martes, 26 de agosto de 2014

Del trópico al sur, un texto de Gaby Ramos, agosto de 2014


                Del trópico al sur

Una tormenta de verano azotaba los techos del pueblo. En el mar,  el color verde esmeralda, delataba lo tropical del país. Se veía en la transparencia la arena revuelta, las piedras de colores cálidos y un cielo denso, parecía plomo a punto de tumbarse sobre la playa. Las personas en sus casas, las ventanas resistían al agua débilmente, golpeándose contra el cemento pintado de rosa, teñido por el agua de carmín, los árboles lucían su fuerza y se tambaleaban de un lado a otro, parecían caer cada vez y volvían al centro siempre.
Ella que iba a volver tarde, que le faltaba un largo camino para llegar a Bombinhas, y la ruta era otro mar. Sentía alegría, también ansiedad y un poco de depresión y  alegría al mismo tiempo. El paisaje era violento y atractivo, peligroso y dulce. Por momentos estaba  angustiada, pero irrumpía la euforia en cada ráfaga, como si el golpe del viento la  hubiese reanimado y serenado.
En la ruta no había ningún auto, ni camión: ella estaba desierta y revuelta; triste y densa. El calor viciaba el aire, la vegetación y la ruta  se oponían tan fuertemente que sólo podían reunirse con el agua  pertinaz, sin vacíos: sólo ella era ese único vacío del paisaje.
Alguna que otra lagartija se escabullía en el morro.
Cada paso era lentitud, quietud: pesadas bolsas de mercurio  se fundían en el asfalto. Faltaba tanto, y dale pasar al lado de unas cuántas rocas al costado de la ruta.
Entre cielo, mar, tierra y tormenta apenas se patinaba. Un contraste de objetos fundidos por el agua, sin transparencia, tullidos. Se sentó sobre una roca, alzó su cara al cielo y se embebió de serenidad y pasión: estaba en el tiempo de las horas tristes, agitadas, lentas.
El calor, movimiento lento, furioso: ella culminaba, resistía.
A lo lejos se acercaba un hombre, desnudo. Ella pensó que se trataba de un animal, un pez, un montón de cera derretida en el asfalto. No sabía cómo hacer para asegurarse de que era algo determinado. Poco a poco, se hizo pez, rinoceronte, elefante, ballena hasta volverse hombre simplemente.
Desnudo. Gordo. Enorme.
Dos polos se acercaron, hasta fundirse.
Hablaron. Ella pensó que podía acompañarla, pero él iba hacia Canto Grande. Se separaron después de pocas palabras. Cuál era el camino más adecuado ya estaba claro.
Ella encontró el atajo: un camino de barro, la boca de la fiera. Hizo fuerza, fue duro, pero llegó al mar luego de cinco horas de horas. Llegaba cansada y embarrada.
Se zambulló. Nadó. El barro se fue poco a poco, ella se volvió blanca porcelana.

Dicen que los días de tormenta en ese pueblo son los más hermosos.
Una burbuja en el mar se movió como un hueco con forma de luna.
Lucía la reventó con el dedo. Adentro había una ballena.
Era una ballena tropical.

Lucía la montó: se fueron juntas al sur.

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