martes, 11 de junio de 2013

Chat, citas y café, un cuento de Francisco Oscar Famá, Junio de 2013


CHAT, CITAS Y CAFÉ
En medio de la era de las comunicaciones, Nicolás disuelve su matrimonio con Belén. En la casa de un amigo pasa dos semanas. Cuando parecía que se quedaría más tiempo, encuentra dónde mudarse. Comienza a ver las posibilidades de conocer mujeres. Una de las chances, la más fuerte, buscar por Internet. Un ordenador, Internet y a chatear.
Lo distrae un par de gatos delante de la puerta de tejido que da al patio. Los espanta, nada siguen dando vueltas.
Comienza a probar, antes hay que llenar una ficha técnica. ¿Y qué pongo? No muchos datos ¿quiénes están en la pantalla? Se instala en el patio de la nueva casa de dos ambientes. Con la cámara del celular escrachará caras, ¿cuáles? La luz en el lugar lo favorece. Todas las muecas posibles para que no parezca desesperado y sí feliz.
Los dos gatos le dan vueltas friegan el lomo en sus piernas. Uno blanco, el otro negro. Los agarra, levanta la cola de ambos son dos machos. Mira la cara de los felinos –los deja en el patio.
Pone lo requerido por la ficha, el portal del Chat acepta. Ahora Nicolás a esperar que alguna mujer pase por la red y quiera tener una conversación. Detrás de unos mates, ordena su nueva casa y sentarse frente al ordenador, son partes de la nueva soltería.
De pronto, que va que viene y se le da. Después de los saludos comunes hay que meterse a ver si son compatibles o si hay piel. ¿Cómo se sabe lo de piel de este lado de la pantalla? Ni hablar del otro lado. Qué lío, se dice Nicolás. Otra que cae en la red y otra más, más, más y se suman. Se pone de pie, sus manos entrelazan su cabello castaño oscuro. Tanto masajea el cuero cabelludo que, al retirar sus manos, los pelos lacios se acomodan solos.
Mira a los gatos de un año aproximadamente, sentados, lo miran desde el  patio.
Contesta cada una de las preguntas con una ficha de diálogo, foto de la mujer y su nombre. No puede cebarse un mate que ya llega la siguiente pregunta y se superponen las escrituras.
Foto, nombre, edad y ciudad donde vive. Nicolás ve que la gran mayoría de las mujeres ponen fotos del rostro o hasta la cintura, muy pocas de cuerpo entero. Otras ponen fotos de viajes. Son contadas quienes se arriesgan con fotos que las muestren a las claras. Sacan o tapan a queines no quieren comprometer en la publicación. Se pregunta ¿deben tener celulares sin cámara? Están las vivitas con una imagen de hace una década. Se toma un descanso, se descalza y camina por la vivienda, muy pensativo.
En la casa de un amigo, Nicolás logra plantarse frente al espejo y fotografiarse de cuerpo entero. Qué mal queda mostrarse con el celu en la mano. Finalmente le pide a su amigo, quien se cobra con una chanza y le saca varias de cuerpo entero, más una que queda bien con los dos perfiles delante del espejo. Ojos celestes en un rostro cobrizo, cabello castaño oscuro y delgado vende se dice.
El perfil de cada una es variado, pocas coinciden. La gran mayoría quiere encontrar pareja. Muchas advertencias para los tipos casados, con novia y muchos molestos de menor edad o de mucha edad. No contestan nada las que posan en malla de dos piezas o con el trasero en un pantalón muy ajustado.
Los diálogos se repiten hasta sentirse a gusto en una charla. Nicolás detecta que  rinde ponerse un poco mimoso y coquetear con algún perfil que cree favorecer a la mujer en cuestión.
Las citas son un casting en un café de un lugar público. Rara vez en la calle, a veces en la entrada de un Shopping o -tan simple- en una esquina muy concurrida.
Se queda pensativo mirando a los gatos, yign y yang. Nota que siempre se sientan en el mismo lugar, el blanco pegado al negro.
Nicolás se ha arriesgado al citarse con una mujer en la puerta de la casa. Una vez adentro, no se sabe qué pasará. Toma coraje, entra a la morada de la chica del Chat. El departamento lo recorre rápido, dos ambientes, modesto su distribución de los muebles. Se queda veinte horas, sin moverse del lugar, llamadas a casas de comidas y disfrutar.
