OTROS 500 PASOS
Recorrió otros
500 pasos y fue testigo de una noche,
que no quiso recordar. Solo pensó en el maestro, él enviaría a su hijo para salvarlo de esa pesadilla. El
atardecer se despedía y la noche lo
saludaba.
143…155…160…,
transita los pasos y mira el cielo, a
ver si aclara. El silencio, oscuro, ni
los perros ladran, no están fuera de
casa. Entonces habla solo, nadie lo
acompaña.
- … No existen los espíritus,
si viera uno, quizá sería mi compañía,
¿no crees?
El gallo
duerme, no es su hora de levantarse. Las casas resisten a los vientos y al suspenso frío. Mientras,
dentro, alguien se cubre el cuerpo y
crea un sol.
– Maestro, por
qué la vida es así. Si ya estoy destinado a morir, por qué morir así- mira el cielo.
221...232…243, reposa un momento. Estira su buzo y cubre
sus rodillas. Esconde sus manos en posición fetal y lucha por ganarle al
tiempo. Espera el amanecer, así
verá miradas que podrán alcanzarle un té. Su cuerpo va a ritmo de toda esa mudez, a ver si alguien puede escuchar.
Un magnífico ser de
cuatro patas se encuentra con él. Lo mira fijo, con miedo y sigue su camino. Él intenta acercarse pero ese perro corre asustado y lo pierde de
vista.
La tristeza de la luna
contagia las paredes, sin embargo, ellas
son fuertes y no sufren. Entonces, esconde aguas
escapadas de sus ojos . Es el único
presente en la obra sin público.
El cuerpo baila al compás del llanto, las luces iluminan el escenario,
el silencio anuncia el inicio y él pone a reproducir la cinta.
Lo abandonaron,
nunca le preguntaron qué pensó. Todo lo decidían ellos y, en el medio, estuvo
quien no hablaba. Sus padres se separaron, nunca supo el motivo, lo intuía y
ese fue su primer secreto. Él debió trabajar y llevar adelante su familia. Ya
no alcanzaba con madrugar alas 5am. Su madre decidió dejar ese dolor que lentamente la consumía y que la volvió más alcohólica. Aunque ella intentó lo posible por
avanzar, ya no pudo. Así, despojado de vínculos, él solo deseaba
tener a su familia. Sin reproches ni maltratos
Se levanta, se limpia las pestañas y empieza a caminar
(244…). Vuelve a mirar el cielo y vuelve
al Maestro.
–Maestro, dicen
que, en los momentos más difíciles en tu vida, tú envías a tu hijo, mi
hermano, a sacar del sufrimiento.
Maestro, dile que venga, lo necesito ahora.
3:00am…
3:30am… sigue yendo, mientras piensa que su cuerpo va a traspirar y a
emitir un calor que lo abrigue. Pero no sucede. Una luz se enciende en una vivienda “quizás sea una señal”, piensa. Espera,
frente a él, y esa
luz se apaga.
367…399… 422…
camina sin brazos, porque están entremetidos en sus axilas. El poco calor de su
cuerpo le provee lo necesario para mantenerse con vida. Se cansa de la espera. El hijo también se cansa del
Maestro. Y pone en práctica lo aprendido en esos días en la calle.
Ve un camión
que lleva arena, cemento y ladrillo. Está estacionado en un portón. Entonces
agarra un fierro y un palo y comienza a abrir la puerta. Mira a todos lados, se
asegura que no merodee nadie.
Finalmente, ya no se interesa si lo ven o no. Abre y entra,
cuidadosamente, sin hacer un ruido y siente la suavidad del asiento.
4:30am, los vidrios se empañan y doblan a juan de un lado a otro. Se
despierta y ya no mira el cielo. Se mira
en el espejo retrovisor, acomoda su cabello. Luego, observa sobre el
agujero que hace con sus dedos. No ve a nadie. Vuelve a acostarse y esconde toda su piel entre su ropa, así nadie
lo ve.
6:30am un desgraciado lo delata con su quiquiriquí quiquiricá, alguien abre
la puerta del camión y dice:
-¿Qué haces acá, hijo de puta, qué me robaste? -le da
un golpe en la pierna.
-No robé nada, solo entré porque hace frío.
- Salí de acá, dale,
o te cago a trompadas. Juana, pasame un
palo.- llama a su mujer en voz alta.
-Bueno, no te
saqué nada, solo entré, me acosté y
listo.
Viene una mujer
con un fierro de un metro, aproximadamente.
-Vecinos, vecinos, nos quiso robar -dice la mujer, mientras golpea las puertas
Las luces de las casas se
prenden y todos salen a chusmear qué pasa
-Tanto escándalo
hacés, la conchadetumadre, si no te robé nada, solo tenía frío, a ver si lo
entiendes. - dice Juan, mientras se aleja y tira la puerta del camión
- Caminá, dale
caminá, tomatelá- el hombre sostiene en su mano el fierro que trajo su mujer.
Los espejos del
camión ven que un vecino se acerca y
obstruye el paso de Juan. Lo toma de una mano, mientras la otra espera, con el
puño cerrado, la voz de lo demás. Los gritos de reproches, consejos y sermones
confunden a la violencia de aquel hombre. Mientras, Juan observa venir
aquel puño amenazante. Entonces busca en esa sequía un poco de agua, una
sola mirada que pueda ver en él un hijo de dios. No encuentra nada en aquellos
ojos y agacha la cabeza, los ojos casi
se le hunden en el barro, también seco.
Un suelo carga
el deseo de un sacrificio ante los rostros
armados, como guerreros aztecas. Unas gotas de sangre satisfacen su sed
y calma la sequía. Se tiñe de rojo y
desaparece en una sombra. El rayo del sol ciega a los espejos y estos alumbran a aquella señora que tironea
la poca ropa de Juan. Las manos de Juan intentan defender a los espejos de aquellos
cazadores sin fortunas. Desprenden las
uñas de la mujer, que arranca la tela (sólo esa tela e se apiadó de él en la noche más fría)
y lo lleva lejos de aquella manada. Sin embargo, el agujero en la espalda de aquel buzo
ve las marcas del suelo, que guarda las huellas sobre las almas negras
reflejadas al sol.
-
Qué mal educado este muchacho-enrolla su bufanda en el
cuello- así se empieza, se entra en un
camión, luego se entra en una casa.
-
Anteayer intentaban entrar
en mi casa y mis perros ladraban tanto
que los ahuyentó- Juana señala el lugar
donde entraron
-
¿Por qué no ladraron ahora,
cuando él entró en el camión?
-
Los tengo adentro, afuera hace
demasiado frío.
Siguen murmurando la situación.
Mientras, de lejos, se ve una sombra venir. Antes, esa sombra había salido de su casa para encontrarse con
ella, su novia, quien ansiosa esperó por su aniversario. Entusiasmado, Martin
se probó una y otra vez la vestimenta para aquel encuentro. Compró también un
detalle, quiso impresionarla, y gozó de antemano con la imagen de ella
sorprendida. Su madre lo vio y lo retó
por cómo iba a salir tan desabrigado, ya
la televisión había dicho que la temperatura estaba demasiado baja. Entonces,
ella lo cubrió con una campera y una bufanda. Él había aprendido de sus padres
sin discutir y esta vez tampoco discutió. Solo esperó la llegada del padre y le
pidió plata. El padre, después de darle
unos pesos, le deseó mucha suerte. La madre lo besó y se despidió. Con su
bufanda en su cuello y la sonrisa en su rostro, se alejó de su casa. Unos días
atrás había cumplido dieciocho años, ya todo un hombre.
Se dirigió hacia el camión de su
padre. Abrió la puerta y sacó unos billetes
escondidos debajo del asiento, luego cerró la puerta. Aunque se olvidó
de poner llave, porque se distrajo con aquella sombra en una esquina, doblándose en varias formas.
Asustado, se marchó sin mirar atrás y caminó en una helada noche. El resto
resultó, hasta un punto, casi predecible. Se encontró con su novia, fueron a
bailar, luego a un hotel y, finalmente, él la acompañó a su casa.
Regresa
a su casa después de dar varios pasos (su novia vivía muy lejos) y se encuentra
con aquella sombra. Juan voltea hacia atrás y siente un temor al ver que más vecinos salen de sus
casas.
Dos sombras humanas se encuentran:
sin vestimentas, oscuros, sin colores, sus manos son iguales, no hay nada que las diferencie ni tampoco
nada las distingue. Solo se cruzan en el camino. Juan mira a Martin cansado
y muerto de frío, lentamente se acerca a él, busca en su mirada ayuda.
Martin alarga sus pasos y agacha su mirada al suelo, un suelo que
brilla por una luz, pero a su vez es
cubierto por una alfombra roja.
La madre de Martin lo ve
venir y lo llama, desesperada, le cuenta
que ha entrado un ladrón a robar el camión. Su padre ha descubierto que,
aparentemente, el intruso solo quiso guardar
drogas debajo del asiento y fingió querer dormir porque tenía demasiado
frío.
-
Vas a tener cuidado con quién conversas, esto es jodido, mirá cómo ha hecho ese agujero en el asiento. Hay que
tomar una decisión, estos roban para la droga.-dice el padre, mientras se
acomoda la gorra
-Pero
qué podemos hacer. Yo ya le enseñé a ese pibe y creo que no lo volverá hacer
-unos de los vecinos prende otro cigarrillo
-Si
así es este, cómo serán sus padres, seguramente, ya deben estar en la cárcel… o
ni eso- dice Juana- por suerte, mi hijo está yendo por el buen camino.
Por un momento el murmuro se hace
silencio y el imaginario viste a aquella sombra. Martín solo escucha los
comentarios, Otra vecina sale de su casa y comenta que anoche ,en el noticiero, dijeron: hay que
tener mucho cuidado con los menores, porque matan y después salen libres, como
si nada, no hay justicia , todos están
desprotegidos.
Los espejos del
camión ven a un vecino acercarse. Lo abraza haciéndole cosquillas en la panza.
Su padre apoya su mano en los hombros, mientras
la otra mano deja caer el fierro para poder abrazarlo. El resto de las
voces son consejos, aliento y orgullo. Confunden al suelo, mientras Martín observa venir aquellas manos
alentadoras. Entonces, busca en ese calor un poco de viento, una sola mirada
que pueda ver en él un hijo más de dios. Encuentra todo en aquellos ojos y
levanta la cabeza hacia las sonrisas en
los rostros.
Un
progreso es el deseo que carga ese suelo al ver los rostros civilizados, una
alegría satisface y calma el mal
momento. El suelo se queda dormido y desaparece de escena. El rayo del sol
también se corre y alumbra a aquellas torres de ladrillos. La manada entra a
prepararse para sus deberes y Martín entra también a su vivienda. Guarda las huellas de las almas, pues ya no reflejan
la luz del sol. Y Así da sus otros 500 pasos.
Otros vecinos se dirigen hacia sus trabajos, se
saludan y algunos más abren los
negocios. El sol desempaña lentamente la pared de ladrillo, las luces se apagan
y los perros salen a jugar en la tierra. Algunas casas han crecido con los
años y taparon la luz del sol. En un
pasillo- en un rincón- un círculo de luz ilumina como luz de
escenario cuando presenta a su público y a sus actores favoritos. Juan se
acerca a esa luz “esta es la señal” piensa, y se abriga con ese calor junto con
su sombra. Trata de completar su sueño:
sus otros 500 pasos van cumplidos.
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