Vito de la
toldera
Vito de la Toldera pertenecía al
afamado club del Rubor.
Todos los días se
levantaba a las 11 de la mañana para ir a jugar
al pool con sus
amigos de la calle Quintana. Pero el jueves 1º de
agosto del 2538, sucedió algo inesperado: El cuarto
creciente de la manga de su camisa estaba manchado con el guarro de la luna soñada
durante horas. Ni qué hablar del sol. Tenía el pelo amarillo
cuando se miró al
espejo y ya no había chances de pensar en ninguna chica más. Estaba enamorado
de su cohosativa y la flema le llegaba hasta la verloquia.
Pero bien, todo bien con su flema. Era líquida, no espesa junto a la
cayota tempestiva que esa mañana fulguraba
espléndida.
Se miró otra vez al mirror y pensó: ‘¡Qué lindo estoy! Ya nadie se reirá de mi solenque y
permanecerá mudo con
los ojos clavados en
mi figura. Es probable que ella se enamore de mí y de la noche con el taladro de
su voz en mi oreja. No me la puedo despegar. ¡Si tan sólo se dejara de lágrimas!’
Entonces, Vito se subió a la margarita y salió por la ventana. Llevaba
un rifle y una yunta de fuelles para tocar en la oscura selva de cemento. Su
ombligo se juntaba con la cohosastiva y las delgadas verloquias eran tan largas,
que medía casi dos metros de alto por cincuenta manos de ancho.
Y flotaba y flotaba. No estaba sólo, claro. El flujo de rabia i-
ba por su cayota,
todo juntito al amor desesperado de su nuarde—
ciente. Era una flor
con alas. No se la podía maltratar. ¡Pa´ qué e-
charla! Si era tan
linda, tan lacta. El palo de escoba entre sus huevos llegó hasta la jodida
blanca. No paraba y paraba. En cuarto ardiente, manifestaba su pena y su
alegría mezclada. ¡Quién podía detener ahora a su solenque y al oscuro taladro!
Vito de la Toldera
llegaría tarde a la jugada, Vito de la Toldera ya no era el mismo y jamás regresaría con
sus amigos. Los vagos allí abajo estaban enojados. Se pinchaban las sabiolas
con sus lindos tarifliros y lloraban y lloraban. Lo extrañaban, claro. Pero la
luna jodida no respondía. El día era noche, la noche sarabanda. ¡Qué linda
huarra pasaba! Todo mezclado, todo mezclado. Vito de la Toldera por entonces no descansaba. Antes de mi pie de
página creará las blancas y la rima con que se hará la paja brava. ¡Atrás,
atrás quedó su casa! ¡Su trabajo! ¡Pero si nunca trabajó! ¡Pero qué digo! Me
llega, me llega el rubor de su risa. Parece sangre. ¡Va inundar mis bordes a
derecha e izquierda, mis espacios en leche y tapecí por abajo! ¿Será virgen? No
lo puedo tolerar. Por ahora que escriba, que escriba. Que suelte su capa al viento
y grite conmigo: ¡Santa cataplasma, Batman! ¡Nos invaden los maricas, la razón
tempestiva, Kant y la concha de su madre!…
-Corre, Robin. Sin punto y aparte sin
punto y aparte ¡PUM!
Me pegó la aurora
¡Corre, Robin, corre, Robin, corre ,Robin! PUM me pegó la mañana.
-¡Diario!, ¡Diario! ¡Clarín, Crónica,
Razón! ¡Diarioooo!
-¿Qué día es hoy? ¿En qué año estoy?
¿Cómo me llamo?
¡Corré, Robin, corre!
Por favor, ¡corre, Robin! ¡Correeee!
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