miércoles, 12 de noviembre de 2014

Pintura fresca, un cuento de Pepe Carvalho, noviembre de 2014

PINTURA FRESCA


En el origen, fue la política 
La historia comenzó una noche de setiembre de 1973, en el marco de una reunión de amigos, con la excusa de escuchar grabaciones nuevas de la trova cubana -Silvio Rodríguez y Pablo Milanés- casi desconocidos en el país por aquella época. En aquella juntada de jóvenes típica de la década de los  70´, se cantaban folclore, candombes uruguayos y se comenzaban a conocer las composiciones de Silvio y Pablo. La situación política en Uruguay  y la Argentina ya empezaba a ser difícil para los jóvenes, fundamentalmente, si tenían barba y pelo largo. En Buenos Aires  vivían casi tantos uruguayos exiliados como en Montevideo. Uno de ellos, Carmelo, animaba la reunión  con la guitarra. También estaba Roberto Mario,  dueño de una pequeña empresa de pinturas de casas, en la que varios de los presentes solían trabajar cuando necesitaban. El Pirí, el Pelado, juan, Carmelo y el propio Mario Roberto se dedicaban a refacción y pintura. Este grupo compartía  idearios políticos, gustos musicales, formas de vida. Roberto era el mayor del grupo, el único casado y con una familia consolidada. Tenía un concepto bastante conservador mezclado a un gran nivel intelectual  “progresista”.  No eran solamente hombres en la reunión, entre las chicas  se encontraba la bella Evelyn, una hermosa rubia de 17 años, que rápidamente quedó impactada con la presencia de Carmelo, uruguayo de 24. La vida era eterna en 5 minutos, decía el poeta, al definir la época.

El compromiso:
Temprano por la mañana, Carmelo y Evelyn llegan a la casa de Roberto Mario
- ¿Nos llevas hasta el Tigre,  adonde sale la lancha para el Uruguay? Esperaremos allí   hasta que Evelyn sea mayor de edad y luego nos casaremos.  -Carmelo está preocupado y Roberto se niega:
-  Esto es una locura, Carmelo, vas a cometer un delito, el padre está muy preocupado y es capaz de cualquier cosa, te puede llegar a denunciar por secuestro de una menor. Piénsalo bien,
- Si te preguntan por nosotros, decís que fuimos a Salta.
-Bueno Esperemos que salga todo bien.


Días después
 Son las 18hs de una tarde de noviembre de 1974. El Falcón verde gira a gran velocidad  y hace derrapar a las gomas, cruje el pavimento, frena de golpe. De él bajan cuatro hombres armados. El frio de la tarde toma calor, los hombres no dudan,  el barrio de Parque Patricios está tranquilo. Las caras de los tipos se transforman como las de las hienas  Por detrás del auto de Roberto Mario que descarga elementos de pintura, los hombres lo golpean y lo ponen dentro del baúl con la cabeza tapada por un trapo. Y un frío antártico lo envuelve y endurece su cuerpo. Cinco minutos después paran, abren el baúl del auto y bajan violentamente a Roberto Mario. En el movimiento, él puede ver que está en la comisaría 28,  en su mismo barrio. Ya dentro, lo dejan tirado sobre el piso de una habitación. Por la cabeza de Roberto aparecen infinidad de suposiciones: mis hermanos militan sindicalmente, será por eso.
Media hora después, se abre la puerta de la celda y entran cuatro hombres con sillas. Lo sientan a la fuerza, lo golpean y, con las sillas, arman una especie de cuadrilátero, prenden luces y comienza la golpiza. L e muestran fotos de supuestos guerrilleros, advirtiéndole que tranquilamente lo pueden “confundir” con esos. Con solo hacerlo aparecer muerto en un enfrentamiento supuesto, la cosa se saldaría.
-Sí, sos vos éste, mirá. Sí,  este también sos vos. Flaco, tu situación es muy comprometida, che. Ahora, si nos decís dónde está la rusita Evelyn, se termina todo y te vas.
Roberto comienza a entender la visita  de la noche anterior: Don Samuel,  padre de Evelyn,    le había advertido que iba a hacer cualquier cosa por recuperar a su hija de la mano de ese negro uruguayo vago de mierda “que se llevó mi joyita adorada “. De repente uno de los hombres lo ubica en la realidad con un  palo de goma contra sus piernas.
-Vas a decirnos dónde está la rusa, che. No seas boludo, te metiste en un quilombo grande y tenemos órdenes de encontrar a la nena. Pensalo, con dos palabras vos te vas de aquí, ¿entendés? Y vos sabes que nosotros por 15mil dólares te despellejamos vivo y te dejamos tirado en la calle.
- Lo único que yo sé es que se fueron a Salta. – El grito de Roberto Mario se pierde junto a los hombres que desaparecen del lugar mezclados con el eco de su voz.
Cuando ya parecían perderse para siempre en la distancia, uno de ellos gira y retruca:
-No nos mientas porque en 10 minutos sabemos la verdad, ¿entendés?, no te compliques.
Algo en el tono de aquel hombre despierta un escalofrío en Roberto Mario. El escalofrío tira de su lengua y lo obliga a hablar:
         -  Está bien, yo sé que se estaban por ir a Salta o a Uruguay.
                A la distancia, el gesto con el cual los hombres reciben esta información queda oculto en la oscuridad. 
-Bueno, veremos.
Cierran  la puerta. Roberto se agarra de los pelos,
 “No puede ser, no puede ser, Carmelo y la puta madre qué te parió”.

Mientras tanto, en exteriores:
Mientras tanto, la mujer de Roberto Mario llega a su casa y encuentra el auto abierto y con las llaves puestas. Un pariente del escalofrío que por esas horas ya no abandona el cuerpo de Roberto Mario también pasea por el cuerpo de su mujer. Urgente reunión familiar y de amigos. Todos se miran sin mirarse. A las 23,  la denuncia de desaparición está radicada en la comisaría 28. El comisario  se compromete a investigar lo sucedido.
Interior, día siguiente:
Al otro día y luego de una noche muy triste, Roberto se  siente  desahuciado y profundamente pesimista. Dos horas después de la salida del sol. De pronto abren la puerta. Los tipos lo toman de los brazos:
- Ya está, los localizaron en Uruguay.
Las palabras actúan en el cuerpo de Roberto Mario como un contra- escalofrío. Pero inmediatamente el temor se apodera de él  en forma de un  invierno helado que lo toma por completo. ¿Y ahora qué?
Lo llevan a otra oficina  y, luego de unos minutos solo, sentado a la fuerza frente a una mesa apenas iluminada con una tenue luz,  una voz le hace levantar todo su invierno y  alerta su mirada:
- Buenos días, soy el comisario y le quiero pedir disculpas. Los muchachos fueron contratados por el padre de la chica y utilizaron la sede policial. Usted se puede ir ya y se terminó el problema.
Acomoda su abultado vientre y agrega:
- Por su salud, no denuncie esto.
Un silencio se apodera de la sala. El invierno sale del cuerpo de Roberto Mario e invade el lugar. Hay una lucha en el aire: un calor tenue- como una promesa- le pelea al frío, cuerpo a cuerpo.
- Disculpas nuevamente.- El remate del comisario no toma partido ni por frío ni por calor.
                Roberto Mario se retira. El combate entre invierno y calorcito queda atrás.

 Las conveniencias:
 Desde el primer día, Carmelo y Evelyn (pasado?) comienzann a hacer planes.
-          Queremos vivir juntos, muchachos- repite Carmelo entre sus amigos. -Si yo no puedo resolver esto en mi vida, menos podré hacer una revolución, camaradas.
           Carmelo emigró  desde el Uruguay, después de ser encontrado  a punto de pintar sobre una pared la frase “militares hijos de p”. Entonces fue detenido por “intento de vilipendio a las Fuerzas Armadas “. o tiene ganas de una nueva mudanza. Ni se ve con posibilidades.
– Mi padre  quiere  que  yo estudie en Francia. Soy menor de edad, pero en cuatro meses y ya podré decidir sobre mi vida. Cuando termine la secundaria, me mandan a una especialización ya contratada en el viejo mundo. 
-Imagínate, Evelyn, yo vivo en una casa prestada con cuatro compañeros. No te puedo llevar ahí a vos.
La casa muy abandonada sirve de vivienda a un grupo de militantes políticos que utilizan el lugar  para reuniones de discusión y adoctrinamiento. Ese local supo ser un almacén destacado del barrio de Monserrat. Y luego fue abandonado. Dentro, aún se conservan la heladera y el mostrador. En un rincón, la balanza. Hay  cuatro camas y una mesa, sillas de madera, las paredes expresan las ideas políticas del grupo, fotos del Che  y afiches diversos amortiguan la vista global. Varias pintadas concluyen el collage, “Viva la compañía de monte, Ramón Rosa Giménez” . La vieja heladera sirve de biblioteca política muy actualizada. 
-          ¿Sabes qué pasa, Evelyn? Yo no tengo plata para bancar una relación  hoy.
-           ¿Y si vamos a vivir al Uruguay,  con tu familia?
-           No,  Evelyn,  imposible, yo no  tengo ni para comer allá, mi madre vive sola, es francesa y mi padre vive en algún lugar de Europa, vaya uno a saber.
-          Yo quiero vivir con vos, Carmelo, no quiero estar más con mis padres, quiero estar todas las noches con vos.-  El diálogo recurrente entre la nueva pareja preocupa y atormenta a Carmelo. Por las noches se repite el “no sé qué hacer, muchachos”, cuando se reúne con sus compañeros. ¿Y por qué no hablar con Don Samuel y arreglar que compartirían a la nena?, se escucha entre algunass de las conclusiones sugeridas.


Salida lateral:
Cuando se abre la puerta de la sinagoga, Carmelo aparece muy cambiado, con un jacket impecable detrás  de Don Samuel y de Evelyn. Su barba recortada y su pelo prolijo y más corto. 
Dentro de la sinagoga, ningún amigo del uruguayo está presente; sí, toda la colectividad Judía vestida  de lujo, con impecables zapatos nuevos y grandes peinados de peluquería. D diversos perfumes acompañan la ceremonia tradicional. Se nota que Don Samuel  ha tirado la casa por la ventana.
Luego de la fiesta, Evelyn cumple con el mandato familiar y viaja a Francia. Carmelo  marcha a cantar y a ganarse la vida en Europa.


Cinco años no son nada:
Cinco años después, Carmelo vuelve a Buenos Aires y se encuentra con Roberto Mario.
 Son  casi 7 años desde que lo acompañó a tomar aquella lancha al Tigre. Reunidos en el jardín de la casa de Roberto y debajo  de un enorme sauce llorón, comparten una cerveza como tantas veces lo habían hecho.
         –Carmelo, qué carajo te pasó, nos jugamos la vida por vos y ni te dignaste a venir y contar cómo siguieron las cosas- Roberto Mario se alisa el poco pelo que le queda, como quien quisiera ocultar lo entrecano del tiempo.
.- Por qué decís eso, Roberto- Carmelo a quien también se le nota el paso de la aventura por su cuerpo, con su rostro y manos  intenta explicar. -Yo la pasé muy mal, me encontraron en Uruguay y me detuvo la policía, me denunciaron por secuestro de una menor y me obligaron a casarme. Todo fue muy rápido, viajamos a Francia con Evelyn y ella  aún está por terminar sus estudios. Yo estoy recorriendo Europa con mi música.
-Bueno, los felicito, lograron sus sueños Y a mí casi me matan por ayudarlos-Roberto ponía su mejor cara de hombre grande y comprensivo -Yo no sabía nada, ¿qué paso, che?
 -  Para qué te cuento…- la cara del uruguayo refleja la gravedad del relato.
-¿Y cómo está Evelyn?
.- Mira, Roberto, me imagino que en París. Hace seis meses que no estamos juntos, ella anda con un compañero psicólogo  y yo con una amiga catalana que canta a dúo conmigo.
- Mira cómo son las cosas. Y todo después de que a los dos se les cumplieran los sueños… En cambio yo, aquí sigo, laburando con la maldita pintura. -  Roberto  “el gran hacedor de la felicidad de una pareja que ya debe tener hijos y comer perdices” está lleno de amargura.  Con esa mezcla de ternura  y desazón, se para y lo abraza a Carmelo.

- Che,  ¿querés unirte otra vez al equipo de pintura?

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