A su majestad la Reina
(batata destronada)
Le escribo para hacer de público conocimiento la rabia
que me invade al verla.
Sí, con su sonrisa socarrona de entredientes, se cree muy dueña de este reino enlechuzado de gatos y
liebres.
Diamantes y piques corretean por las
veredas, mientras cinco y siete espían por la ventana.
La farolera
tropezó y en la calle se cayó…
La nena llorisquea y desgaja una cebolla al borde de la
cama (la casa está vacía, hay silencio de muerte entre las cosas). Y la piel de
la cebolla arremolina
–
Torres, coroneles y alfiles, en
guardia
Se corren rumores: la reina fue acusada por pinchar a la
mermelada
Alcen la barrera
para que pase la farolera…
El cocinero desapareció pero hay ronda nocturna (dicen
que fue la reina)
Y mi sombra de niña, en morisquetas al pie de la cama,
pide silencio.
Cinco y siete desvisten la noche y guardan su traje
amoratado en un cajón.
Me despido Atte. de su
majestad La Reina,
La niña destronada.
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