Los sueños que no son
Muy
preocupado por los sueños. Es condicional que a las grietas de nuestras
vidas- conseguidas o regaladas, a las que no quisimos tocar, a las que no les
dimos importancia para bien atender- les
esquivemos el bulto. Igual, cicatrizan con los años. De un tiempo a esta
parte los sueños me preocupan, no sé
cuándo aparecen, mezclan el pasado con el presente, con absoluta tranquilidad,
con total arbitrariedad. Y está bien, porque los sueños sueños son. Augurar un
futuro previsible es solo lotería, su única verdad es quizás un deseo, pero
casi nunca son verdades verdaderas.
Habrá un camuflaje para entrar, sorprender a
nuestros sueños e interferir para que la atadura emita señales sin código, para manipularlos a
piaccere o, por lo menos, para despojarlos de un sabor amargo o que terminen
bien y festejar con champán.
Que
la angustia o la felicidad o la suerte o la mala encuentren un puerto donde
descansar o donde reaprovisionarse y seguir un derrotero cierto sin perder su esencia de
fantasmas o- cuándo no- la
presencia de la parca.
Me ejercité, me preparé, repasé inconsciente o
consiente. ¿Cómo podría navegar en mis
sueños? Como pequeño bote a vela
impulsado por un viento cálido y amigo de un demiurgo que lo direcciona y soy yo mismo. Un día no determinado, dormido,
me colé en mi propio sueño. Debía ser una intromisión. En la vida real, sin referencias, sin puntos cardinales y sin medir
el tiempo, no podríamos vivir, pero en sueños a lo sumo valen las notas de sonidos, música,
color, aroma y sabor, hologramas de pasajes por vidas propias o ajenas, que en
la vigilia dan igual. Sin clivaje en la
propia historia que el sueño elige, como si fuera un juego de dados con números
infinitos, cuyo lanzamiento se ha dado vaya a saber uno en qué partida.
La oportunidad fue durante una mudanza, con el malestar que
estas situaciones traen, cuando todos los muebles estaban cargados. Entonces,
el camión partió. Estaba allí, solo en la casa vacía, sabía que era un sueño, eso
era bueno. No quería vivir más en esa lúgubre casa. Yo me encontraba en ese
lugar para elegir dónde vivir, para que alguna vez lo aleatorio del azar fuera
derrotado. Claro, sería más legítimo tener
barajas elegidas en el caso de los
sueños.
Cuando traté de interponerme y dirigir, se mezclaron todas las
viviendas, estaba perplejo, no sabía dónde vivía y ya no podía salir de la casa que era una y
eran todas. Indagaba la dirección real y
no la encontraba, nada se ajustaba a un registro catastral conocido. Me era
familiar y a su vez no encontraba el barrio, la vivienda no tenía una ubicación
cierta. Las tinieblas de no saber ni el
lugar ni calle terminaron en un encierro contra mi voluntad en el vacío.
Advertí
que fracasé. El sueño me dirigía a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario