miércoles, 26 de junio de 2013

Cansancio, un cuento de Diego Soria, junio de 2013

Cansancio.

Cuando Marcelo llegó al campo luego de larga travesía, el corazón le daba saltos. En la entrada del pueblo el camino de asfalto se corta en el ripio como un adiós; el aire se mezcla con los aromas de las hierbas que bordean el río, son imágenes  de un paraíso -se le ocurrió.
No más violencia, no más discusiones con el jefe -pensó y sonrió al recordar: los viajes en colectivo, la ciudad atestada, los rostros mustios de la oficina, la carrera sin línea de meta. Se cansó un día de todo aquello, pensó hasta en matarse, pero ya vivía asfixiado.
Así huyó Marcelo, con lo puesto, como los presos, solo con su mochila.
Entró al pueblo a paso firme, en una mañana de cuento: el campo se extendía infinito y verde, igual en los afiches de la ciudad, el rocío colgaba en infinitas gotitas atravesadas por el sol.
Lo primero que vio fue la plaza principal, donde el pueblo parecía reunido en torno a un algarrobo, ¿una festividad tal vez?, pensó. Se acercó despacio, como quien entra en casa ajena.
El corazón volvió a agitarse.
De una rama, una cuerda; ahorcado, el maestro de la escuela.
-Se cansó -dijo alguien en alpargatas.

Camino al albergue, Marcelo sintió que la mochila le pesaba.

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