martes, 13 de noviembre de 2012

Nuevo cuento de Patricia Tombetta, noviembre 2012


POLAROID

¡Él está! Lo vimos detrás de alguien que, aunque le proyectaba algo de sombra, lo trataba de evitar.
¡Fue pura imaginación! Nosotros nunca conseguimos verlo y dicen por allí que ella se cansó por esto.
Habían transcurrido varios años de una relación iniciada por una hermosa foto. Ella no lo había visto acercarse, él se había ubicado a su lado. Fue ese instante  que demora el obturador de una cámara automática en abrirse y cerrarse. Luego ella se agachó a sacar una piedrita de la zapatilla que, aunque cara y pretenciosa, no poseía eyector de basuritas. Él, a su vez, se distrajo con la defecación de un caballo. Desde niño le había resultado un acto muy atractivo, le recordaba más a la fabricación en serie de la que tanto hablaba su padre, que un acto de eliminación de sobras.  Fue una tarde larga y hermosa pero ya no lograron cruzarse. Ella nunca lo vio, a él le pareció fascinante, mas se olvidó.
¡Demasiados caballos!
¡Sólo cuando la foto estuvo lista y en circulación cada uno la vio por su lado y se enamoraron. Transcurrieron juntos muchos domingos de sol y de estancia!
¡Sí! Dicen por allí que ella era la única capaz de sacar sus ojos de los caballos y atraerlos hacia sí!
¡Y  él era el único que la miraba embobado!
-Sería hermoso casarnos y tenerte conmigo todo el día-dijo él, en una cena con velas. Entusiasmado por el blanco mantel, níveo y delicadamente bordado, no reparó mucho en la grandeza del pedido.
-Y conocernos más- dijo ella, esperanzada.
-Vamos a tener una hermosa casa y hermosos hijos-contrapuso feliz de lo fácil que eran las cosas.
-¿Vos me amás?
-¡Claro! Va a estar bueno, mi amor-remató él con los ojos hacia el firmamento, sin reparar en que se estrellaban en un cielo raso escasamente iluminado.
¡Y tuvieron todo eso y más!
¿Qué más?
¡Criadas que la ayudaron en el cuidado de los niños y viajes y paseos y él nunca se enojaba y ya casi no iban a estancias y se tomaban muchas fotos!
-El martes por la mañana nuestro hijo mayor recita una poesía en un acto del colegio, lo hace tan bien- hablaba ella ilusionada- está tan grande, si lo vieras.
-Qué pena, es martes, no puedo- se lamentaba desde la cama.
-Podrías llegar al trabajo un poco más tarde.
-Imposible. Si vieras cómo trabajan todos. No te olvides que entro siempre más tarde y salgo más temprano. Ya sería mucho pedir.
¡Él iba mucho al trabajo, era muy responsable, no se lo puede acusar por eso!
¡Ah! Nosotros sabemos que allí no terminó la cosa y que muchas de esas conversaciones fueron por teléfono.
                Aspiraciones personales comenzaron a tejer más distancia entre la feliz pareja. A él lo requerían cada vez más para fotos y reuniones.  Reuniones de las que, es cierto, él se quejaba y muy bien no entendía. Por suerte le gustaba cómo salía en las fotos. Ella había tratado de comprenderlo y apoyarlo, pero él mucho no le explicaba. Era claro, alguna promesa inalcanzable pendía sobre la cabecita de uno de los dos.
¡Ella estaba enamorada!
¡Tal vez! Aunque los hijos son los hijos.
-Será posible que siempre que llego estés en salto de cama- reprochó él a la pasada.
-Y  ese ¿quién es?-gritó el menor de los niños asustado por la sombra que lo sorprendió medio dormido a las tres de la mañana.
¡El niño estaba medio dormido! Es que no sabía ella lo que los sueños hacen en la cabeza de las gentes. Confunden, aturden, hacen ver cosas donde no las hay. ¡Vaya mujer!
¡Pues están de acuerdo con nosotros! El niño vio a alguien que no existía y ella se asustó mucho y se fue de esa horrible casa llena de promesas y quimeras.
¡No nos confundan! Él no es un invento, habita huecos en las esperanzas infundadas, alimenta bestias que de otro modo se comerían entre ellas.
¡Como sea! Él notó  su abandono a la décima vez que el obturador se cerró con contundencia y en la foto estaba solo.

                                                                  

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