumbre.
Horacio se impacienta al no poder ver a quien busca encontrar, una manada de hombres altos impide la visión detrás. Se abre la fila de hombres altos y ahí detecta a una mano a modo de saludo. Se le dibuja una sonrisa de parejos dientes blancos al joven rubio.
Alberto vuelve a mirar la pantalla, su figura en la vidriera y ve que Agustina está algo más cerca de él.
Pocos pasos hacia Horacio y Sandra avanza al encuentro. Él aspira profundo el dulce aroma de las flores.
El olor a fritura, empanadas y café se acentúa más. Las personas parecen no avanzar y sí permanecer en sus lugares mientras marcan un ritmo de sube y baja con sus cabezas. El sol da de frente a los que caminan hacia el norte desde el sur de la calle.
La mayoría con lentes de sol como los lleva ahora Agustina a pasos de llegar donde esta parado Alberto.
Sandra se para delante del apuesto y rubio Horacio, de su misma altura gracias a los tacos que lleva y le da un beso en la boca. Horacio responde a tan agradable gesto. La florista solo mira.
Alberto se inclina un poco para llegar a los labios de Agustina que se saca los lentes para besarlo. Giran hacia el lado norte de la calle ambos con la mano en la cintura.
Horacio y Sandra se toman de la mano, giran al sur de y caminan junto a la marea humana.
Alberto y Horacio tres veces por semana concurren a la misma esquina sin mirarse siquiera.    

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