Algunas mujeres son viudas. Las más, separadas y solteras por elección. Todas tienen un modo distinto para que el varón hable. Las citas pueden estar cerca de la mujer en cuestión. Siempre conocen el bar, pizzería tal o cual. La mayoría de las veces, después de la primera cita, quedan para el día siguiente. Para no acudir, las excusas son muchas. Las hay que enferman de treinta y nueve de fiebre al hijo de veinticuatro años. Otras se encuentran con un estado gripal y mantienen un diálogo telefónico de una semana. Parece que la gripe en lugar de siete días, pasa a ser de catorce. Las excusas varían mucho, pero están también quienes aceptan el siguiente paso. Nicolás saca la conclusión de que esto es un delivery o catálogo de varones para mujeres. Siempre ellas eligen.
La meta de Nicolás es hacer que la mujer dé su número del celular. La mayoría lo pone a las apuradas y están las que vacilan, esperan saber más del varón en cuestión. Ya verde de mates, deja la computadora y se va al patio. Mientras escucha el Chat le indica: hay alguien a la espera de respuestas.
Nicolás se entusiasma con el asunto y cambia los horarios de sus actividades, menos el trabajo, para estar más tiempo en Internet.
Las fotos de las mujeres que Nicolás cita, ya frente a sus ojos. Debe aceptar los cambios.
-Mirá vos, qué cosa, la foto es reciente –suele decirle ante alguna comparación, foto- mujer real.
-El portal debe publicar mal las fotos – le replican, si insiste en el tema.
Muchas excusas.
Ellas deciden cuándo será el encuentro. Sábado por la noche o después del almuerzo del domingo. Códigos de mujeres se dice Nicolás, se aseguran que el candidato sí viva solo.
Se cita en la esquina de Riobamba y Corrientes. Una de las esquinas preferidas de ellas. Otro lugar al que concurre mucha gente es Cabildo y Juramento. Muchos caminan por allí a cierta hora de un viernes. Por intermedio del celular, Nicolás  avisa.
-Estoy en la esquina.
Minutos, escasos treinta para el encuentro. Ella llama.
-Hola - la voz de Patricia.
-Hola - camina de un lado a otro clavando la mirada en los transeúntes y, por fin contesta.
-Estoy llegando, mirá hay un pequeño problemita.
-Está bien por la hora el tránsito anda algo pesado.
La esquina de Corrientes y Riobamba cobra importancia, el semáforo titila la luz naranja para los peatones, rojo para los autos. A eso se une la bocina de algún impaciente. Con la mano libre en garra frente a su rostro, clava los dedos en el cuero cabelludo, empuja hacia la nuca.
-Nada de eso, quiero decirte; no hay problemas por lo que decidas.
-¿Qué te pasa?
-A mí nada, está todo bien.
Cambia de mano el móvil. Una tapita de gaseosa pasa a ser pateada descarga tensión. Mira al cielo y fija la mirada quedándose sin moverse.
-Te escucho.
-Es que soy un poco gordita, si vos crees que es un problema. Nada, no nos vemos.
-Las fotos que están en tu perfil… –hace un pequeño silencio- ¿a cuál te ves parecida?
-La que viste con jean y remera lila.
-Está bien, hola, hola –aprovecha para pensar qué decir- está bien, ya estoy aquí y te quiero conocer.
-En minutos llego.
            Nicolás camina de un lado a otro cabecea. Se calma, ríe para cambiar su humor.
            -Hola, ¿Nicolás? -Alguien le toca el hombro.
            -Sí, ¿Patricia? –hace medio giro. De frente, es casi alta como él. Le da un beso en la mejilla. Se ponen de acuerdo hacia dónde ir.
            Se van mirando a los ojos mientras caminan, ella los tiene celestes y Nicolás también. Patricia es robusta, a simple vista nada de rollos, senos de tamaño usual, brazos con músculos firmes. Viste una camisa de jean que le pasa la cintura. Él es un poco más alto y más delgado. Entran en un bar de la calle Corrientes. Buscan una mesa central del salón. Nicolás espera que ella tome asiento para hacerlo él. El mozo se va con el pedido de dos cafés en jarra. El de ella cortado.
