martes, 2 de julio de 2013

HORAS EXTRAS, por Horacio Intorre, Julio de 2013

HORAS EXTRAS


Pedro  tenía de cincuenta años,  empleado judicial, Ana sus esposa tenía cuarenta y ocho años. Viven juntos desde hace veinte años. Pedro trabaja entre expedientes polvorientos en lugar oscuro, con oscuros compañeros de oscuros pensamientos.
                Ana, desde que perdió su primer embarazo de cinco meses, ya no pudo tener más hijos, eso la deprimió mucho.  Abandonó su aspecto físico y sus ambiciones. Tirada en un sillón pasa los días, entre culebrones mexicanos  y  noticieros que repiten una y otra vez los mismos crímenes y robos (no existen otras noticias)
                A la hora de la cena, casi no conversan entre  sí,  se les gastaron las palabras y los temas. Los días son todos iguales se repiten fatigosamente.
                Ana  solo mira la tele y come chocolates y galletitas, engorda más y más. A la vez que aumenta su pesimismo y su desidia. Para ella la vida pasa entre novelas mexicanas, crímenes y robos que le cuentan en l a tele. Es más seguro quedarse en casa, “piensa”. Sin vivir no se muere, pero vivir muerto es peor, que morir de un tiro en la cabEza.
                Pedro trabaja demasiado, es un buen empleado. Pero comenzó a sentir dolores en su espalda y en su cuello, por lo que fue a visitar a un médico. Pedro siempre fue un hombre sano dinámico, bastante alto y bien parecido con cabello rubio  prolijo y barba candado que le da un aspecto intelectual.
                El médico le mandó hacerse unos estudios.   Ante los resultados solo le dijo que debía ocuparse más de sí mismo, hacer ejercicios, correr, trabajar menos y romper con la rutina. Pedro se compró un equipo de gimnasia y zapatillas para correr. Ha dejado de  hacer horas extras, lo que le permite llegar más temprano a su casa, cambiarse y salir a correr tal cual le recomendó el médico.
                Ana continúa su rutina de  chocolates y tele.
                Pedro se pone la ropa de gimnasia y se dirige a la plaza  a tres cuadras de su casa. Al principio empieza con ejercicios suaves  a caminar  trotar y descansar un rato. Se siente muy bien, a pesar de que le duelen todos los músculos. Día a día su condición física mejora.
                Mientras  Ana,  con sus chocolates y telenovelas, engorda cada vez más.
                Pedro ya puede dar varias vueltas a la plaza, sin cansarse. Cuando vuelve a su departamento de dos ambientes de barrio de Almagro, ya no soporta ver a su mujer tirada en el sillón, meta tele y  chocolates.
                Una noche como otras noches, Pedro sale a correr, da varias vueltas a la plaza cada vez a más y más velocidad,  siente que tiene un motor en cada pierna y en sus brazos, alas de águila. Corre por la ciudad gritándole a la gente que lo miraba azorada, que era libre, libre, libre.  Atraviesa bocacalles, salta automóviles y semáforos, agita sus brazos-alas y se eleva sobre la ciudad. Ve todo desde arriba, vuela sobre el Río de la Plata, roza las nubes, se eleva más y más , se cruza con un cometa blanco y luminoso que le hace un guiño.Se pierde en el universo y jamás regresa.

                Ana, ausente de todo, ve la tele y come sus chocolates desparramada en el sillón. Ya no puede moverse, intenta incorporarse y cae al suelo. Así muere, aplastada contra el piso, sola en su departamento de dos ambientes del barrio de Almagro.

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