Ron y ochos
Cómo no iba a
caer profundamente enamorada de Rodolfo, él me enseñó a bailar y también otras
cosas que me encantaban...Quería ser bailarina,
desde chica escuchaba cualquier música
y la acompañaba con movimientos que a los grandes les llamaban la
atención. Esta nena tiene un don, decían los mayores.
Rodolfo me trasmitió el tango y siempre me remarcó su ventaja con el
dicho: para un tango, se necesitan dos. Compartíamos
unos ratos y a veces tardes enteras. Era magnifico, además de bailar como los
dioses, él dirigía la compañía de
bailarines. Me llevaba 15 años, estaba casado, solo tenía que romper con la
mujer, como me había prometido. Lo que decía era creíble, no debía darle
motivos a la mujer para que lo dejara en bolas.
Dicen que el amor es ciego, no estaba confundida, confiaba.
Todo se aclararía cuando bailáramos en el Torcuato Tasso. Un mes en el centro
de tango me haría conocida y podría largar la fotocopiadora que me dejaba
extenuada. En el Torcuato, todo saldría
a la luz.
Me perseguía
con perfeccionar los ochos para atrás que, junto con los giros, son los
movimientos que se prestan para que la mujer se luzca. También, cuando estábamos
juntos, con su índice, rodeaba mi pubis excitándome. Parecida a esa aceleración
de mi sexo en busca de un desenlace es
la que tengo que poner en juego cuando
en el escenario hago el ron y los giros. El público debe captar un fuego
sagrado puesto en escena.
-La música
puede expresar los movimientos de los cuerpos. Es más, el movimiento es música.-
así me hablaba el hombre.
Rodolfo casi siempre me elegía para los tangos
más difíciles. Negracha, de Mores, venía
a pelo.
Dio la
casualidad que pasó mi amiga Alejandra por la vereda del Tasso y me llamó.
-No te vi en la
cartelera, figuraba la Compañía Silvina Constantini y vos no estabas.
Salí corriendo al Teatro. El encargado me dijo:
– El contrato lo hicimos con Silvina, ella es
la dueña de la Compañía.
Lo llamé a
Rodolfo y no me atendía el celular. Rodolfo y la puta que te parió... dónde está
el sexo que me gustaba, dónde la música, donde está el ron, los ochos, los
giros nunca, saldré de la fotocopiadora.
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