El gnomo maldito
retumba en su silla de dolor.
En el cielo juegan –amorosos-
hadas, elfos y vos.
absortos
Por el perfecto paladar de
todos
prisa no hubo jamás
y una y otra vez
la
armonía
y una y otra vez
la armonía.
Fuera
del silencio, un fresco arroyo mana
de lejos
su calma
perdura a través de los tiempos
Ahora, rechina
rechina
más que nunca
en su silla dolor, el gnomo maldito
Envidia a
todos, ninguno se salva
En sus inevitables, felices jueg
Qué se le va a hacer,
el gnomo debería dejar su silla y
mezclarse con ellos
una y otra vez
al menos eso pienso
yo,
en mi tan
perfecta armonía
de
elfos y arroyos.
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