jueves, 27 de diciembre de 2012

Nuevo texto de Alicia Lapidus, diciembre 2012


Derrames


                Estridente, se derrama sobre los guardapolvos. Como papelitos arrastrados por un viento invisible  corren a las puertas de sus aulas. La escuela es muy antigua. Paredes de cemento verdoso surcado por profundas rajaduras, altos ventanales, marco de madera pintado y vidrio que refleja incómodo los rayos de un austero sol de inicios de primavera.
                Las maestras de riguroso delantal duro de almidón miran sin ver, mientras intercambian historias en secreteos con sus cabezas ladeadas, casi tocándose.
                Los seis años de Pedro siempre se sobresaltan con el timbre. Esta no es la excepción. Corre hacia su aula,  cruza todo el patio. Las glicinas explotaron de flores esta semana. La pérgola y las baldosas del piso están violetas, Pedro corre. La suela de sus zapatos negros está inundada de flores.
                Una patinada y el mundo se detiene.
                ¡Otra vez! Una voz silenciosa se queja. Desgarrado el blanco en el trasero violeta. Otra vez el guardapolvo sufre. Los guardapolvos almidonados corren a socorrer. Susurran al paso veloz de las piernas.
                -Otra vez Pedro, otra vez Pedro- dicen zumbando.
                Se agachan sobre el magullado y, sin sonido, lo calman. Es una herida de tela nomás. No vendrá la muerte ni el desguace por ella. La madre lo va a remendar.
                El delantal roto se incorpora, sin mirarse la herida, trata de ocultar la mugre violeta. Pedro, en cambio, ni se preocupa. Se derrama entre los otros y ya lo lleva al vuelo en su corrida hacia el aula.

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