Dan ganas de llorar y no es tango.
El
Nacho era un tipo indómito, no le gustaban
las reglas. De haber nacido 100
años atrás, hubiera sido orejano, como la milonga de Atahualpa. Era simpático,
dicharachero, algunos hoy no vacilarían en aplicarle este título de moda: ¡Qué
jugador!
Cuando
ganó a la lotería, se compró el tan ansiado Torino, se sentía realizado, tocaba el cielo con las manos,
como si el Torino hubiese tenido alas. Salía
acompañado, por alguna circunstancial enamorada, a recorrer las rutas de
la provincia de Buenos Aires con su flamante vehículo de llamativo rojo
metalizado. Iba por la 29, a veces por
la 8 o la 9. Le gustaba la campiña, a pesar de ser un underground que vivía de noche, se movía cómodo en los suburbios de la ciudad, entre las
callejuelas empedradas del antiguo SanTelmo. Para él era él barrio-dormitorio-:
después de las trasnochadas, sin pensar
y cuasi soñoliento, recalaba en el viejo barrio de las viejas casas coloniales.
Dormía hasta tarde, pues el sol- según él- verdaderamente lo dañaba. Los mozos
de los bares que lo conocían, amistosamente le decían
-
Basta, Nacho, nos queremos ir.
Cansado y medio
encurdelado, se retiraba casi siempre solo, pues eran muy escasos quienes le podían seguir tanto despliegue de vitalidad: cantar,
bailar, tomar hasta cansarse, mantenerse lúcido y en pie.
Cuando
los muchachos de Mariano Acosta lo invitaron un sábado a la noche a un asado,
no consiguió quién lo acompañara. ¡Cuánto hacía que no se juntaba con la barra
de Mariano Acosta! Jugaban al truco, conversaban de tiempos idos, de alguna
hazaña, siempre agrandada por esa minoría nostálgica que, como un máquina fotográfica,
se disparaba en una especie de zoom automático, agrandando las anécdotas
ciertas o inventadas. Así, entre relatos varias veces repetidos, transcurrían
en esas veladas aburridas pero cálidas
al fin.
A la tardecita partió hacia provincia por Rivadavia, esperaba encontrar
algún conocido que lo siguiera a la visita. En Marcos Paz, al doblar para tomar
la ruta 7, una muchacha le hizo dedo. Él era gentil con las mujeres, al viejo
estilo, y paró para levantarla. La piba tendría unos 26 años: toda una mujer en
todas sus formas.
-¿Vas para
Mariano Acosta?- Preguntó el Nacho, en un tono amigable- ¿No es un poco tarde, para una
chica sola?- Acotó
Inmediatamente,
la piba sacó un revólver
-
Esto es un asalto, seguí en la misma dirección y por ahora no te detengas.
Los compinches
estarían en el cruce de la 297. Nacho no
llevaba mucha plata, solo para bancar la partida de naipe: se juega fuerte,
pero jamás se busca empobrecer a
nadie. Sólo le preocupaba su Torino,
tanto tiempo esperándolo...el mundo se
le había ensanchado con ese coche.
Mientras viajaban, la
chica miraba hacia la derecha, alguien -supuestamente- la esperaba. Nacho, rápido
de reflejos y en un momento de distracción, le arrebató el revólver y le apuntó
a las costillas.
-Ahora
yo soy en que tiene la batuta- le dijo el Nacho y le empujó el arma en el
cuerpo por si no advertía la nueva situación.
-No me entregue
a la policía, señor.
-¿Vos sabes cómo se
paga esto, no?
- Sí, señor, no
me haga daño.
El Nacho salió
de la ruta, tomó la colectora y entró en el telo “Los Recién Enamorados”. Él no
nunca había pagado por sexo, no es necesario aclarar que tampoco había cobrado,
aunque en alguna oportunidad le habían ofrecido. Entendía al sexo como una cosa
natural, rayana en una necesidad fisiológica, sin mayores complicaciones
mentales. También alguna vez se enamoró, siempre tenía mujeres a su
disposición, era bien parecido, encarador y simpático... Nunca se vio a sí
mismo compelido a violar, ninguna pulsión sicópata lo perseguía,
justamente él que sabía
tener simultáneamente dos o tres
mujeres, con notable habilidad de conquista.
Herido
su machismo por el arrebato, además sorprendido por una mujer, pensó en desquitarse a como viniera, sin
demostrar una mínima tensión, parecía tranquilo. Con aguda frialdad, esperó el
momento oportuno. Como en una venganza y
a modo de una barata clase de moral le
dijo:
- Tendrás que rebuscártelas de otra manera para
conseguir dinero, esta forma te va a traer muchos problemas.
Dejó el arma a
un costado de él, lejos de la muchacha. Le pidió que se sacara la ropa e
inmediatamente hizo lo mismo. Apreció la magia de una mujer en penumbra y, tiernamente, la besó y la acarició hasta llegar a encender esa energía sexual de una
muchacha de 26. Frente a frente, en la intimidad de la habitación, eran
simplemente dos personas con ganas de “castigarse” sexualmente, sin ningún tipo
de formalismo, una necesidad carnal, de transar con una persona de género opuesto. Fue un
encuentro- equívoco de lugar y tiempo- en cierto modo desafortunado de dos
almas solitarias que, en otras circunstancias, quizás en otro tipo de
encuentro, se hubieran querido. El Nacho
liberó su escasa culpa machista cuando Natalia suspiró levemente y le dijo:
-
Estoy excitada.
Hicieron
dos veces en amor y el Nacho se fumó un
pucho y se quedó dormido. Natalia se
vistió lentamente, mientras observaba a su ocasional enamorado. Ese sexo, accidental,
presionado no fue tan malo. Dio vueltas por la habitación y agarró el arma.
Giró para irse en el preciso momento que Nacho saltó de la cama, forcejearon
por el arma y se disparó. Nacho rebotó herido de muerte sobre la cama. Cuando
el camarero entró a la habitación, encontró el cuerpo sangrante de Nacho. De su
boca espumosa se oyó balbucear:
-Qué pena,
nunca un polvo me había traído tan mala
suerte, los muchachos y el Torino me están esperando, dan ganar de llorar...
Ni rastro de
Natalia.
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