Los azules y el viento
Entre los grises nubarrones que
asoman por la ventana y nos envuelven en una luz tenue y azul, hablamos,
recostados sobre almohadones colorados o violáceos. Casi se larga la tormenta y
aquella tarde vos corrías por el parque brillante y subías a un banco y hacías
reír a mis amigos. Y azul ya la tormenta,
las gotas caían
y azules reíamos y escuchábamos Tchaikovsky, El lago de los cisnes y tu sonrisa se dibujaba en reflexiones
imperfectas bajo el violáceo calor de la tormenta. Y bajabas el parque y casi
te golpean y te fuiste con enojo en camino de protesta y no tuviste miedo y te
fuiste.
Y sé cuánto más te
pasó y acá viva, en mi memoria, cuando tantas veces no pasaba nada.
O todo. Y.
Entonces las gotas
cayeron
violentas y el viento arrasó con fuerza los gomeros del jardín y nuestras
reflexiones tan imperfectas como las imágenes en nuestros rostros, que mutaban con
fuerza y nos atemorizaban o nos atemorizábamos. Y los relámpagos nos encantaban
con su magia eléctrica y celeste y la recordábamostan cian, tan magenta,
tan, tan azul.
Y corrias y gritabas:
“Esperáme, no te vayas, no te alcanzo” Y yo te respondía que corrieras más
rápido, que nos iban a matar o pegar o lo que ni siquiera imaginamos. Y nos
salvamos. Y. Aquel día en que subí al tren y por primera vez veia a esos
hombres tan pálidos, y por primera vez entendía lo que ya nunca más olvidaría.
Y nuestros rostros. Azules.
Y lo que vino después de
aquella tormenta. Y lo que vendrá. Y las caras mutaban, y las reflexiones
imperfectas. Y a ella la asesinaron y a ellos también. Y vivas estábamos bajo
el toldo de la ventana, iluminadas bajo ese viento tan poderoso que nos hacía
sentir así, fuertes, misteriosas, mágicas.
Después vino el mundo. Y la vida.
Y la magia, bajo la tormenta azul.
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