miércoles, 12 de diciembre de 2012

Nuevos textos de Pablo Cecchi, Diciembre 2012



1.
                                                              MIRONES

                No sé qué escribir ahora, es así, sentado sobre la silla me inclino ligeramente hacia atrás hasta que mi cabeza calva ( en parte nomás, es un complejo de mierda y esto de ser pelado a los 29, pero díganme la verdad, ¿no es algo temprano?) toca la madera del “box” detrás de mí. Lo hago lentamente una y otra vez,  son pequeños toquecitos en mi bocha,  y me relajo.
                Estoy en un cyber en Av. La Plata y Tarija, barrio de Boedo (creo, ¡ja, ja!), siendo las 2 y 20 am del primer miércoles de diciembre del 2012 (ya se viene su final, el del año, claro), escuchando un poco de Floyd, Pink Floyd: el disco “Meddle” completo (discazo, se los recomiendo), en mi mp3.        Han sonado otros temas ya antes  y los cantaba sin  el menor atisbo de vergüenza. El gordo  sentado al lado pareció molestarle y disimuladamente transformó su furia en  críticas que, a los gritos, le hacía a sus compañeros de red. Así tapaba mi voz en gran medida (en los cyber se practica mucho esto  de jugar en red, yo también lo solía hacer cuando tenía como 20 -un poco grandecito-, consiste en jugar a un juego “x” que está cargado en las máquinas de a varios y en tiempo real, se utilizan uno o varios personajes del mencionado “x” y se ve a tu compañero de esparcimiento como se desempeña en tu misma pantalla), a mí me gusta cantar, así que no voy a dejar que vuelva a pasar, todavía tengo la esperanza de formar una banda que suene linda: hoy toqué la guitarra y canté con unos conocidos en la plaza Güemes, me sentí  muy bien.
                  La calle, por poco es la completa desolación, sólo impura por dos vehículos que recorren la Avenida a gran velocidad ni bien cruzo la puerta del cyber hacia la vereda. No llego a mirar el cielo, me invade una sed tremenda y vuelvo a entrar, compro una sebenap, le digo al pibe que atiende, te pago todo junto, al final. Me vuelvo a meter en mi “box”, con temor de que el gordo haya hurgado algo en mi bolso o me haya hurtado una o de mis galletas.
                A unas cuadras, diez aproximadamente, mi viejo debe estar durmiendo en su cuarto junto a su mujer, Irene, comieron asado de salmón y trucha, con ellos estuvieron una pareja de amigos (él vive en Suiza, desde hace unos largos años ya y también conoce a mi vieja, pero no se frecuentan actualmente, no recuerdo su nombre en este momento; ella es Grachi,  fotógrafa -tiene un hijo de mi edad, Sacha, al que le está yendo muy bien  -, me sacó unas fotos bárbaras en Parque Lezama años atrás y también fue la fotógrafa del Casamiento de mi Hermano y Mariana, mi cuñada; es la mejor amiga de Irene y me quiere un montón) y Adelina, algo así como mi abuela postiza, la mamá de Irene, quien  olvida todo en cuestión de segundos, por ejemplo, te cuenta una historia, siempre rica en detalles de los más diversos y te la vuelve a contar a los 5 minutos y lo hace de nuevo, a mí me cansa la verdad, le digo a todo que sí, ya me sé casi toda su vida  (sé que vivió en Boedo al 800, en Ingeniero Maschwitz y alquilaba en Mar del Plata, que fue elegida Reina de Boedo a los 18 años de edad, pero no se presentó a la entrega de premios por pudor, no puede comer nada con sal porque su médico le diagnosticó hipertensión, pide día tras día que le traigan postres, alguna pastafrola, masitas o chocolate, entre mil cosas más que en próximos relatos pienso agregar).
                Como punto final creo, principalmente, que esta historia abunda en  paréntesis, algunos debería haberlos borrado del mapa; también pienso fervientemente que el gordo con sus gritos  quiso participar de esta historia. En cualquier momento deja de hacer lo que está haciendo (ahora busca trabajo por internet, cosa mucho más productiva que ponerse a gritar como un desaforado, un desalmado) y se pone a leer como un idiota lo que escribo, pobre gordo, me termina por dar pena.









2.

Ella solo encuentra hilachas,
hilachas quemadas
por el encendedor de Marisel,
 minutos antes,
estaba el encendedor en el bolsillo
de su Jean Capri,
Ella se puso a llorar
y Marisel a reír
la risa devino vergüenza,
vergüenza fue
arrepentirse, lo siento, lo siento tanto,
pero ya muy tarde,
Ella se ha encerrado en su cuarto,
no quiere saber más nada con su amiga,
mira ahora con el rostro cubierto de lágrimas
a través de la ventana,
ventana empañada por el frío que hace,
frío que sólo hace allí, en el Bolsón,
 un pueblo, más bien una ciudad
en el sur de nuestro país,
y no un bolso grande como muchos
de ustedes pensarán,
qué pensarán ustedes,
locos interplanetarios,
planetas.. mi concepción sobre ellos
cambió días atrás,
cuando caminaba por Cerrito y Corrientes,
en una noche divina,
me encontré , tan particulares,
un pibe y una piba invitaban a quien pasara
a avistar  Júpiter con unos telescopios
 a cambio, la colaboración,
yo no pude con tanto, pedían 5 pesos,
mis pesos llegaron solo a uno con cincuenta,
ellos se conformaron y me dejaron ver por el tubito
del gran instrumento,
vi una pelotita amarilla con dos rayitas,
rayitas que significaban la atmósfera,
no la nuestra, no se vuelvan a equivocar,
sino la del gran planeta,
el flaco me contó que su consistencia es gaseosa
y no sólida como yo pensaba,
gaseosos como
a Urano, Neptuno y Saturno,
únicamente Plutón, es el único
de los últimos planetas que es sólido
pero realmente no se lo considera
parte del Sistema Solar.
Solar como la Cama Solar que tomó
alguien en algún local de bronceado
en el día de la fecha.
La Fecha del Fútbol terminó con Vélez campeón
esta vez, la otra vez lo fue Arsenal,
el campeón que lo precedió.
Lo precedió como cuando
me toca esperar en la fila del banco
pero antes, cuando hacía un laburo
de investigación y me pagaban en cheques,
los cheques son verdes,
verdes como los dólares,
qué curiosa casualidad,
pero el verde también es hermoso,
está en las hojas de todos los árboles,
o de prácticamente la mayoría,
mayoría de personas,
es lo que buscan los políticos,
para llenarse cada vez mas,
y más, y más, los bolsillos,
bolsillo como el de Ella, donde
guardaba una hilacha antes de ser quemada
 que no es un bolso pequeño,
como Bolsón no es un bolso grande.

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