viernes, 15 de agosto de 2014

Los sueños que no son, por Juan Carlos Pedot, agosto de 2014

Los sueños que no son

                   Muy preocupado por los sueños.   Es condicional que a las grietas de nuestras vidas- conseguidas o regaladas, a las que no quisimos tocar, a las que no les dimos importancia para bien atender-  les esquivemos el bulto. Igual, cicatrizan con los años. De un tiempo a esta parte  los sueños me preocupan, no sé cuándo aparecen, mezclan el pasado con el presente, con absoluta tranquilidad, con total arbitrariedad. Y está bien, porque los sueños sueños son. Augurar un futuro previsible es solo lotería, su única verdad es quizás un deseo, pero casi nunca son verdades verdaderas.
          Habrá un camuflaje para entrar, sorprender a nuestros sueños e interferir para que la atadura  emita señales sin código, para manipularlos a piaccere o, por lo menos, para despojarlos de un sabor amargo o que terminen bien y festejar con champán.
         Que la angustia o la felicidad o la suerte o la mala encuentren un puerto donde descansar o donde reaprovisionarse y seguir un derrotero cierto sin perder  su esencia  de  fantasmas  o- cuándo no- la presencia de la parca.
          Me ejercité, me preparé, repasé inconsciente o consiente. ¿Cómo podría  navegar en mis sueños?  Como pequeño bote a vela impulsado por un viento cálido y amigo de un demiurgo que lo direcciona y  soy yo mismo. Un día no determinado, dormido, me colé en mi propio sueño. Debía ser una intromisión. En la vida real, sin  referencias, sin puntos cardinales y sin medir el tiempo, no podríamos vivir, pero en sueños  a lo sumo valen las notas de sonidos, música, color,  aroma y sabor,  hologramas  de pasajes por vidas propias o ajenas, que en la vigilia dan igual. Sin  clivaje en la propia historia que el sueño elige, como si fuera un juego de dados con números infinitos, cuyo lanzamiento se ha dado vaya a saber uno en qué partida.
         La oportunidad fue   durante una mudanza, con el malestar que estas situaciones traen, cuando todos los muebles estaban cargados. Entonces, el camión partió.  Estaba allí, solo  en la casa vacía, sabía que era un sueño, eso era bueno. No quería vivir más en esa lúgubre casa. Yo me encontraba en ese lugar para elegir dónde vivir, para que alguna vez lo aleatorio del azar fuera derrotado. Claro, sería más  legítimo tener barajas elegidas en el caso  de los sueños.  
Cuando traté de interponerme y dirigir, se mezclaron todas las viviendas, estaba perplejo, no sabía dónde vivía  y ya no podía salir de la casa que era una y eran todas. Indagaba  la dirección real y no la encontraba, nada se ajustaba a un registro catastral conocido. Me era familiar y a su vez no encontraba el barrio, la vivienda no tenía una ubicación cierta. Las tinieblas  de no saber ni el lugar ni calle terminaron en un encierro contra mi voluntad en  el vacío.


Advertí que fracasé. El sueño me dirigía a mí.

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