miércoles, 8 de junio de 2011

ANTICIPO DE NOVELA, Por Gabriela Ramos

Murciélagos, por Gabriela Ramos
1
Somos como murciélagos: lanzándonos de un sitio firme a otro, intentamos hundir nuestras garras en un alma imperturbable, pisar tierra. Tierra. Es que nunca comprendemos el concepto o el alma de la palabra tierra. Tierra. Es siempre lo que no pudimos defender, lo que, a pesar de tener nombre, nos duele nombrar. No la sentimos. No la vivimos.
                El trayecto de un murciélago es espeluznante, caótico, vertiginoso. El nuestro, tal vez se distinga por una incógnita: no sabemos verdaderamente si volamos o saltamos a la muerte.
                Fondo.


2
Murciélago: Herido, Lucas, al levantar las mañanas lame las botas que saca de un paño verde que guarda en su bolsillo. Registra los objetos que lo rodean y sutilmente los va ordenando con la mirada. Gira la cabeza hacia la ventana y, con cuidado, se rasca la herida.
Por las noches juega con los malos presagios: los jerarquiza y arma y desarma su sonrisa de pájaro loco.
Él busca a Claudia, mientras ella pinta los sueños frente al corredor oscuro que llega al jardín.

3.
Murciélago dos: Lucas no imagina ni recuerda el peligro cuando las botas saben a naranja y a agrio rocío de una noche larga que alarga con sus alas.
Sus alas dibujan el cielo. Un tanto verde.
Volátil regresa por la ventana y clava sus garras en el filo del marco. Las gárgolas y molduras quedaron mejor esta noche.

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