“AL MEJOR CAZADOR SE LE ESCAPA LA LIEBRE”
Lleva toda su existencia dale correr. El pasto puna mueve sus hilos al compás de la huida en acorde de
colores. Su olfato la guía, sin
refugio, sin planear mucho, ella es simplemente la carrera. El llano del campo
abierto ofrece todo, el techo es el cielo.
Su firmeza no titubea ante el peligro, las estrategias avivan la emoción
de la supevivencia. Puede criar hasta dos al mismo tiempo, en escondites
áridos y diferentes para cada uno, con
apuro instintivo, pocos minutos, a
última hora, eso asegura mayores posibilidades a la cría.
Sentada en sus patas traseras, parece cómoda, más allá de las corridas, su cuerpo no
anuncia debilidad . Todo lo contrario, siempre en constante disposición para el
próximo tramo, su pelo suave siente qué ocurre en su territorio.
Ahora es domingo, día peligroso si los hay, ella lo sabe. Las nubes se
amontonaron encima cargadas de grises y el viento aúlla en los no rincones del
campo. La lechuza del poste giró su cabeza más de la cuenta. La perdiz cargada
de ilusiones corre un poco más pesada
que ayer. El olor es inconfundible, llega limpio.
Las orejas se mueven delicadas a pesar de su grandeza, los ojos, casi inservibles
apuntan sin más, las patas perciben el estruendo en el suelo, falta poco,
llegan.
Una pausa descomunal se posa en la escena, la detiene sin sorpresa, la
mira sin apuro, ella sabe, espera tranquila, es un tiempo de revancha, todo es
posible, hasta la huida. Huele su
cuerpo sin olor, respira el aire regalado en bocanadas largas, sin pesar.
Recorre su campo en recuerdos difusos. Desanda sus piruetas de esquive en
espirales, su línea de siempre, la cautela.
Se activa repentinamente, sin
levantar siquiera un poco de polvo, recorre escondrijos sutiles con elegancia
inmensa.
Sus giros violentos cambian
la marcha y sigue. Termina con un salto tan profundo como el miedo.
Su refugio está exactamente en el sentido contrario.
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