martes, 26 de marzo de 2013

Los azules y el viento, por Gabriela Ramos, marzo de 2013


Los azules y el viento

            Entre los grises nubarrones que asoman por la ventana y nos envuelven en una luz tenue y azul, hablamos, recostados sobre almohadones colorados o violáceos. Casi se larga la tormenta y aquella tarde vos corrías por el parque brillante y subías a un banco y hacías reír a mis amigos. Y azul ya la tormenta,
                  las gotas caían y azules reíamos y escuchábamos Tchaikovsky, El lago de los cisnes y tu sonrisa se dibujaba en reflexiones imperfectas bajo el violáceo calor de la tormenta. Y bajabas el parque y casi te golpean y te fuiste con enojo en camino de protesta y no tuviste miedo y te fuiste.
           Y sé cuánto más te pasó y acá viva, en mi memoria, cuando tantas veces no pasaba nada. O todo. Y.
      Entonces las gotas
                      cayeron violentas y el viento arrasó con fuerza los gomeros del jardín y nuestras reflexiones tan imperfectas como las imágenes  en nuestros rostros, que mutaban con fuerza y nos atemorizaban o nos atemorizábamos. Y los relámpagos nos encantaban con su magia eléctrica y celeste y la recordábamostan cian, tan magenta, tan,  tan azul.
      Y corrias y gritabas: “Esperáme, no te vayas, no te alcanzo” Y yo te respondía que corrieras más rápido, que nos iban a matar o pegar o lo que ni siquiera imaginamos. Y nos salvamos. Y. Aquel día en que subí al tren y por primera vez veia a esos hombres tan pálidos, y por primera vez entendía lo que ya nunca más olvidaría. Y nuestros rostros. Azules.
        Y lo que vino después de aquella tormenta. Y lo que vendrá. Y las caras mutaban, y las reflexiones imperfectas. Y a ella la asesinaron y a ellos también. Y vivas estábamos bajo el toldo de la ventana, iluminadas bajo ese viento tan poderoso que nos hacía sentir así, fuertes, misteriosas, mágicas.
        Después vino el mundo. Y la vida.
        Y la magia, bajo la tormenta azul.



















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