            Todo nuevo para Nicolás. Se siente observado sin salir de la atenta mirada de Patricia. Mientras ella habla, él mezcla pensamientos. Las personas caminan alrededor y él se dice que está todo armado. Le devuelve la mirada a una mujer que había fijado sus ojos en él. Patricia gira la cabeza ve a la mujer, se vuelve y le sonríe a Nicolás.
–Debo ser parecido a alguien- comenta él despreocupado.
            Entre anécdotas, gustos y biografías han pasado algunas horas, ya casi no se ven parroquianos. Deciden irse, Nicolás se excusa, va al baño. Al regresar ve que la espalda de Patricia es casi recta, algo se marca en la cintura. Los tobillos son redondos. Paga al mozo antes de llegar a la mesa.
-Dejé mi auto por allá –comenta ella, mientras él no puede sacarse la imagen de su espalda recta de encima.
Ella sabe: Nicolás está de a pie. Se disculpa por no avisarle antes que tenía vehículo. Nicolás sonrie, no le importa.
Patricia le muestra su auto, aún sin subir, él le indica que debe abrirle la puerta a él y luego ella dar la vuelta y entrar al vehículo. Ya dentro, se colocan los cinturones. Nicolás pone su mano debajo del mentón de ella y la induce a esperar un beso. Primero arriman sus labios en besos cortos y luego se unen para regalarse uno con más intensidad.
-¿Dónde vivís? - Patricia fija la vista en los comandos y luego gira la cabeza.
Hace una mueca y clava la mirada muy cerca del rostro de él. Sonríen.
Nicolás responde en el momento que ella pone el auto en marcha. Avanzan por la noche cálida en los primeros días de diciembre. El tránsito ha mermado después de las cero. Llegan y encuentran, entre dos autos, dónde estacionar. Nicolás se quita el cinturón y acerca su rostro al de ella. Ella es quien entreabre sus labios para recibir el beso. Se quedan por un momento muy prolongado y disfrutan la caricia.
-No quiero ser descortés y poco caballero – le dice esto mirándola a los ojos. Ella espera que termine de hablar-. Vos decime si está mal invitarte al siguiente paso. – ella ríe-
-¿Cuál sería? - lo mira fijo a los ojos sonriendo.
-Deseo que vayamos a un lugar donde estemos más cómodos. –sella estas palabras con un beso más largo junto a un abrazo que los une más. Ella asiente con la cabeza y hace que Nicolás se coloque el cinturón.
Camino al lugar donde pasarían la noche, Patricia saca una conversación para distender el momento. La noche se presenta con un cielo estrellado, cálido con una leve brisa.
            Entran a la habitación después de haber estacionado en el box correspondiente. Se abrazan y comienzan a quitarse las prendas. Patricia se retira del abrazo para ir al baño. Nicolás se tira vestido a la cama y sobre el respaldo de la cabecera comanda las luces.
En ese preciso momento aprieta una tecla y se enciende su computadora en la página del Chat.
-Hola dulce, ¿estás? –pregunta Alicia.
-Lindo, ¿te encuentras despierto? –Mirta.
-Cambié las fotos de mi perfil, espero te guste, dulce –Marta
Se suman en ese momento más de veinte postulantes.
Ajusta la iluminación algo tenue. Se para delante de una silla y abandona allí su ropa, gira al oír la puerta del baño. Patricia entra en la habitación con la ropa de ella en la mano, solo el sostén y una tanga aún puestos. Deja la ropa en una silla, mira las luces, aprueba con su cabeza, espera que se aproxime Nicolás. Él la abraza y besa, sus manos van bajando desde lo alto de la espalda de Patricia, más, más, llega a las nalgas y hunde sus manos en ellas. El espejo lo muestra con los ojos bien abiertos y diciéndole a su imagen –¡carne..! Los dos están cómodos, caminan hasta la cama y se acuestan.
Coincide esto último con el momento en que cae el celular de Nicolás en vibrador, se enciende.
-Hola dulce, ¿estás? –pregunta Alicia.
-Lindo, ¿te encuentras despierto? –Mirta.
-Cambié las fotos de mi perfil, espero te guste, dulce –Marta
Y se agregan algunas más. Y más. Y más. O menos.


FOF.    

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