El
miedo
Ella caminaba por el parque, se sentía sola y triste. Su pelo largo
dorado, su cuerpo esbelto, sus manos largas
como el viento, la brisa o la garúa. Parecía esconder el sol entre sus
dedos flacos, como si lo hubiese atrapado entre el agua y la luz: parecía
filtrarlo hasta volverlo transparente, una burbuja.
La gente paseaba con sus perros, de todos los tipos, con sus
familias, con sus parejas… Todo parecía un juego de colores. Ella: una rosa de
luz, un fantasma, un aleteo de mariposa, una promesa. Se sentó.
En la telaraña tejida en un
árbol una mosca temblaba, agitaba sus alas para escapar. La araña aún estaba
ausente. Rosa miraba con atención el movimiento desesperado de la mosca.
La noche anterior en el barrio habían asesinado a una mujer. En la
televisión se escuchaba:
Evalúan la posibilidad de
que se trate de un asesino serial. Las dos mujeres asesinadas eran pelirrojas y
los cadáveres presentan lesiones parecidas.
La policía científica
comunicó que ambos cuerpos fueron hallados atados y sentados en cochecitos de
bebé.
…
Se trata de una persona
altamente peligrosa.
La mosca luchaba contra la seda de araña, parecía casi desprenderse
pero Rosa veía que una pequeña ventisca la atrapaba otra vez.
Rosa se levantó. Se acercó a la feria. Había libros de todo tipo y
de precios muy buenos. Tomó una edición vieja de Cortázar y lo ojeó con
tranquilidad. Tal vez, comprarse un libro de cuentos la distraería un poco de
su estado anímico poco deseable. Encontró “La dama del lago” y otro de Stephen
King, que le recordó a la noticia del asesinato de las dos mujeres
pelirrojas. Se reía para adentro y
pensaba que era gracioso. Se detuvo en el texto de una novela de S. King, IT, y notó que su cuerpo se erizaba y
sintió espanto: por la avenida caminaban cinco mujeres pelirrojas vestidas de
blanco. Se trataba de un desfile de navidad. Tan impresionada, nadie podía
entenderla, las conexiones que ella encontraba eran tantas: el asesino serial,
las pelirrojas, la novela sobre un payaso de pelo rojo asesino, la mosca… ¡pero
eran tantas las variables y tan fuertes las coincidencias! Pagó el libro y se
lo guardó en una bolsa verde. Decidió salir de la feria.
El sol ya casi se escondía, ella parecía una sombra fría en
contraste con el jolgorio del parque. Se acercó a la calle. El desfile
continuaba, escondía la primera fila y la última parecía un ciempiés (rojo).
Entró a un bar. Pidió un café. Prestó atención a las noticias. Se
hacía de noche. No había nada en relación con el asesinato de las dos mujeres.
Tal vez lo había imaginado. Recordó la telaraña, esa trampa tan filosa, tan
endeble como la víctima y sin embargo tan eficaz.
La noche parecía entrar en Rosa: fría, larga, blanca. Sus pecas, su
piel, su pelo se volvía azulado en la oscuridad. Ella notó que sus manos
estaban heladas, las juntó para hacer algo de calor y tomó de un sorbo el café.
Guardaba una luna en la panza.
Volvería a su departamento, leería la novela y rezaría a su dios
chiquito, el que la protegía del miedo.
Puso las llaves en la cerradura. Hizo mucho ruido: el pasillo estaba
oscuro y desolado. Entró. Una mano la tomó de la pierna derecha, otra le tapó
la boca. El libro entre sus pies. La
mosca tiembla, la ventisca… Un bebé reía en el fondo de la casa, aja ha
Todo estaba frío. Una pesadilla. No podía mover las manos, sus
piernas estaban hinchadas e inmóviles también. Frente a ella había un espejo:
era ella, azul, cadáver, un bebé gateaba por ahí, feliz, sonreía.
De pronto: silencio. Los
segundos parecían temblar.
En la esquina del marco del espejo había una telaraña: en el centro
una mosca, muerta, envuelta en seda de araña. La araña merodeaba a la mosca.
Tenía unas patas enormes y llenas de filamentos, movía una, luego otra… Luego
quietud. Pleno ejercicio: envolvió a la mosca por completo.
Rosa no estaba en el departamento Dentro de una casa abandonada, penetrada por el rayo
del sol en todas las direcciones. Giró, como pudo, la cabeza: un payaso con el
pelo rojo se reía a carcajadas. En sus manos llevaba el libro de S. King y un
cochecito de bebé:
-¿Y el be-bé?- Balbuceó ella-.
-Aja ha
Los ojos de Rosa parecían desbordar sus límites.
-La mos-ca
El payaso tomó una tela de arpillera y la envolvió hasta que ella no
pudo moverse.
Rosa se despertó y notó que estaba enredada en su sábana. Se
desperezó. En la mesa de luz había una novela de S. King y el dibujo de una
mosca en una telaraña.
Un payaso de pelo color rojo le traía el desayuno. Medialunas y té.
Rosa ya no estaba tan triste.
Acarició su panza redonda. Faltaban dos meses. Se escuchaba la
noticia en la radio:
Encontraron al asesino de
las dos mujeres pelirrojas. Se trata de un empleado de una guardería de niños.
Se estima que le darán cadena perpetua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario