jueves, 5 de julio de 2012

Películas recomendadas, técnicas para escribir, Julio

"El circo ", Charles Chaplin, 1928.


       Sí, una nueva, dirán ustedes. Increíble lo que este hombre hacía con apenas los recursos del momento. Me puse a mirar varias pelis de Chaplin seguidas, mi hija Milena me obligó. Y ahí lo vi.  En "Tiempos modernos", en "El pibe" y  "En el circo". Es claro. Carlitos corre, huye, persigue. Y en esas corridas cambia de máscara. En diez minutos será perseguido, perseguidor, actor, espectador, muñeco, engranaje, imagen de sí mismo ante el espejo, cuerpo-máquina, perdedor, víctima del azar, ladrón, víctima de un robo...y así. pero en esa urgencia ser tanto es no ser nadie. Carlitos no puede hacer pie en ningún territorio, a esa velocidad,  cuanto más se multiplican las máscaras más se pierde
       ¿Y qué queda al final?
       Desde el argumento, el hombre solo o el hombre acompañado por una solitaria. Desde la poética, queda el camino. Carlitos siempre termina en ruta, más lento y sin destino, con solo un horizonte.
      Los primeros minutos de "El circo" son memorables en ese sentido. La escena del laberinto de espejos sintetiza toda la poética: ahí los Carlitos son casi infinitos, se pierden a lo lejos sin fin y sin pausa. Pero Carlitos no puede distinguir cuál de todos esos cuerpos es el original. Estira el bastón en busca del bombín, con el temor de quien- observado por todo un público de "Carlitos"- podría estar a punto de confundir una copia de bombín con  un bombín real. Carlitos tienta con el bastón, cuida su cuerpo- imagen de la imagen que los otros Carlitos- dentro del espejo- se hacen de él.
      Todo un espectáculo. 



"A Roma con amor", Woody Allen
       Mamma mía, cómo le han dado al pobre Woody, sólo porque está lleno de obsesiones, tópicos que repite- siempre con matices nuevos, ¿no es eso increíble, después de tantos años?- de estructuras narrativas impecables, actores dirigidos por un relojero, una fotografía gloriosa y otra cantidad de problemas que, por suerte, ejércitos de psicoanalistas no han logrado resolver.
       Una va a ver a Woody Allen, en parte sabe a qué va: no se entrega a cuestionar los fundamentos filosóficos de su existencia, pero está seguro de no caer en una peli pochoclera sin remedio.
     Esta peli es un gran cuento, una gran bolsa-cuento, con bolsitas- cuento adentro: el narrador del balcón está cargo de la gran bolsa; y , dentro de las bolsitas, a veces hay sub narradores que persiguen desfachatadamente a los personajes, mientras les hacen comentarios sobre la historia que aquellos protagonizan.
     La ducha y la ópera, ¡imperdible!

1 comentario:

  1. así es, una sabe a qué va cuando va a ver a woody.

    imperdible escena la de la ducha...y cómo le dieron!

    abrazo*

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