La perra negra de la
puerta
¿Qué hay de la perra negra y sus muertos?
Ladra en el umbral del afuera infinito.
Gran perra de ubres caídas. Diste de mamar
a los hijos de la miseria, amigos del engaño, violadores, asesinos, ladrones de
poca monta, a los uruguayos, paraguayos y bolitas. Despreciaste al blanco
teñido de pálido rubio con brillantes anillos y un auto en la puerta. Cobijaste
a los negros, mulatos quemados por el sol sobre los trabajos inmundos.
Bienvenidos a la puerta de madera podrida
atada con alambres! Ya nada hay adentro,
la pobreza entre geranios, coronas de cristo, amapolas, madreselvas te podés
llevar.
-¿Quién vive? ¿Qué hay? ¿El dueño
está?-preguntan las curiosas de los
hipermercados con
sus carritos llenos para el año.
-Ningún amo estuvo, nadie hay.-
La perra muerta de hambre espera a la mano
amiga de las bolas de aire picada para el día. Antes iba a cazar a la jungla de
lustrosa porcelana, ahora se queda en la puerta con el hocico marcado de polvo.
Entierra sus penas, su gemido da a la luna. Una gigantografía de las muzzas del
pizzero la mira desde enfrente. Ella era madre churrasco para sus huérfanos.
Ahora desgrana los astros, caen sus luces en su boca abierta a los millones de
viajes del viento y el vacío jugoso de la vida y la muerte-.
Viene la prostituta sedienta de billetes.
Busca el timbre. La idiota en—
cuentra un agujero
desde donde sale una rata gris mojada por la lluvia. Lleva un collar con fecha
de nacimiento y un nombre: Diana.
Diana camina por el parque roída por las
enfermedades del mundo,
cuando la perra la
deja salir. La puta va a buscar clientes
a otra parte.
Los negros no
están, los comediantes con dólares falsos tampoco
Atrás,
los besos, los cariños, el abrazo durante
la primavera. Nada de eso que-
da.
Le toca la desgracia a la perra del
asfalto.
Pero llega la noche como lasonrisa en
entresueños de un hueso de su última hora. La acaricia. Entonces, rompe los
carteles de todos los lugares. Anda por espacios sin límites.
Es la omega, la constelación de Tauro.
Animal de la gente pobre, cachorra del circo, equilibrista, música del llorar
bajo la luna cuando los hijos se van.
Es la dinámica de las calles, la molienda
para todos los condenados de este mundo. Levanta la lluvia, vuelven las gotas a
su lagrimal. Con sus patas corre las ventiscas de los días, detiene el tiempo
de la noche nula.
Catadora de colores, aromas de cualquier
ciudad. Sos la solitaria sin
bautismo, la
huérfana sin edad. Te buscan en los rincones, pero desaparecés en el ritmo
bestial de la madrugada.
¡Ah trabajos devastadores, embrutecedores!
Degollás la infancia y el juego más sutil.
En su olfato está la experiencia de la
buena vida. Vieja sin estaciones
ponzoñosas.
Ayer, Tarzana, Magda, Cuqui, Napoleona.
Hoy, las pulgas y el látigo roen tu piel. Sin embargo, vencés a la ladilla
de la sangre corredora. Calor, infierno de dar vueltas y vueltas a tu
cola. La atrapás.
Rascas los poros corrompidos por las pulgas parecidas a
tormentas en el desprecio de los ricos, del
racismo chupador de la
hermandad de los
huesos.
Hay heridas en tus órganos a la intemperie.
Un nido de pájaros rojos atraviesa tu cuello. Peleas con el insomnio, con el
cobarde, con todos los dormidos de esta vida.
Adelante,
¿hay algo más audaz que ladrar
sobre los dolores sin tiempo ni
forma a orillas de
un umbral abierto a quien ya no está? ¿A quién esperás
perra de la puerta?
¿Es algo hermoso que el rimel de los geranios, al caer
sobre la cadera de
tu tierra sin cielo, pinte de larvas tu cuerpo de hembra?
¡Ah, perra inmunda, perra aguantadora de
los males!, ¡cuándo tendrás descanso! Sin embargo, ¿que habrá sido de ella o de
él, quien quiso ser tu dueño, tu amo?
Iluminas todos los ojos, las bocas, todas las fatigas, el espanto. Tu
mirada abierta a las horas, a los dramas de los espacios. Nadacerrás. Rompés
las cadenas, nada de miradas bajas, nada de silbidos en la no-
che.
¿Acaso le permitiste al viento, tu amigo,
ser jinete de tu lomo? ¿Acaso la muerte te llevó a pastar en los
campos? Un nuevo tiempo comienza. La era del acariciador con manos de
terciopelo vendrá a llevarte bajo la escarcha, sobre tu voz quebrada por el
frío. El silencio los unirá y la ternura también. Mientras tanto,
caminás sobre la arena, sobre la arcilla, las torturas y la esclavitud ajena. Dejás
huellas, ladridos en la eternidad de la cosecha infernal. Calor de las llamas al
hogar sin techo, ni paredes. Hay pan duro
por todas partes, quebrado por dientes postizos. Los depredadores andan cerca.
Tu lluvia también. Arrasás con el biombo de la ignorancia sobre el arco iris de
los desgraciados. Desterrás la tristeza. Triturás el día y te quedás con la
noche negra.
Negra de agonía, negra
de desesperanza, tan oscura por derribar
muros de la
discordia, de la pereza sin sueños, de la melancolía.
Y hay un sol más negro que todas las
medianoches juntas. Una sombra tapa la
luna, una sombra aviva la claridad más
lúcida en tus imágenes incalculables.
¡Benefactora! No curás.
Mantenés despierto a los ojos cerrados a la verdad. Escuchás hablar todas las voces a la vez de distintos asesinatos.
Escándalos en el umbral.
Gente levantada por tanta
miseria, muerte.
Ecos y aullidos largados por la perra de la última puerta.
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