Reverberancia
Es la cuarta vez
que tiro al cesto los papeles hechos un
bollo. Busco librarme de ella, camino alrededor del escritorio, voy hasta la
ventana y veo cómo la noche desplaza al día, sin prepotencia, suavemente.
Fallo.
En cada cuento, en cada
poema, en lo que escriba, hace su
aparición. Repasé durante la tarde los últimos escritos y la vi siempre
presente. Ahora que el sol es un recuerdo y la noche, es la estrella que pide a
gritos que lo vuelva a intentar, siento miedo de caer en su trampa. Porque es
muy buena en mimetizarse, en esconderse en otros personajes. Por suerte me he
dado cuenta, me he vuelto hábil para descubrirla.
Por eso la vi, en la
soledad del hombre de barrio de aquel cuento que tiré primero. Después la
encontré en Inés, la del poema. Y en la mirada de asombro de ese niño. También en los remolinos que el
viento del recuerdo levanta en la memoria. Y en los posibles caminos que
esperan ser recorridos. Por eso los tiré.
No puedo seguir
repitiéndome. Repitiéndola. No debo.
No puedo sacarla de mis
pensamientos. Irrumpe en mi vida y en mis ficciones. Como el rocío que llena de
brillos las opacas hojas del malvón. Calladamente, sin movimientos,
aparece. Terca e insistente, quiere
estar en todo.
.
Los papeles desbordan el
cesto. El alba hace su entrada sin estridencias detrás de las escuálidas copas
de invierno. El ventanal deja de ser un resguardo, un espacio, y se convierte
en una obra paisajista.
Ya sin fuerzas, con el
último café sin tomar –frío sobre la mesa- cierro los cuadernos. La hoja recién
escrita se salva - por ahora - del destino de las otras. En un intento por
ordenar todo, solo le doy un tímido arreglo al caos, pero no importa. El
cansancio se hace presente y reclama atención.
Mientras suena una
canción en la radio - en el borde mismo del abismo del sueño - descubro
infiltrada…su presencia en la letra.
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