lunes, 3 de junio de 2013

De ausencias y otras yerbas, breves textos de Roberto Aguilar, junio de 2013

De ausencias y otras yerbas

1
     Me siento contra el sol del mediodía. Bajo los gomeros. El brillo de las hojas corre las líneas de los brazos, las piernas, mi cara hacia las sombras.

2
    Fue un destello, un fulgor del cielo. No sé si un rayo de sol, de tormenta o la caída de una estrella furtiva la que te sacó de mi lado.

3
     Por la mañana oigo cantar al ruiseñor. Después al silencio. El cazador lo busca al mediodía. En la tarde veo los jilgueros en la jaula. Por la noche, el trampero les arranca
los ojos. El sol no se pone nunca. Los machos, siempre en celo, llaman a las hembras. Nunca aparecen. Finalmente el crepúsculo y yo nos enloquecemos por el alba.

4
     Las aguas heladas crean monumentos eternos sobre el
glaciar Perito Moreno. No muy lejos, llueven cenizas de un volcán. Nadie habita el sur. Los pocos caminantes son enterrados vivos.
     Una mujer cruza la 9 de Julio con auriculares en las o-
rejas. Escucha las noticias. No deja pasar un instante que
ya desatiende las palabras. Salta a otra estación. Ruidos: La estación del ciudadano solo.

5
     ‘¿Cómo decir adiós tres meses antes de partir?
La agonía del que recibe la noticia es tan larga como la
muerte. Quien se va, bien, gracias.’ Le dijo la piedad a la
hija rica del desamor.

6
     ¡Cómo cambian los tiempos! La crueldad siempre fue moneda corriente: ahora ella le dijo a él, cuando abrió la puerta de su dormitorio, en plena madrugada de invierno: ‘Mi amor, salí a cazar mariposas, pero me olvidé de traer la red.’  

7
      Los músicos de la legua van por los caminos. Saltan los ríos, vuelan con las golondrinas de primavera en primavera. Cruzan las ciudades congeladas. Se sientan a orillas del mar a escuchar el aplauso eterno del eco de las
cavernas.

8
      Fui al teatro con mi madre. Nunca entendí por qué los
espectadores se aplaudieron así mismos y los actores reci-
bieron todos los silbidos. Por qué se sacaron los zapatos y
los tiraron todos contra todos bajo una guerra de salivazos. Mientras tanto, los niños salieron a la calle, se sentaron solitos, uno lejos del otro, a esperar y sentir la lluvia caer.


9
      Me siento mal. Estoy perdido. Una catarata de lágri-
mas desmaya e inunda los sentidos. Me siento con mal de ausencias, pero vino un ángel y se puso a nadar en mi río.

10
      Bajo las cúspides de los edificios las ventanitas se 
abren hacia abajo. Desde arriba, sobre la terraza, se ven
hormigas por todas partes. La luz de sol o de luna me a-
compaña. Soy el eterno demiurgo sentado solo a la vera
de la creación.

11
      Detrás de mi espalda, la nada.

12
      Puedo ahora escribir los versos más tristes esta noche:
Ella se ha ido.
Ella no se fue.
Ella nunca estuvo.

13
      ¿Cómo puedo hacerle entender al pichón de gorrión, que su madre ya no está, Edith Piaf murió y que mis brazos no son astas o guadañas, sino alas para bajar del cielo?

14
       Conozco muchos secretos. Esta noche mato al suici-
dio con un enjambre de jengibre, limón, vinagre y unas
gotitas de sulfuro para que la plata, escondida dentro de
mi pecho raquítico, brille en los escaparates de las tiendas de moda. ¿Alguien lo verá? ¿Alguien me comprará?

15
        Los vivos me abandonaron, los muertos rompieron
mi silencio, los dioses me maldijeron. Ahora odio, grito,
escupo a nadie, contra nada. En el resplandor de las sombras, busco pelos largos, rubios, negros, rojos, polvo de
flores. Algo encuentro. Me maquillo y beso las bocas de todas las deformadas de este mundo sobre la eterna penumbra.

16
        Ninguna virtud se hizo para mí. Soy de los mediocres
para abajo, los de más abajo. Llevo y uso un cuchillo de doble hoja. Me dedico a disecar y embalsamar cadáveres.
Amo verlos vaciados de órganos. Los rellenos con mate—riales especiales. Llegará un día, si alguien me ayuda, en
que desmayado vaya a parar dentro de uno de ellos. Luego
despierte, y con su boca, mi boca, mate a los restos de las
mellizas, melancolía y nostalgia, con una maldición de mi
tataratatararetardadaabuela.

17
       Días menos, días más, el terror ocupó y ocupará el lugar de las ausencias.

18
      Soy un monstruo. Solo, para crear más destierro.

19
      De demiurgo a destructor. Del más acá, del más allá.
No hay punto medio.

20
      Creo haber contado las soledades y los infinitos aban-
donos como las pelotitas de un rosario. Pero no me quedé con ninguna. Sin embargo, los castillos de arena cayeron sobre mí, y mi alma perdida y mi amor sin edad, y las palabras, silencios, lágrimas, cenizas calientes de los volcanes, la escarcha, el fuego de los muros y los pájaros con el
canto bajo los escombros.

21
       Soy el que no soy. Estoy siempre donde vos no estás.
Huelo desapariciones. No te invoco. Olvido. Recorto tu presencia.

22
       El viento se olvidó de borrar las huellas de mis manos
sobre los cadáveres.  

23
       Soy de fuego. Conozco el comienzo de las tragedias,
el final de las felicidades. ¿Pero a quién le importa?

24
       Los perfumes exquisitos vinieron a mí desde unas flores. Olían a rosas y a jazmines. Pero elegí una sin aroma. Me acerqué a ella. Al principio fui devorado por su corola. Al final, me convertí en el fuego, en el calor de su sombra.    


       
     


   
      

              

1 comentario: