viernes, 14 de junio de 2013

El fulano, un cuento de Gabriela Ramos, junio 2013

El fulano


Una mañana despierta. El hombre de traje le había interpelado.

-No te levantaste esa mañana- Le había dicho.
-No te interesó en lo más mínimo ayer.
-Viajaba por los subtes, un poco perdido.

Nada sucedía, todas las mañanas. Pero el subte le hacía recordar los días y olvidar las mañanas.

-Otra vez perdiste tu turno.
-Otra vez aumentó el subte.
-Otra vez te olvidaste de mí.

Nada sucedía, e iba en camino. Casi todas las mañanas eran iguales, monótonas, azules, claras. Pero siempre temerosas.

 Griselda nunca  recordaba el comienzo y el final del día. Pero notaba las diferencias en los instantes. Su marido, Fulano, simplemente le recordaba aquello que ella quería olvidar, aunque en ella no estaba ni el comienzo ni el final. Simplemente Fulano quería saber. Nadie sabe qué.

-Te espera un café en la mesa amarilla.

Todas las mañanas eran iguales. Una mesa amarilla. Ella era feliz, quién sabe. Nadie lo sabía.

-No te levantaste esta mañana.
-Es casi madrugada.
-No, amor, estábamos en el subte.

Griselda ya veía claro, no había tragedia. Todo había terminado. Su marido la esperaba, ese Fulano.

En la mesa amarilla le esperaba un té y unas galletas.

Desde el espejo, su imagen, la quería olvidar.


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