La
letra esa
Se soñó en el jardín. Escribía en un
librito con hojas verdes. Verde claro. Escribía muy bien para estar en sala
naranja. Y lo hacía sin faltas de ortografía, con palabras complicadas, muy
retorcidas.
¿Era su letra? ¿Quién era la madre de esa
letra?
Tanto a la "e" como a la "a
", ella las hacía gordas. En cambio las del librito se confundían con
otras. La "e" era una boca, una boca vertical de labios finos y
apretados. Las "o", ojos de mirada oscura.
Al escribir, ella no dejaba tantos espacios
en blanco, es decir, en verde. Había tantos espacios verdes.
Ella no acentuaba con rojo, siempre dudaba
con los acentos. Cuando era chica jugaba a acentuar diferente a todas las
palabras que se le cruzaban por la cabeza. Algunas sonaban tan hermosas. Como
"Ábrazame". No era una orden, sino una súplica. Rara vez ella
acentuaba.
No. No es su letra. Pero el número 3 la ha
vuelto a confundir.
Las letras del librito de hojas verdes se
reclinan, se acuestan se duermen. Cuando se duermen, deja los espacios verdes.
Cuánto duermen. Su letra es más erguida, no se entrega a la cómoda cama del
renglón.Ella odia el renglón, prefiere a las palabras flotantes. Odia el
renglón, como odia el colchón.
Número 5. Número 7. Con el número 9 tuvo la
certeza. No era igual.
Si no tiene dibujos no es de ella. Los
rulos de la "j", por ejemplo, le encanta cómo le salían y se ve claro
en "déjame", esa jota no usa rulos. Ni tampoco la "h" que
por ser muda, la adornaba como a una princesa, siempre y cuando estuviera al
principio de la oración.
Muda como la "h", silenciosa como
la "h", en los espacios verdes para que las letras duerman sin ruido,
sin hacer ruido.
Se le aclaró todo con los números. En la
última página del librito estaba escrito el número veinte. Ese era su tiempo
vivido.
Ella se soñó en el jardín. Escribía en un
librito con hojas verdes todo lo que no dijo, pero la letra no era la suya.
Supo entonces cómo es la letra madre.
Isabel D'Amico
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