martes, 25 de noviembre de 2014

Ron y ochos, un cuento de Juan Carlos Pedot, noviembre de 2014

Ron y ochos

Cómo no iba a caer profundamente enamorada de Rodolfo, él me enseñó a bailar y también otras cosas que me encantaban...Quería ser bailarina,  desde chica escuchaba cualquier música  y la acompañaba con movimientos que a los grandes les llamaban la atención. Esta nena tiene un don, decían los mayores.
           Rodolfo me trasmitió el tango y siempre me remarcó su ventaja con el dicho: para un tango, se necesitan dos.  Compartíamos unos ratos y a veces tardes enteras. Era magnifico, además de bailar como los dioses, él  dirigía la compañía de bailarines.  Me llevaba 15 años,  estaba casado, solo tenía que romper con la mujer, como me había prometido. Lo que decía era creíble, no debía darle motivos a la mujer para que lo dejara en bolas.
          Dicen que  el amor es ciego, no estaba confundida, confiaba. Todo se aclararía cuando bailáramos en el Torcuato Tasso. Un mes en el centro de tango me haría conocida y podría largar la fotocopiadora que me dejaba extenuada.  En el Torcuato, todo saldría a la luz.
Me perseguía con perfeccionar los ochos para atrás que, junto con los giros, son los movimientos que se prestan para que la mujer se luzca. También, cuando estábamos juntos, con su índice, rodeaba mi pubis excitándome. Parecida a esa aceleración de mi sexo  en busca de un desenlace es la que  tengo que poner en juego cuando en el escenario hago el ron y los giros. El público debe captar un fuego sagrado puesto en escena.
-La música puede expresar los movimientos de los cuerpos. Es más, el movimiento es música.- así me hablaba el hombre.
 Rodolfo casi siempre me elegía para los tangos más difíciles.  Negracha, de Mores, venía a pelo.
Dio la casualidad que pasó mi amiga Alejandra por la vereda del Tasso y me llamó.
-No te vi en la cartelera, figuraba la Compañía Silvina Constantini y vos no estabas.
 Salí corriendo al Teatro. El encargado me dijo:
 – El contrato lo hicimos con Silvina, ella es la dueña de la Compañía.

Lo llamé a Rodolfo y no me atendía el celular. Rodolfo y la puta que te parió... dónde está el sexo que me gustaba, dónde la música, donde está el ron, los ochos, los giros nunca, saldré de la fotocopiadora.

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